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Irreverente

Quisieron los gamberros y geniales Monty Python dejar claro que Brian, el protagonista de su película La vida de Brian (1979), no es Jesús, sino un judío de esa época que es confundido con el mesías por una masa de chiflados. En la primera escena, los Reyes Magos paran ante un bebé Brian por error antes de llegar al verdadero portal de Belén. En la segunda, Brian ya adulto y su madre están en las últimas filas de los que escuchan el sermón de la montaña del auténtico Jesús, tan atrás no se oye. “Ha dicho que bienaventurados los queseros”, dice uno. “No, dice que los gansos van a heredar la tierra”, añade otro. Ante el lío, cambian de planes. “Anda, hijo, vámonos a la lapidación”. No vuelve a aparecer Jesús aunque Brian acaba crucificado como él.

La cinta causó escándalo en su época y hoy se considera una obra maestra del humor. La BBC ha recuperado en un documental la polémica que la rodeó, incluido el debate celebrado entonces entre dos de los Python, un periodista católico y un obispo inglés. Fue chocante comprobar que estos últimos no habían visto la película desde el principio, luego no habían entendido que Brian no era Jesús, y por eso veían blasfemias en cada escena.

Todo previsible. Los puritanos se habían movilizado hasta contra Jesucristo Superstar (1973), el inocente musical rock que, tras su estética jipi, es respetuosísimo con la figura del nazareno. A José Luis Martín, dibujante de El jueves, publicar La Biblia contada a los pasotas (1980), un tebeo que parodia el Antiguo Testamento, le costó cuatro años de libertad condicional. Su obra aún se vende, incluso como aplicación para móviles. A Leo Bassi, un provocador autor teatral que prefiere definirse como bufón, y que gusta de lo grotesco con tal de hacer pensar, le pusieron un artefacto explosivo en el Teatro Alfil, donde representaba la ateísta La revelación, en la que se disfraza de Papa. Por eso mismo fue vetado en varios municipios. Hace nada juzgaron (y absolvieron) a Javier Krahe por un delirante corto casero de 1978, en que cocina un crucifijo, que nunca llegó a emitirse.

El Charlie Hebdo, algo así como El jueves francés pero apoyado por una gran tradición de humor libre, ha dibujado a Mahoma y agita la ira de masas musulmanas. Sin embargo, no hay rastro de la película sobre el profeta supuestamente rodada en Estados Unidos, más que un patético tráiler mal realizado y fraudulentamente doblado, que parece pensado para dar fuego a quienes esperaban ansiosos encender la mecha.

Ha costado siglos en Occidente abrir un espacio a la crítica de lo religioso, que el devoto entienda que otros no respeten sus tabúes, porque no hay libertad de expresión sin molestar a nadie. Por ahí se cuela el humor fino de los Python, el grueso de Charlie Hebdo y la patochada del tráiler, malintencionado pero no delictivo. Ese camino no lo va a recorrer el mundo islámico en dos días, ni en dos primaveras.

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