"Como ciudadanos de España y, desde nuestro total y absoluto respeto a la libertad religiosa de todos y cada uno de los ciudadanos – sean civiles o militares, políticos o empresarios, gobernantes o gobernados –, dice la misiva, nos parece del todo inaceptable esta expresión anacrónica, involucionista y predemocrática, más propia de un país confesional o integrista en materia de religión, que del nuestro. Un acto que, además de vulnerar – en nuestra opinión- el espíritu y la letra de la Constitución (donde se declara que en España “ninguna religión tendrá carácter estatal”), supone una ofensa grave y gratuita hacia los ciudadanos pertenecientes a otras confesiones religiosas (o a ninguna), que forman parte de las Fuerzas Armadas Españolas.
Aceptan que este tipo de anacronismos no han estado ausentes en los 30 años de Democracia en España, "pero éste sorprende por su importunidad, en un momento cuando, aún desde las más altas jerarquías de la Iglesia Católica, se incorpora al discurso oficial -social y político- el concepto de “laicidad positiva”, reconociendo la necesaria separación entre Iglesia y Estado, tal y como han hecho recientemente el Papa Benedicto XVI y el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela. Un concepto que, dicho sea de paso, ha sido una de las señas de identidad del cristianismo evangélico a lo largo de su historia".
La carta, con firma de Daniel Rodriguez y Mariano Blázquez Burgo, afirma contundentemente: "Por eso creemos que se debe avanzar hacia la laicidad, y no a la inversa. Y pensamos, por lo tanto que, en las actuales circunstancias históricas, políticas y sociales, este tipo de actos militares que consagran y celebran el sincretismo entre Estado y Religión, concediendo de manera oficial el rango de “generala” del Ejército a una figura religiosa determinada, resulta bochornosa y nos sitúa de espaldas al progreso."