Durante décadas, una aspiración de los sectores progresistas en la educación ha sido la reivindicación de "autonomía para los centros educativos". Curiosamente, esta formulación, en cuanto tal, coincide con los planteamientos de la derecha.
Dado el carácter extremadamente ideológico de esta Ley y lo que significa de involución y sumisión ciega a los dictámenes de la Iglesia Católica, la obligatoria oferta de la religión católica como materia evaluable, precisamente la asignatura de religión católica se debe convertir, -amparados en la autonomía de los centros para decidir-, en un elemento central de esta fase de la lucha con el método de la desobediencia civil frente a la LOMCE: no ofertar religión en los centros públicos, que debieran tener la capacidad de declararse "laicos" a través de sus Consejos Escolares. Y esto debe hacerse con el acuerdo mayoritario de los sectores de las comunidades educativas. Por tanto, desde la insumisión frente a la LOMCE, reclamamos la gestión y el control democráticos, que traerán consigo la autonomía para los centros educativos y el carácter laico para la educación. La democracia no hay que delegarla, hay que ejercerla.