Los españoles hemos tenido que enterarnos por nosotros mismos de lo que suponen estas elecciones europeas. Los candidatos no han hecho bien su trabajo. Y ahora, antes de que cierren los colegios electorales, nosotros tendremos que hacer el nuestro. Y es probable (no sólo lo dicen las encuestas) que muchos no acudan a votar: enzarzados en problemas domésticos, Europa se nos ha quedado muy lejos. Sin embargo, alguien tendrá que poner una dosis de cordura en este desbarajuste en el que se va convirtiendo la política. Y la mejor manera de introducir cordura es introducir un voto en una urna.
Pero no bastará con eso. Habrá que hacer alguna cosa más. Y una de ellas podría ser observar si en alguna de las 23.121 sedes electorales hay símbolos religiosos. Pensemos que muchas de estas sedes son colegios de ideario católico, que la jerarquía de esta confesión religiosa ha intervenido (más allá de sus límites) en esta campaña electoral, que sus símbolos adornan muchas de estas sedes y que dichos símbolos no sólo alteran la necesaria y constitucional neutralidad ideológica de los espacios públicos sino que podrían interpretarse como propaganda ideológica, indudablemente inadecuada para una sede electoral. De ahí que 'Andalucía Laica' haya exigido a la Junta Electoral Central la retirada de estos símbolos y recomiende pedir a las mesas electorales, donde pudiera concurrir este hecho, la retirada de dichos símbolos mediante la presentación del escrito correspondiente (https://laicismo.org/ PHP/ p_documento.php?id=7992). Al menos en esta ocasión, hagamos aquello que a los políticos se les olvidó hacer.