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Jóvenes musulmanas marroquís cantan en coros cristianos pese al riesgo de cárcel

Por remoto que resulte pensar que mujeres musulmanas asisten cada domingo a la eucaristía de una iglesia cristiana para participar en su coro, se trata de una práctica que va formando parte de la vida de algunas marroquís.

Lejos de adoptar los dogmas del cristianismo, lo único que buscan es trabajar y perfeccionar su voz. Cantar la música de gospel Aleluya y Solo espero que el Señor me llene y reconstruya no lo ven como una traición a su religión, o cultura porque son musulmanas practicantes.
Lubna, de 22 años, se resiste a echar por la borda sus aptitudes para el canto."Me tira la belleza de la música eclesiástica", afirma. Desde hace dos años, integra el coro de una iglesia de Rabat a la que acude para desplegar su arrolladora y celestial voz sin llegar a comulgar con el lugar sagrado. "Lo respeto porque es donde los cristianos practican sus oraciones y confesiones", expresa.

Con miedo
Dos amigas, también musulmanas, la acompañan para trabajar los textos de la próxima semana. "Es algo espiritual, sin connotación religiosa". No teme por el qué dirán. Solo un día sintió una pequeña punzada de miedo en el estómago cuando el señor de la limpieza de la iglesia le recordó que le podían caer seis meses de cárcel si las autoridades llegan a saber que participa en la coral católica. "Antes de dar lecciones, mírate — le respondió– tú limpias aquí y estás ganándote el pan gracias a la comunidad cristiana, ¿no?". Aquello quedó en una anécdota y Lubna siguió con sus clases.
Para otras, ha sido aún más difícil hacer frente a la mentalidad retrógrada a veces más dura que la ley, hasta el punto de que se han visto obligadas a reconsiderar su papel en las ceremonias. "¿Cómo le explicas a un policía que en la iglesia cantas por placer y no por el cristianismo?", apunta la directora, de origen francés, de una coral protestante de Casablanca.

Control de Interior
Durante los últimos tres años, el Ministerio del Interior hace esfuerzos para controlar todas las actividades religiosas fundamentalistas, y a los marroquís convertidos al cristianismo, a los que puede condenar con cárcel. "La ley dice que el islam es la religión del pueblo y del Estado. Esto es así en todos los países del Magreb", recuerda Siali Mohamed, periodista marroquí, que manifiesta abiertamente su laicidad.
En Casablanca, en la Iglesia de Notre Dame, subsaharianos y franceses se dejan envolver por una ortodoxa melodía a ritmo de guitarras, un piano, instrumentos de percusión y palmadas. Pero esta vez ningún marroquí en el escenario. "No he admitido a ningún musulmán para evitar la confrontación", cuenta el director de este coro. Asegura que con esta actitud no pretende frustrar ningún sueño, tan solo evitar el sentimiento de repulsa que puede provocar entre los fieles el ver que en el grupo de la iglesia hay integrantes musulmanes con signos visibles de su fe, como el velo. Dice que también lo hace por la seguridad de los marroquís. "Es fácil que haya espías en esta céntrica y prestigiosa iglesia. De ser así no hay penitencia para los marroquíes aunque no sean practicantes".
Si las autoridades no respetan las convicciones de los marroquís aún creyendo en Alá, es fácil imaginar que les puede ocurrir a los conversos. "Perderán su puesto de trabajo para siempre, y como primer castigo tendrá que pasar unos años en la cárcel", asegura Jean-Luc Blanc, pastor de una iglesia protestante.
El gospel es música universal y no entiende de diferencias étnicas, religiosas, o lingüísticas. Tampoco diferencia entre nacionalidades u orígenes, aunque siempre haya estado relacionado con la cultura afroamericana. "Es algo espiritual. No entiendo cuando los hermanos marroquís se tienen que justificar ante la gente por cantar, solo por cantar en la iglesia", dijo Helgé, director de un coro de Rabat. Huyó del Congo hace poco tiempo y descubrió en la iglesia un lugar donde el amor por la música une y no desune.

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