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Homenaje a un crucificado

Espartaco nació en el año 113 antes de cristo y murió en el 71, crucificado. Su historia es la historia de un rebelde, nació en Dacia y su país fue vencido por el Imperio Romano, el imperio de la época, hoy tenemos otro no menos dañino. Se negó a servir a los que habían ocupado su país y se escapó, fue hecho prisionero y vendido  a un traficante de esclavos que los entrenaba para morir y matar en las arenas romanas, esos juegos bárbaros eran muy apreciados, Espartaco no soporto las humillaciones que él y sus compañeros debían soportar, así como la idea de que para sobrevivir debería acabar con la vida de los que eran sus amigos y compañeros de infortunio. Volvió a escaparse, esta vez no lo hizo solo, otros futuros gladiadores le acompañaban, muchos de ellos galos, pueblo que siempre amo la libertad. 
Así empezó una epopeya que estremeció a Roma, después de vencer a los primeros ejércitos que mandaron contra ellos se apoderaron de sus armas y se refugiaron en las cimas del Vesubio, allí fueron cercados y debido al genio de Espartaco vencieron otra vez a los generales romanos que les despreciaban como esclavos. De toda Italia vinieron esclavos a luchar con ellos por su libertad, la rebelión se extendió e hizo temblar los cimientos de Roma.  
Aquella admirada civilización creció sobre el dolor y el crimen, las familias patricias tenían derecho de vida y de muerte sobre sus esclavos, los querían dóciles, sino lo eran los mandaban a las minas donde morían en poco tiempo agotados, a las jóvenes las prostituian para traer dinero a las nobles familias y si un patricio moría de muerte no natural todos los esclavos de la mansión eran ejecutados sin investigar si tenían algo que ver con el crimen. 
Los luchadores que se unieron al rebelde juraron no volver a conocer tan terrible condición, vivirían o morirían libres. Su lucha contra el mejor ejército del mundo conocido duró casi dos años, la traición acabo con ella, quisieron pasar a África sin conseguirlo, las naves que habían pagado para conducirles allí nunca se presentaron, fueron vendidos a los  romanos y ya poco duró su lucha desesperada, en el año 71 fueron hechos prisioneros casi todos y crucificados, entre ellos su capitán, Espartaco que amaba tanto a sus compañeros de lucha como ellos le amaban a él, fueron crucificados, todos, las cruces se extendían desde Capua a Roma.a lo largo de la vía Apia. 
Su rebelión no fue inútil, ninguna lo es, el terror que la guerra servil, como la llamaron, hizo que se tratara mejor a los esclavos, su suerte nunca fue la misma, incluso se les daba tierras para el cultivo, algunos autores dicen que con esta guerra empezó ya el declive de Roma. 
Espartaco encarnó para siempre la idea de la libertad y de la lucha social, Karl Marx y Che Guevara le admiraban. En los últimos años de la segunda guerra mundial se fundó en Alemania un movimiento revolucionario marxista que llevó su nombre, los Spartakistas, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron sus principales dirigentes, en el año 1919 intentaron empezar la revolución en Berlín, a pesar de que algunos señalaban que aun no había llegado el momento oportuno, fueron derrotados por la alianza de los social-demócratas, de los restos del ejercito alemán y de los escuadrones negros de la extrema derecha. Sus líderes, como Rosa y Karl fueron asesinados y con muchos otros compañeros arrojados al río. 
Aun así el espíritu de Espartaco seguirá viviendo y recorriendo el mundo pidiendo siempre justicia y libertad. 
En nombre de esta lucha de amor a la libertad me gustaría que pensáramos en este crucificado en vez del que nos presenta la Iglesia en sus sombrías catedrales, el galileo es un símbolo de esclavitud, a diferencia de los que muchos parecen creer nunca predicó que los esclavos debieran ser libres, ni que todos los hombres fueran iguales, lo único que se predica en nombre de un personaje que nunca existió tal como nos lo presentan, es la sumisión, se nos dice que si somos esclavos del capitalismo, de los ricos de los feroces terrateniente de América Latina, es porque el dios de la cruz nos ha echo nacer ahí, debemos obedecer su voluntad, el revelarse es pecado y herejía y puede ser castigado con la muerte del hereje, así es, hasta hoy. Cuando la reina de España Isabel segunda quiso a petición de su gobierno acabar con la esclavitud en las colonias la Iglesia por boca del papa la amenazó con la excomunión, como ahora a los diputados que voten la ley del aborto, a través de los siglos nada cambia para ellos.  
Cuando esta Semana Santa miremos al crucificado y lloremos por sus tormentos, puramente míticos, derramemos también una lagrima por los niños pervertidos por sus servidores que en su nombre se creen todo permitido debido a la impunidad de que gozan, pensemos en el tormento de los pequeños, en su miedo y en el de sus familias impotentes ante una secta dispuesta a todo para hacerlos callar. Recordemos el horror que debió sentir el niño irlandés que logró huir del orfanato y se refugió en un puesto de policía para denunciar allí lo que se hacia con él, y vio que los policías le entregaban a los curas para que siguieran divirtiéndose a su costa y abusando de su inocencia, sus sufrimientos quizás fueran tantos como los del crucificado. 
En nombre de ese crucificado el papa nos dice que debemos perdonar los pecadores que abusan de nuestros hijos, para el guru de esa secta todo se borra con un padrenuestro y alguna ave maría, entre curas, hoy te absuelvo a ti y mañana tu a mi. Olvida este buen hombre, por llamarle de alguna manera, que se trata no de pecados, que solo a ellos incumben, sino de crímenes y delitos, de abusos y perversión de menores que deben ser juzgados y penados por el poder civil, sin que ellos deban, encubrir y cambiarlos de sitio para que sigan con sus gozos y placeres, eso les convierte en cómplices. 
Todo esto y muchos horrores mas se cometen en nombre del crucificado que estos días invade las calles de un estado que se dice aconfesional, si, prefiero pensar en la cruz de Espartaco que murió intentando que fuésemos libres y que quizás lo consiga si su espirito de rebeldía siguiera viviendo en nosotros.

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