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Independencia del Estado de confesiones religiosas

Las ceremonias del Año Nuevo Aimara, que el Gobierno del Presidente Evo Morales busca extender como Año Nuevo Andino-Amazónico, constituye uno de los ejes impulsados por el gobierno para alejar a la población de las tradiciones que llegaron con la colonia, y al mismo tiempo intentan recuperar algunas tradiciones milenarias. El objetivo puede entenderse como respuesta al mandato laicista de la Constitución Política del Estado, pero contradice esa misma norma al tratar de imponer una nueva forma religiosa, que no responde ni a las creencias de la población, ni a las tradiciones regionales, a la racionalidad cultural ni a la verdad histórica.

Las ceremonias supuestamente sagradas realzadas en Tiahuanaco, Samaipata y otros lugares simbólicos, fueron conducidas por los amautas, chamanes y autoridades autóctonas de cada comunidad, que fueron los encargados de la práctica de rituales que extrañan, por igual, a turistas y a pobladores de la región, que siguen yendo los domingos a misa y los sábados a la asamblea cristiana. Tiahuanaco, como ocurrió los últimos cinco años, volvió a ser el centro simbólico que permitió recibir los primeros rayos solares de Inti, el viejo o nuevo dios sol, según como se vea. El Presidente Morales junto a su Canciller David Choquehuanca y varios otros líderes originarios, dieron el ejemplo de la forma de recibir las energías que se vitalizan al pasar por la puerta del sol. Pero no es solamente eso, se pretende inducir un nuevo calendario, según el cual en lugar de celebrar el 2011, lo que se cumple es el año 5519, basado en un cálculo nada ortodoxo ni científico que suma cinco ciclos (cada uno de mil años) de supuesta existencia de pueblos originarios, hasta el inicio de la conquista española en 1492. Esos 5.000 años más los 519 hasta la fecha dan los 5.519 según los mentores de la nueva cultura originaria campesina, que buscan borrar el seguimiento de la religión Católica, argumentando que Bolivia es a partir de la nueva Constitución, un Estado Laico. Pero el hecho de que se auspicie un matrimonio múltiple bajo una supuesta religión originaria que reclama las bendiciones de la luna, el sol y los Achachilas, (Montanas), o las ceremonias rituales realizadas en Tiahuanaco, entran en abierta contradicción con el significado de un Estado Laico, que define la independencia del gobierno, del país o del Estado, de cualquier organización o confesión religiosa. Pero lo que hace el gobierno es más que inducir. Es inventar, fomentar y hasta practicar una nueva religión. Es necesario advertir el peligro que esta clase de manifestaciones públicas, en ciertos contextos que pueden llevar a otra polarización, creando una bomba de tiempo. El Estado debe evitar que los ánimos y los discursos religiosos se apropien de la esfera pública. La tolerancia a las ideas religiosas y tendencias solo es posible cultivarla con el ejemplo, en el contexto de un Estado laico. Para ello es necesario un Estado imparcial ante las diferentes religiones. Asimismo, en necesario que las Iglesias, sectas o grupos que quieran desenterrar costumbres milenarias, convivan sobre una base de respeto mutuo y que se dediquen a los asuntos exclusivamente religiosos y no se mezclen con la política y con la función pública. De ello surge la necesidad de que los funcionarios públicos eviten participar a actos religiosos públicos, especialmente en representación del Gobierno o del Estado. La historia está llena de ejemplos de la convivencia pacífica entre personas que piensan, legítimamente, distinto, y también de la violencia que surge cuando se pretende imponer una forma de pensar o una religión. La Organización de Naciones Unidas, ha probado una norma dirigida a evitar el imperialismo cultural. Busca esclarecer una opción, para aproximar a las diferentes tradiciones religiosas y culturas autóctonas y reconocerlas como colaboradoras en la promoción de un mayor respeto de los derechos humanos y de su observancia. Pero de ninguna manera, imponer o apoyar determinada tendencia. Los derechos humanos relacionados con la diversidad y la integridad cultural de la ONU, abarcan una amplia gama de protecciones, incluyendo: el derecho a la participación cultural; el derecho a disfrutar del arte; a la conservación, desarrollo y difusión de la cultura; a la protección del patrimonio cultural; a la libertad para la actividad creativa; a la protección de las personas pertenecientes a minorías étnicas, religiosas o lingüísticas; a la libertad de reunión y asociación; el derecho a la educación, a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, a la libertad de opinión y de expresión; y el principio de no discriminación. Pero todo ello, en el marco del respeto a otras tradiciones, costumbres y derechos de otras comunidades.

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