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Iglesias y Monedero, profetas de los desamparados

Estamos convencidos de que las opiniones de Pablo Iglesias y de Juan Carlos Monedero no son las opiniones de Podemos. Mucho menos lo son cuando lo que dicen va directamente contra una de las señas de identidad de Podemos, como es la defensa de la laicidad del Estado.

Tanto el primero como el segundo han intervenido públicamente para justificar el comportamiento del alcalde de Cádiz, alias Kichi, el cual, ha concedido la medalla de oro de la ciudad a la Virgen del Rosario, emulando las hazañas nacionalcatólicas del otrora ministro del Interior, Fernández Díaz, el hombre que susurraba a su ángel custodio, llamado Marcelo.

Iglesias lo ha justificado diciendo que “Kichi ha manejado el asunto de una manera muy laica” (diario.es, 3.6.2017). ¿Y en qué consiste dicha manera? Según sus palabras “en que en una ciudad como Cádiz, con esa tradición anarquista y liberal, esa Virgen, tan vinculada a las cofradías de pescadores, no va unida al conservadurismo que nos podría parecer desde fuera“. Impagable confesión. El conocimiento teosófico que demuestra Iglesias sobre la naturaleza progresista o conservadora de las vírgenes celestiales resulta abrumador. Según él, conceder medallas a vírgenes a las que son tan devotos los tradicionalmente anarquistas pescadores gaditanos es, por proximidad ideológica, un acto anarquista, y, si no llega a tanto, como mínimo de izquierdas. Y laicista. Y, en segundo lugar, “se trata de una manera muy laica porque es una muestra de respeto a los sentimientos populares demostrando que hay que convivir con distintos pareceres y tradiciones. Los urbanitas de izquierda tenemos que aprender a respetar esas tradiciones tan arraigadas en el pueblo”.

La argumentación de Iglesias, además de tópica y paternalista, en nada se diferencia de las tesis esgrimidas por los políticos de derechas y de una supuesta izquierda cuando se escudan en los sentimientos religiosos y la tradición para escaquearse del cumplimiento de la no confesionalidad del Estado, establecido por la Constitución (art. 16.3).

¿Y Monedero? Sucede lo mismo que con Iglesias. Ignorábamos que tuviera conocimientos teológicos tan íntimos acerca de la familia celestial. Si el primero distinguía entre vírgenes progres y conservadoras, Monedero diferencia entre el consumo de vírgenes para pobres y otra para ricos (en Público, “Ahí va, la virgen” (28.5.2017).

Ambos se esfuerzan en demostrar que no es lo mismo que las concesiones a las deidades celestiales las haga un ex ministro de derechas a que las perpetre un militante de la izquierda. Las primeras son condenables; las segundas. Pero lo único que consiguen es hacer el paripé ideológico intentándolo. La irracionalidad siempre lo será, la practique Agamenón o sus porqueros, llámense Iglesias o Monedero.

Dice este que “la Virgen de los humildes, aun siendo cierto que trabaja más tiempo para los poderosos que para los pobres, ayuda a que los golpeados imaginen la vida un poco menos miserable. Y eso, nos guste más o menos, hay que respetarlo”. Ya. Porque lo diga él. Nada es sagrado y todo se puede discutir. Pero, si Monedero tiene justificación empírica de que la Virgen ayuda al pobre, habrá que bajar la testuz. Eso sí, en su próximo artículo será necesario presentar los avales correspondientes, remitidos, a ser posible, por la propia Virgen y por los agraciados de su intervención milagrosa.

Añade, en la misma línea que Iglesias, que “no es lo mismo que los humildes celebren a la Virgen, en su mundo sin grandes esperanzas, a que la celebren los que cierran a los humildes sus esperanzas”. ¿Y cómo sabe Monedero quién es más agradable a los ojos de la Virgen? Nunca lo sabremos, a no ser que dicho cariño lo avale con un certificado celestial mariano.

Siguiendo este reguero de falacias misticoides, hasta parece mentira que, en el debate sobre la pertinencia o no de emitir misas dominicales por televisión, Iglesias y Monedero no plantearan que eso dependería de si la celebraba un sacerdote de pobres o de ricos, del Opus o de la teología de la liberación, o si se oficiaba en una capilla de la Virgen de los desamparados o en la sacristía del arzobispo de Constantinopla.

