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Homosexuales e iglesia

No solo es “individuo” el cuerpo humano, sino también el espíritu es “individuado” por su relación trascendental a él. No solo el “cuerpo” es naturaleza, sino que el “espíritu” también lo es y es específica.

El verdadero amor no puede surgir a consecuencia del atractivo de un cuerpo humano, del contemplar sus atributos, pues son valores efímeros, caducos… sino que nace del "conocer" la belleza que habita en las profundidades del alma humana, allá donde el amor siempre es siempre joven y está vivo.

La Iglesia Católica ha cometido un grave error al juzgar la homosexualidad conyugal y sexual desde un punto de vista dogmático totalmente material, cuando la esencia de toda relación de estima humana germina a partir del sentimiento, aquello más puro que únicamente se encuentra en el habitáculo del alma.
La Santa Sede apela, para oponerse a leyes que autorizan el matrimonio entre homosexuales, a las Sagradas Escrituras, que en resumen vienen a decir que el matrimonio tradicional (hombre-mujer) es Santo e instituido por el Creador a través de este mensaje: “sed fecundos y multiplicaos”. A partir de estas sentencias, la relación entre homosexuales es calificada como grave depravación humana surgida a causa de una anomalía de su conducta, convirtiendose estas relaciones nocivas para el recto desarrollo de la sociedad y en contra del bien común, ya que es un acto sumamente inmoral.
Añade también la Santa Sede, que reconocer las uniones homosexuales significaría no solo aprobar una conducta “desviada” y convertirla en un “modelo” para la sociedad actual, sino también asfixiar valores fundamentales inherentes al patrimonio común de la humanidad.

Desde  el momento en que el gobierno socialista hace apología del estado laico y democrático considerando lícitas las uniones entre homosexuales y lesbianas,  está generando un mensaje a la Iglesia Católica: “El bien común de las religiones y la política pueden y deben trabajar juntos, pero no “institucionalicen” Vds. sus dogmas particulares”. El Sr. Rouco Varela, entonces al mando de la Jerarquía de la Iglesia Católica, contestó que “nosotros estamos obligados a pronunciarnos desde nuestro ámbito, como son las cuestiones morales que desarrolla el Evangelio. La Iglesia proclama la palabra de Dios”, dijo.

¡La palabra de Dios! ¿Qué Dios? ¿Un señor con barba que se pasea por allá arriba? ¡Claro! Un Dios único justifica un Papa, un estado, un soberano, un imperio, un dogma de fe, un adoctrinado modelo social, un “sistema” mundial…, oigan, Vds. saben perfectamente que Dios no es una sustancia, sino una relación, ¡ya está bien de utilizar “La Palabra” de Dios por sus bocas!

Galileo, Vesalio, Kepler, Newton, Franklin, Descartes, Lutero…, grandes hombres a los cuales la humanidad les debe mucho, fueron mártires de la ciencia y el pensamiento, Sr. Rouco, perseguidos por la “particular palabra de Dios católica”, algunos de ellos hasta después de su muerte en nombre de la Inquisición. ¿O acaso es posible que “La Palabra” de Dios no posea el epíteto de perpetuidad?
La pregunta nos impele necesariamente a la suplantación de “La Palabra” de Dios desde su ámbito espiritual donde vive eternamente, al totalmente material por parte del verbo eclesiástico, generando una visión equivocada en muchos aspectos referentes al comportamiento humano.
La moral podríamos dividirla en dos caracteres:  moral o­ntológica y  moral social. La primera es íntima y proviene del natural criterio personal. La segunda es variable, pues viene avalada por los cambios de la sociedad a través del progreso humano (aquello que hace 50 años era una inmoralidad hoy es visto con normalidad).
Pero la moral intrínseca del individuo es de naturaleza espiritual, moral verdadera, aquella a la que deberían dedicarse todos los esfuerzos, sobretodo durante la edad dúctil. A este respecto, la “educación para la ciudadanía” contribuye de manera eficiente  en el largo proceso del progreso humano, así, hoy nos atrevemos sin pudor a preguntar a sus alumnos:

¿Es moralmente correcto que un homosexual o una lesbiana posean un sentimiento “puro” de amor hacia sus parejas?
¿Es posible que no puedan poseer un espíritu elevado, una conducta moral respetuosa hacia la sociedad o un noble corazón?
¿Es posible que no puedan ser cristianos?

Laas respuestas no pueden ser otras que aquellas surgidas de una educación basada en el respeto a la diversidad y al sentimiento humano.

La jerarquía católica se equivoca otra vez al no ser capaz de entender el alma humana (aquello inmortal desprovisto de sexo, el ser cognisciente, esencia de la vida).
¡Que menosprecio tan grande a la condición humana!

¿Cambiaría el mensaje de Jesús si hoy se confirmara que era homosexual?

El matrimonio entre homosexuales y lesbianas, la adopción de hijos por parte de éstos, es un derecho incuestionable, porque todo aquello unido por “amor” solo puede generar amor y bondad, por lo tanto, ni ataca la dignidad del matrimonio tradicional, ni al fundamento de la familia ni de la sociedad, sino todo lo contrario, se une a ellos porque, dotados de éstas virtudes, también forman parte.

La única gran depravación de la conducta humana son las guerras y los millones de niños que anualmente mueren de hambre, de sed o de sida. Pero los grandes responsables de esta depravación son “cuatro” poderosos que mandan del mundo a los cuales la Iglesia Católica les “bendice” las armas que utilizan para aniquilar aquello que Dios, su Dios, dicen que creó por amor.

El mismo Miguel Ángel Buonarroti estuvo expuesto a persecuciones envidiosas de nobles y sacerdotes que no entendían su genio artístico. Cuando el Papa Pablo IV condenó una escena de su obra “Juicio final”, el artista le contestó: “el Papa haría mejor en ocuparse de corregir los desórdenes y las indecencias que deshonran el mundo en vez de hacer una crítica tan extemporánea de su arte”. Miguel ángel era un reconocido y confeso homosexual.

“Por consiguiente, nosotros nos formamos el ser que somos y, penetrando en nosotros el espíritu de todas las cosas, necesariamente deberemos ser sabios”.    Wordswort.

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