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Iglesia y Estado. El hombre es la medida

Aunque, racionalmente, haya parecido suficiente la argumentación que instrumenté, en el primero de esta serie, para mostrar la inseparabilidad entre Iglesia y Estado, y aunque la historia, que hemos recorrido, nos mostró dicha inseparabilidad, aun así, debo decir que los hombres han considerado reiteradamente que dicha separación es conveniente para bien de la humanidad. Esta separación se conoce técnicamente como "laicismo", y políticamente como "democracia". En ambos se tiene como requisito indispensable la no injerencia de Dios en los asuntos del hombre, pero en ambos se confunde a Dios con la torpeza y ambición de quienes deben servirle. El faraón Amenhotep IV hacia el 1364 AC. genera un movimiento de purificación religiosa desconociendo a las castas sacerdotales que ejercían un claro dominio político, pero luego él mismo intenta divinizarse; algunos emperadores romanos repitieron el intento instalándose un altar entre los dioses al tiempo que impedían la injerencia política a los ministros del culto vigente; por el 1296 Felipe IV "El Hermoso" sostiene un serio enfrentamiento con el papa Bonifacio VIII y esto ha sido tomado "históricamente" como antecedente del laicismo posterior en los estados, pero debemos notar que, de nueva cuenta, el conflicto se presenta porque tanto Felipe como Bonifacio están pugnando por el poder temporal. El momento legítimo del laicismo lo representa el siglo de las luces (XVIII) con su trasfondo filosófico racionalista, y, de nueva cuenta, no separan religión y gobierno sino que divinizan la razón para que ésta gobierne. El desastroso resultado en la Revolución Francesa es conocido y ponderado por todos: la exacerbación de los derechos humanos y el menosprecio por las obligaciones del hombre sólo ha generado soberbia y violencia en las sociedades. En ese contexto caótico y contradictorio bajo las divisas de "libertad, igualdad, fraternidad" el hombre alcanzó los extremos de "esclavitud, castas privilegiadas y enemistad" bajo el reino del terror jacobinista. Los jacobinos (el grupo de los resentidos en el régimen monárquico) encontraron en esta revuelta las condiciones propicias para descargar su odio y cobrar el precio político-económico que, a juicio de ellos, se les debía; de manera que en lugar de "libertad, igualdad, fraternidad" el lema debió ser "ahora nos toca"; he aquí un doble error: la razón divinizada y el resentimiento como motor de la historia. Estos angelitos que hicieron bandera de los "derechos humanos" inventaron todos los males que padecen ahora las llamadas "democracias". En los jacóbinos alineaban por igual campesinos, artesanos y comerciantes ricos; unos porque padecían hambre, otros porque no tenían satisfecha su ambición política; era pues natural que no hubiera entre ellos consenso; pero fueron utilizados igualmente por los vivales. Emmanuel J. Sieyes, vicario general de Chartres desde 1787, difunde en 1789 dos panfletos que influyen en esta toma de conciencia: "¿qué es el tercer estado?" y ''el espíritu de la igualdad"; en ellos señala el abuso claro del privilegio de castas diciendo: "poco menos de 200,000 gozan de privilegios mientras que 26,000,000 padecen la opresión". Sieyes parece descansar en Aristóteles, (política III), porque, igualmente, dice que el gobierno debe fundarse en la ley; pero mientras que Aristóteles sostiene el origen divino de la ley cuya universalidad debe ser particularizada por un gobierno al que debemos suponerle una disposición natural para someterse a la ley divina sin viciarse por la pasión animal, Sieyes, en cambio, está abogando por una ley que "divinizada" emana "perfecta" del hombre mismo. La toma de "La Bastilla", en 1789, fue el primer logro de estos comunicados de Sieyes; la masa había sido manejada. El pliego subversivo señalaba: Un Estado absolutista que consumía la economía nacional, un gran número de funcionarios de privilegio que buscaban solamente su propio beneficio, un ejército desproporcionado y obsoleto que no justificaba su mantenimiento, lujos superfluos de la corte, y para enfrentar esta precaria situación se recurrió a aumentar los impuestos (si encuentra usted alguna semejanza, en el Méjico de hoy, es sólo coincidencia). El efecto fulminante de estos panfletos puso de moda los comunicados y hasta 1794 se recurrió profusamente a los literatos mercenarios que se hacinaban en la "Calle de los gusanos" y escribían tanto a favor de la monarquía y el clero como a favor del "tercer Estado" la burguesía; a estos escritores sólo les interesaba el precio (si encuentra usted otra similitud actual ignórela por favor). Los jacobinos se constituyeron en clase política, revivieron y aumentaron todos los abusos que señalaban en la monarquía, volvieron sistemático el uso de los comunicados para manosear la conciencia del pueblo; esto generó una nueva clase, más dañina aun que las anteriores, los que hoy acostumbran enriquecerse manoseando la verdad y poniéndola al servicio de los explotadores del pueblo que sigue sufriendo miseria. Michelett en su "Historia de la Revolución francesa" sostiene que llegó a haber 44,000 comités jacobinistas castrando la libertad y el derecho en el territorio francés. Es claro que nacieron entonces los partidos políticos, que se adjudican todos los privilegios, y los medios de comunicación, que comenzaron de siervos y ahora compiten por el poder. ¿Recuerda usted la reforma fiscal México junio 2007 ? Tenía el objetivo primordial de hacer efectiva la obligación fiscal sobre los capitalistas pero éstos turnaron la prioridad sobre los medios de comunicación que evaden impuestos disfrazándose de filantropía; luego los medios cerraron el círculo vicioso regresando la reforma sobre los partidos políticos y esta lucha por romper equilibrios entre las tres fuerzas, que corrompen la democracia y someten al país, dio al traste con la carera de Carlos Ugalde, consejero presidente del IFE hasta noviembre 2007. Poco hay que comentar después de los hechos, pero, tristemente, 1os medios corrompidos son expertos en ocultar los hechos. Pluguiera a Dios que sólo prosperaran los medios honestos, que los hay muchos, y entonces tomaría su verdadera dimensión la palabra del Cristo: "A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César", porque no, significa se deban separar la religión y el derecho sino que estando juntos no se inmiscuyan uno en las funciones del otro; así como el espíritu y la carne constituyen al hombre pero el espíritu no se inmiscuye en el metabolismo ni la carne define la caridad, así la Iglesia y el Estado, sin separarse, cumplan su función: ni la Iglesia luche por cotos ni el Estado guíe almas.

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