Más aún. Monedero sostendrá que como “Kichi es de izquierdas, republicano y defiende una Iglesia al servicio de los pobres”, se puede permitir dar medallas a la virgen del Rosario y al lucero del alba sin manchar su ademán laicista. Porque como dice el teólogo de barbecho Monedero, su amigo Kichi “escucha al pueblo en el momento concreto en el que vive el pueblo, que es el ahora.” Una distinción que parecerá de raigambre marxista, pero, más bien, es flatulencia soltada en el camarote de los hermanos Marx.

¿Hasta cuándo durará esta celebración del fetiche, de la superstición y de la marrullería místico teológica? Monedero lo tiene claro cual profeta del antiguo testamento: “Solo cuando nos emancipemos de los dioses, donde no habrá vírgenes ni dioses”. ¿Y cuándo nos emanciparemos de la corte celestial y sus vírgenes? No sabe, no contesta. Una pena.

Monedero culmina su afrenta a la inteligencia advirtiéndonos de que Kichi no actúa de forma inconsciente, sino porque “lo tiene claro. Y sin ayuda de la virgen, porque dios nunca abandona”. Lo que han oído. Dios nunca abandona. Un buen lema para las próximas elecciones que Podemos podría enarbolar en Madrid, poniendo como prueba de superación del infortunio de los desgraciados la intercesión de la virgen del Rosario, en Cádiz.

Hablando en serio. Lo hecho por Kichi en Cádiz es incompatible con un político de Podemos que lucha por la implantación de una sociedad laica, plural y respetuosa con las distintas creencias y no creencias del pueblo. Que este sea creyente o no creyente, sea devoto de san Críspulo o san Cojonciano, allá él. Pero que, desde una institución democrática y plural, no confesional como es un ayuntamiento, legitime comportamientos católicos excluyentes, es, no solo impresentable desde el lado de la racionalidad, sino desde la propia constitución.

Primero, porque la concesión de la medalla de la ciudad a la virgen del Rosario, no es conforme a Derecho. Al fin y al cabo, ¿dónde está esa persona jurídica que recibe dicho honor? Más que conforme a Derecho es conforme a la más tradicional de las supersticiones. Y que se sepa, la Virgen del Rosario no ha hecho ningún mérito, ni ha aumentado la renta per cápita de las clases menesterosas, como en su tiempo hizo la Virgen del Rocío, capaz de acabar con la crisis económica moviendo una sola mano, según atestiguara Fátima Báñez.

Segundo, Kichi antepone sus convicciones personales al marco legal constitucional, o, si se quiere, hace suyas las convicciones religiosas populares y así cree representar a toda la ciudadanía gaditana en esta materia, dando un salto imaginario mental que solo cabe en un iluso. Ha atentado contra la pluralidad confesional de la sociedad gaditana, anteponiendo en exclusiva la confesión católica por encima de cualquier tipo de creencia o de no creencia. El próximo paso será consagrar la ciudad a dicha Virgen, como hacía Alfonso XIII y, luego, el nacionalcatolicismo, que ofrendaba España al Sagrado Corazón.

El alcalde ha faltado al respeto a los ciudadanos que no esperan que la solución de sus problemas sea resultado de la intercesión milagrosa de una Virgen aunque esta sea de los pobres y de izquierdas. Y ha despreciado a los creyentes reduciendo el objeto de su devoción a mero debate político. Debate que a estas alturas no debería existir. En especial, si se acepta que los políticos representan a un Estado No Confesional y, por tanto, no deben involucrarse en hechos y actitudes que defienden una determinada confesión religiosa o, como es el caso, la defensa de una Virgen anarquista encariñada con los pobres.

Teníamos noticia precisa de que el principio de no confesionalidad del Estado, que debería regir en España, no encaja con prácticas propias del nacional-catolicismo, heredadas del régimen de Franco, y que el gobierno del PP ha convertido en seña de su identidad patriótica. Lo triste del caso es que representantes de Podemos traten de emular sus hazañas, incluidas, las del ex ministro Fernández y su fascismo de la fe.

Defender estas prácticas confesionales, usando y abusando del poder municipal conduce inexorablemente al desprestigio del poder civil y a una preponderancia y mantenimiento del poder religioso en la sociedad.

Si es así como Iglesias y Monedero pretenden emanciparnos de dioses y de vírgenes, apaga y vámonos.


Víctor Moreno, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Fernando Mikelarena, Ángel Zoco, Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort

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