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Justicia divina

Ante los abusos la Iglesia ha reaccionado poco, tarde y mal

La Fiscalía chilena ha triplicado recientemente el número de investigaciones por abusos a menores en centros de la Iglesia católica. La multiplicación de denuncias en los últimos años impacta por el tipo de delito que se trata (violencia sexual), por el número y edad de las víctimas y por la extensa geografía de los casos. Pero quizás más sorprendente resulta la inconsistente reacción de la Iglesia ante la gravedad de los hechos.

La Iglesia posee en principio unas características organizativas inmejorables para detectar el abuso y responder públicamente ante él: una justicia propia (la canónica) que expone a sus miembros a una fiscalización adicional a la de la justicia ordinaria y una estructura independiente y jerarquizada que facilita la tarea de liderazgo. Además, su doctrina se sustenta sobre principios morales, cuya salvaguarda no depende de su revisión o recambio, sino de su estricta observancia, por lo que cabría esperar una especial atención a cualquier actuación que pudiera debilitarla.

A pesar de esto, la Iglesia ha reaccionado poco, tarde y mal. Su respuesta revela una característica propia de todas las organizaciones: la orientación hacia la supervivencia. El sociólogo Michels la definió hace más de un siglo como “la ley de hierro de la oligarquía” para explicar la falta de democracia interna en los partidos. También podría servir para comprender por qué la Iglesia ha ignorado o encubierto graves delitos.

La Iglesia resiste ante hechos que bien merecerían un cisma. ¿Por qué su respuesta ante los abusos no ha desembocado en fuerte oposición interna o en escisión? Las discrepancias internas surgen sobre todo si existe una lucha por el poder regulada, lo cual no se aplica a una institución jerárquica en la que apenas hay renovación y donde la pertenencia asegura la permanencia. Además, pocos dentro de la institución tendrán capacidad o interés en escindirse en un contexto donde la secularización debilita la marca (catolicismo) y el mercado (religión).

No hay justicia divina ni ley de Dios que corrija el rumbo de las instituciones, sino la ley que se han dado los hombres y mujeres.

Sandra León

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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