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Iniciativa Laicista, 42. Marzo 2019

EDITORIAL por Gonzalo Herrera

Este 8 de marzo el mundo fue testigo de la más masiva manifestación conocida hasta ahora, con millones de mujeres, en más de 120 países de diversos continentes, expresando simultáneamente sus anhelos y demandas de género, particularmente el fin de la violencia machista y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en las diversas esferas de la vida que todos compartimos.

En Chile, esta conmemoración de la larga y muchas veces cruenta lucha de las mujeres por la reivindicación de derechos laborales en los países maquinizados del siglo XIX, tuvo también presencia en las más importantes ciudades del país, caracterizándose por la exigencia común, más allá del rango social o etario, de poner fin a la violencia cotidiana que se manifiesta tanto al interior de las relaciones de pareja como en el trabajo, tanto en los medios de transporte como en el espacio público, violencia escondida que muchas veces termina en femicidio. Como si esta realidad precisara corroborarse, en el lapso de 24 horas coincidentes con la emblemática fecha, dos mujeres, en distintas ciudades del país, fueron asesinadas por sus respectivos convivientes, movidos por la mentalidad machista de que la vida de las mujeres les pertenece.

No obstante, las exigencias del movimiento feminista abarcan hoy muchos y muy amplios temas, que adquieren características de interpelación social. Seguramente, en orden de importancia, lo que sigue al clamor de poner fin a la violencia es la igualdad de género, aquella que permita a las mujeres recuperar su dignidad y gozar de sus derechos, tantas veces conculcados. Entre estos se hallan los derechos laborales, en lo que respecta a trato, igualdad salarial y oportunidades,  y los derechos sexuales y reproductivos, entre ellos el derecho a la libertad sexual independiente de la reproducción, la cual debe decidirse respetando la propia decisión de la mujer. Por lo tanto, en esta perspectiva de género, es impostergable erradicar la discriminación, la coerción y la violencia presentes todavía en muchos sectores de la sociedad actual, especialmente aquellos que son más permeables a las directrices religiosas, como en los países de tradición islámica y, en Latinoamérica, dadas las férreas normas cristianas que intentan reprimir la sexualidad.

En nuestra sociedad, con la impronta patriarcal afianzada a través de muchos siglos, se fueron “normalizando” dentro de la familia las relaciones de poder económicas y sexuales a favor del hombre. Todo esto trajo consigo un férreo control del ejercicio de la sexualidad de la mujer y la condena al divorcio y a la anticoncepción, más aún al aborto.

Estos son los límites que parecen conceder al movimiento feminista ciertos círculos de poder, que hace sólo una década desdeñaban estas demandas, invisibilizándolas en los medios de comunicación bajo su control. Ante la sorprendente adhesión ciudadana que concita el requerimiento de género, hoy no cabe oponerse a ello, pero se intenta circunscribirlo a los

El ideologismo no confesado en el intento de contrarreforma educacional temas de violencia que afectan a la mujer o, cuando más, a sus derechos salariales. Se argumenta que r,temas como el aborto o la orientación sexual escapan a la agenda muje siendo más propios de un feminismo radical. Se les advierte que el movimiento de mujeres no debe traspasar los límites de “lo particular”, ante el riesgo que “se politice” o pueda ser instrumentalizado, al incursionar en temas tan amplios como la educación no sexista, la militarización de La Araucanía o una nueva ley de inmigración con enfoque de género.

La falacia de esta argumentación es evidente. No puede haber una agenda exclusivamente femenina, porque la igualdad de género es en último término una confrontación con el poder. Las demandas femeninas son profundamente políticas, en el sentido más noble del término. Las élites político-social-económicas funcionan en armonía con una cultura dominada por círculos de poder masculinos, cuyos integrantes muestran características de asombrosa homogeneidad —educados en los mismos colegios, con postgrados en las mismas universidades— que diseñan la mayoría de las políticas públicas con un sello patriarcal, aferrados al mensaje de la revelación para perpetuar las brechas de una sociedad no equitativa, que segrega según orígenes étnicos y raciales, que distribuye bienes según el género o la clase social, por lo que la demanda de las mujeres en cuanto a que se les permita una mayor participación en política, tiene una consistencia innegable. Así, cuando piden educación no sexista están pidiendo educación no discriminatoria, cuando piden terminar con la violencia en contra de la mujer están pidiendo erradicar la violencia en toda la sociedad, cuando se movilizan para no ser despedidas de sus puestos de trabajo durante los años de crianza lo están haciendo por una sociedad respetuosa de los derechos humanos de madres y niños, cuando denuncian la violencia en contra de las comunidades mapuche están preconizando una sociedad más pluralista e igualitaria.

La igualdad de género debería alcanzar un lugar prioritario en la agenda de todo partido o institución que se defina con un carácter progresista. La lucha por los derechos de las mujeres sería un importante refuerzo en la lucha por los derechos humanos con carácter universal, comenzando a desterrar la mentalidad patriarcal, democratizando las decisiones que hoy tienen un sello de dominación y jerarquía, asumiendo la reformulación de la economía, teniendo como objetivo su transición a la sostenibilidad necesaria para aspirar a la igualdad social.

El que progresivamente la otra mitad de la humanidad llegue a hacer suya la visión feminista de la sociedad, colaborará decisivamente al propósito de avanzar hacia el fin de la intolerancia y de toda discriminación, ya sea por sexo, identidad sexual o expresión de género, tanto como por el color de la piel, la proveniencia social, la calidad de inmigrante, las ideas políticas o creencias (o no creencias) religiosas de cada persona.


SUMARIO

El ideologismo no confesado en el intento de contrarreforma educacional
Gonzalo Herrera G.

Postmodernidad. ¿Está obsoleto el concepto de educación laica, gratuita y de calidad?
Rodrigo Marilef B.

¿Hacia una deslaicización de la enseñanza?
Sylvie R. Moulin

Efectos no monetarios de la Educación
Francisco Villarroel

Chile:Se busca liderazgo ético
Carlos Cantero O.

Tecnología y Vida: Congreso Futuro Chile 2019
Eduardo Quiroz S.

La visión neodarwinista de Dawkins
Rogelio Rodríguez M.

Naturaleza humana. Bioconservadores versus bioevolucionistas
Walther Meeder B.

Don Juan,antihéroe de la Modernidad
Errol Dennis M.

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