Hola compañeras/os:
Con esta carta, desde la asociación Hezkuntza Laikoa, queremos difundir y recordar la reivindicación por la laicidad. Para lograr la equidad y la cohesión social es imprescindible, entre otros, el respeto a los principios de laicidad. En una sociedad democrática, el Estado debería ser neutral ante las opciones de conciencia y de religión. La enseñanza, proselitismo y adoctrinamiento de las creencias religiosas debería hacerse en el ámbito familiar, en las iglesias o en los lugares de culto, cuya
financiación debería corresponder a cada iglesia o comunidad religiosa.
El 9 de diciembre de 1905 el Estado francés aprobó la ley que garantiza la libertad de conciencia, la ley sobre la separación de la iglesia y el Estado (Loi du 9 décembre 1905 concemant la séparation des Églises et de l’État). Además de Francia, hay otros estados del mundo que son ejemplo de laicidad, como Uruguay. Pero aunque la constitución española diga que el Estado es aconfesional (Ninguna confesión tendrá carácter estatal), la realidad es muy distinta.
El Concordato de 1979, acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede, mantuvo y consolidó los privilegios concedidos a la Iglesia católica durante el franquismo. Los privilegios de los centros de religión católica, la asignatura de religión católica y sus profesores/as, en nuestro sistema educativo, tienen, pues, su origen en el nacionalcatolicismo de la dictadura.
Además, lejos de derogar sus acuerdos con el Vaticano, el Estado español firmó en 1992, con representantes musulmanes, evangélicos y judíos, acuerdos que han supuesto también la obligatoriedad de ofrecer en el sistema educativo las citadas materias de religión.
En la actualidad, estos privilegios que las autoridades religiosas poseen en materia educativa se materializan en:
- Los colegios religiosos se financian con dinero público.
- En los centros públicos la enseñanza de la religión confesional se paga con dinero público.
- El profesorado de religión, aunque es elegido por el obispo o la autoridad religiosa correspondiente, pasa a formar parte del claustro y adquiere las mismas o mejores condiciones laborales que los funcionarios.
- El currículo, es decir, el contenido a impartir, lo determina la autoridad de cada religión.
- Las familias y alumnado que eligen la asignatura de religión condicionan los horarios y estudios del alumnado que no opta por la de religión y le obliga a hacer «otra cosa» sin valor curricular.
- Las «asignaturas» de las religiones confesionales hacen que en estas horas lectivas los alumnos se diferencien por creencias.
El respeto a las creencias del alumnado y de las familias no significa que la escuela deba difundir dichas creencias ni que deba darlas a conocer de forma confesional. La religión tiene su espacio en la escuela: Historia, Arte, Filosofía… y en primaria se trabajan en áreas como Conocimiento del medio, sean cuales sean las creencias de cada cual.
Por todo ello, reivindicamos la educación laica, una educación que respete las propias creencias y que no acepte los privilegios de las religiones. ¡Es hora de suspender los acuerdos vigentes con el Vaticano!
Apariciones en la prensa relacionadas con esta publicación
- Respuesta clerical: ERELGUNE sale al paso de un panfleto que insiste en la eliminación de la asignatura de religión (Religión Digital)