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Iglesia y Estado

Un reportaje publicado en 21rs, la revista cristiana de hoy, se hace eco de las posturas enfrentadas entre el gobierno presidido por José Luís Rodríguez Zapatero y la jerarquía católica, por lo que hace a los símbolos religiosos que el Gobierno de Madrid considera reliquias del pasado que no tienen lugar en un Estado aconfesional.

Victoriano Mayoral dice que :”los símbolos religiosos en un estado aconfesional no tienen razón de ser y se tendrían que suprimir los que todavía quedan” Dionisio llamazares, añade. “No casa con la laicidad la presencia de símbolos religiosos en actividades públicas o actos de Estado”. Cita la presencia del crucifijo en las salas de administración de Justicia y en las aulas de educación pública: “Una y otra han de ser exquisitamente neutrales ideológica y religiosamente, la presencia de estos símbolos desnaturaliza esta neutralidad”.

A pesar de que han pasado veintiocho años desde que se aprobó la Constitución vigente, España sigue desprendiendo por los cuatro lados un fuerte olor a religión. Aún no nos hemos liberado del lastre que acompaña a los acontecimientos sociales como las fiestas mayores. Estas festividades que deberían ser neutrales por ser celebraciones en las que participan personas de diversidad ideológica, todavía traspiran religión. No habiéndose tomado en serio durante estos años de andadura democrática la laicidad del Estado, hace que cuando alguien actúe consecuentemente con esta condición se hagan declaraciones que atentan claramente contra la libertad de conciencia que protege la Constitución.

Se ha de reconocer que en el caso del Papa, debido a su doble condición de ser cabeza de una comunidad religiosa y jefe de Estado, se puede presentar alguna duda cuando actúa en un sentido u otro. Pienso que el presidente del Gobierno procedió de una manera muy correcta no asistiendo a la misa celebrada por el Papa porque es una manera práctica de enseñar la laicidad del Estado que defiende la constitución de 1978. Las palabras de Ángel Acebes diciendo que la ausencia de José Luís Rodríguez Zapatero de la misa papal es “una falta de educación clarísima”, sólo se pueden entender en el sentido de que es una manera de intentar atraer al voto católico o, una añoranza del nacional catolicismo de una pasado reciente de recuerdo muy desagradable.

Apruebo el comportamiento del presidente Zapatero y me gustaría ver como el resto de los políticos, sea a nivel estatal, autonómico y local, saben actuar con la dignidad con que lo ha hecho José Luís Rodríguez Zapatero. No deben tener miedo a las críticas de personas tan poco sensatas como lo es Ángel Acebes.

Los fieles católicos no se deben dejar embaucar por el torpedo lanzado contra la línea de flotación del Gobierno cuando dice que la ausencia de Zapatero de la misa papal fue “una provocación a los católicos”. Más que una provocación fue un acto de normalidad democrática en un Estado laico. El hacer de Zapatero, en una democracia consolidada no habría sido motivo de ningún comentario. Desgraciadamente, nos falta mucho para llegar a ser una democracia consolidada. Los políticos que son agnóstico, ateos o creyentes no practicantes, deberían poner en práctica la no asistencia a los actos religiosos a los cuales la tradición les atribuye la obligación de hacerlo cuando actúan en nombre de instituciones públicas. Hacerlo, les quitaría la máscara de hipocresía que se ponen cuando actúan de manera que no quisieran hacerlo. Los políticos católicos convencidos deberían hacer lo mismo cuando actúan en representación oficial de las instituciones públicas. Otra cosa es que lo hagan a título personal, derecho que nadie les discute.

Después de veintiocho años todavía no tenemos una democracia consolidada. Maneras de pensar como las de Ángel Acebes lo confirman. Hemos de avanzar por lo que hace al respeto a la libertad de conciencia. De consolidarse este derecho fundamental se fortalecerán los otros derechos.

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