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La actitud del cura de Villanueva del Pardillo es reflejo de la Conferencia Episcopal

La sociedad que pide la #spanishrevolution está más cerca del evangelio que la propia Iglesia

El reciente enfrentamiento entre el catedrático Primitivo González Ledesma y el coadjutor de la parroquia de Villanueva del Pardillo vuelve a poner en primera fila de la actualidad la actitud de la iglesia católica ante el poder político. Es decir, el interés de la jerarquía eclesiástica por imponer sus criterios morales a la totalidad de la sociedad civil española y, con ello, demostrar un tremendo afán de poder que se contradice profundamente con sus raíces teológicas.

Una alianza secular con los poderosos
A tenor de la doctrina cristiana, la Iglesia debe tener vocación de servicio y estar siempre de parte de los más débiles, aunque ello implique toda renuncia a bienes e intereses materiales. Sin embargo, desde que el emperador Constantino publicó el Edicto de Milán que hacía del  cristianismo la religión oficial del imperio Romano–y de esto hace la friolera de casi 2000 años—la iglesia se ha mostrado en perpetua alianza con el poder constituido. Siempre que, claro está, éste respete sus privilegios. Así lo ratifica la historia del Papado, convertido desde el  Renacimiento en una potencia política europea o su alianza con los fascismos del siglo XX o con las dictaduras de América Latina.

No hay regla sin excepción
Afortunadamente hay excepciones muy respetables. No hay más que volver la vista atrás y recordar a aquellos sacerdotes que no dudaron en seguir las directrices del Concilio Vaticano II y –pese a los posteriores recelos vaticanos- proclamaron la llamada Teología de la Liberación o la de aquellos “curas obreros” que lucharon contra el franquismo en las filas de la clandestinidad y creyeron, amparados por la figura eximia del cardenal Tarancón, que en una España democrática era posible otra iglesia.

Una iglesia dual
Los herederos de estos valientes teólogos y sacerdotes de la segunda mitad del siglo XX son ahora los menos. Pero su existencia es una perfecta demostración de la dicotomía de la iglesia española actual.

Una profunda escisión divide a fieles y clero. De una parte, están aquellos que siguen las directrices de la Comisión Episcopal española siempre complaciente con el Vaticano y con la derecha más conservadora. De otra, la iglesia más comprometida en cuyas filas forman, por ejemplo, los sacerdotes y  fieles de la parroquia madrileña de San Carlos Borromeo, los sacerdotes implicados en el desarrollo del Tercer Mundo o el tan denostado Padre Manel, salvado “in extremis” de la excomunión por haberse mostrado solidario con dos adolescentes que habían abortado.

Un ejemplo fehaciente
Lo sucedido en la parroquia de Villanueva del Pardillo no es un suceso casual ni episódico, sino que está en sintonía con el adoctrinamiento sistemático que la caverna recibe de los sectores más inmovilistas de la iglesia y que luego proclaman sin complejos en nutridas manifestaciones ciudadanas. Pero es muy grave que, precisamente en vísperas electorales y con el ascendiente que el púlpito le otorga, un sacerdote arengue a sus fieles asegurando que el Gobierno” mata a los niños en el seno de sus madres” o que la ministra Leire Pajín es “una asesina de ancianos y de personas que estorban” al defender la ley de la Muerte Digna.

Difícil empresa
Tenía razón el profesor González López: una misa no es un mitin. Y también tiene razón cuando desconfía del eco que pueden encontrar sus reivindicaciones en caso de llegar hasta el cardenal Rouco Varela o incluso hasta el Vaticano. “No tengo demasiadas esperanzas, pero intentare que sancionen al cura y que se acabe, de una vez, con este tipo de comportamientos” ha declarado.

Difícil empresa. Es evidente que la actitud del coadjutor es fiel reflejo de la postura oficial de la Conferencia Episcopal española defensora a ultranza de hacer prevalecer, como en los mejores tiempos del franquismo, una moral única, sin considerar que ello no solo atenta contra las leyes fundamentales del reino sino que es una invasión total de la privacidad de los ciudadanos y de su derecho a tomar sus propias decisiones.

Por una nueva sociedad
La jerarquía eclesiástica sabe, además, que cuenta con el apoyo de los sectores más conservadores de la derecha y que de su mutuo entendimiento deriva su situación de privilegio. Por eso nadie sabe que respuesta da la Iglesia a estos jóvenes (y no tan jóvenes) que desesperanzados ante su presente y, sobre todo, ante su futuro inundan hoy las plazas de España.

¿Acaso cardenales, obispos y sacerdotes no se han parado a pensar que la sociedad que reclama la “spanish revolution” – igualitaria, tolerante, enfrentada a los abusos de la banca y defensora de los derechos humanos- es la misma que propugna el evangelio? Posiblemente si. Pero apoyar tales reivindicaciones acabaría con un futuro que, a la vista de los resultados de las urnas, parece presentárseles muy confortable. Y, lamentablemente, no están dispuesto a pagar un precio tan alto.

María Pilar Queralt del Hierro es historiadora y escritora

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