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Hawking no cree en Dios

Por si muchos no lo tenían claro y pensaban que la postura del astrofísico Stephen Hawking podía dar pie a la especulación al respecto (como ocurre con Einstein, por poner un ejemplo), el Premio Nobel y uno de los mejores cerebros científicos del mundo, lo deja muy claro: no cree en Dios. Así lo revela en el adelanto de su próximo libro que acaba de aparecer en The Times.

Hawking afirma que la creación del Universo no tiene nada que ver con Dios, sino tan sólo con el Big Bang y la teoría de la gravedad. Y es que los datos y las estadísticas son contundentes: la ciencia es incompatible con la fe por más que las creencias religiosas continúan, mediante el proselitismo, siendo expandidas a lo largo y ancho del planeta, y por más que las religiones, mediante todo tipo de enrevesados e inentendibles argumentos, no dejan de replicar lo contrario. Alrededor del 90% de los científicos norteamericanos son ateos, a pesar de que en el grueso de la población el número de creyentes en deidades es muy superior.

La evidencia muestra que el conocimiento conlleva en sí mismo la exclusión de dogmas y creencias religiosas. El motivo es muy simple; ambos ámbitos, el científico y el religioso, asientan sus preceptos en premisas contrarias y opuestas. La ciencia busca la verdad a través de la constatación empírica o racional (nunca la ciencia afirma nada que no se haya demostrado), mientras que la fe es en sí misma la negación de la verdad, es decir, es la creencia impuesta en algo sin que haya sido confirmado por la razón, la experiencia o la demostración científica.

Otro científico norteamericano, Carl Sagan, afirmaba que la fe es el primer pecado, pecado contra la duda, porque la duda es el origen de todo impulso hacia el conocimiento y hacia la búsqueda de la verdad. Como los hombres de ciencia, intelectuales y librepensadores suelen ser en alto porcentaje racionales, es decir, ateos, han solido ser perseguidos a lo largo de la historia por las religiones como "herejes"o "blasfemos"; y el ateísmo ha sido revestido por un halo de mala reputación que para nada se corresponde con la verdad, sino, quizá, más bien lo contrario.

Sam Harris, otro brillante científico, afirma que el ateísmo no es una filosofía, ni una ideología, ni tan siquiera una opinión sobre el mundo, es simplemente el rechazo a negar lo evidente. Y la explicación del origen del hombre, del cosmos y de la vida es toda una evidencia demostrada hace muchos años por la ciencia. Hasta qué punto las creencias religiosas son impuestas y producto del adoctrinamiento ideológico es algo que se podría responder si consideráramos que, quizás, muy poca gente llegaría a creer en ninguna deidad si nadie fuera adoctrinado en ellas desde la infancia.

Como demócrata convencida defiendo el derecho de todo ser humano a creer en lo que quiera; cada quién es muy libre de creer en la deidad que prefiera, como de no creer en ninguna, como de creer en el monstruo del lago Ness, si éso a alguien le hace feliz. Sin embargo, al igual que las religiones se atribuyen la libertad de expandir sus credos, aun habiendo sido desmentidos por la ciencia, considero que esa misma libertad la tiene cualquiera que quiera expresar sus ideas. Y considero igualmente que todas las ideas son respetables, siempre y cuando no pretendan erigirse en Estado, ni imponerse como las únicas válidas, ni vulneren los derechos humanos. La historia nos muestra la ingente cantidad de guerras, enfrentamientos, dictaduras y genocidios que han asolado a la humanidad en base a esas imposiciones.

La cuestión moral parece ser, para muchos, la clave de la pervivencia de creencias y mitos. Es, sin embargo, una clave errónea, porque la moral y la ética humanas son normas humanistas y culturales, que no teológicas. En cuanto al asidero trascendente donde sustentar la supuesta vulnerabilidad humana, quizás esa vulnerabilidad no sea tanta; y quizás sea hora ya, en el siglo XXI, de que la humanidad sostenga sus ámbitos trascendentes en una visión humana, fraternal, solidaria, y holística del mundo y de la vida. Porque el mundo que vivimos contiene tanta grandeza que para muchos no es necesario buscar la trascendencia en otros ignotos o esotéricos lares.  La espiritualidad humana es algo tan privado que no creo que nada ni nadie pueda alimentarla realmente más que uno mismo.

Decía al respecto José Saramago, otro gran hombre, con un gran cerebro y un inmenso corazón: "No creo en Dios, y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en Dios, no lo necesito, y además soy buena persona".

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

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