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Iglesias, religión y dinero

En los últimos tiempos, como parte de la novedad de la Psicología del éxito personal, y la proliferación de iglesias de diferente denominación, sin la menor regulación institucional y de impuestos, se ha venido hablando del poder que adquieren y del dinero que mueven, existiendo casos oscuros en torno a su origen. Y es que en una industria que vive del enriquecimiento espiritual y de los dogmas, los súbditos cercanos se apegan ciegamente a los liderazgos carismáticos.

Ahora bien, en diversos casos que hoy son noticia parece comprobarse una hipótesis que este escribiente ha venido manejando desde abril del 2015: en Guatemala existe una frontera muy tenue, casi inadvertida, entre el lado formal y legal de las empresas, principalmente las más grandes y de crecimiento rápido, y los ambientes informales, grises e incluso oscuros de la economía y el dinero: los Panama Papers, las corruptelas, e incluso la violencia criminal están ligados a estas complejas relaciones.

En “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, el genial alemán Max Weber subraya el espíritu moderado y comprometido con el trabajo y el pago a tiempo de las deudas, comportamientos fundamentales de una sociedad que se desenvolvía en base a la confianza, y el encumbramiento de la racionalidad de las leyes, vigilada por una burocracia pública de la que Weber es el pionero de su estudio.

El capitalismo, asevera Weber, amo absoluto de la vida de la economía, educa y crea por la vía de la selección económica los sujetos, empresarios y trabajadores que necesita; y su adversario en los primeros tiempos era el tradicionalismo, léase el feudalismo y el rentismo, vinculado este último a la herencia, el linaje y los privilegios.

Así, el afán de éxito personal, motor de la nueva técnica, unido a trabajadores más contentos y metódicos, se constituyó en uno de los factores del crecimiento económico del norte europeo, movido también por un espíritu humilde, que se rompe a medida que en los Estados Unidos se erige la edad del oropel, en las primeras décadas del siglo XX, y el Vellocino de Oro es encumbrado como la santidad principal del nuevo espíritu, empujando así la avaricia y la especulación.

En estos días, los nuevos sucesos de negocios eclesiásticos se hacen tendencia cuando los jueces buscan medidas de coerción en contra de grandes empresarios de la infraestructura y la construcción, que hicieron fortuna gracias a la presencia de una endeble burocracia, que en nada se parece a la imagen del servidor público que Weber recomienda, para ponerle freno a ese famoso refrán que hoy se debe desempolvar: “en arca abierta hasta el justo peca”.

Vivimos así en una sociedad de medias tintas y de liberalismo y capitalismo deformados: si se imponen impuestos progresivos, al más claro estilo alemán, se protesta por los poderosos. En los foros sobre asuntos económicos y políticos encumbran a Chile como una sociedad ejemplo a seguir, pero cuando se habla de emular sus instituciones, sus intendencias, como la que vigila la comida chatarra, ponen el grito en el cielo, y activan a sus magistrados y pregoneros, que los hay por montón.

Edgar Balsells

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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