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Hacia una cultura política de la tolerancia

Bar Italia, Paul Cadmus (1904 – 1999). Smithsonian American Art Museum.

“La mejor consecuencia de la educación es la tolerancia”

Hellen Keller

En 1763, el filósofo Francois-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, motivado por el asesinato del hugonote Jean Calas en 1762, quién fuera víctima de la intolerancia del pueblo de Toulouse, escribió su “Tratado sobre la Tolerancia”. La obra de Voltaire, permitió se reconociera la inocencia de Calas en 1765.

Voltaire fue un activo defensor de la libertad frente al dogmatismo, la superstición, la ignorancia, la tiranía y la intolerancia.

Para Voltaire, la tolerancia es un “derecho natural y humano”. En tal sentido Voltaire sentenció: “Sabéis que la intolerancia solo produce hipócritas rebeldes”; “la intolerancia es lo único intolerable”; “La intolerancia ha cubierto la tierra de matanzas”.

La tolerancia es entendida como el respeto por las ideas, creencias y prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.  En política, la tolerancia es aceptar y respetar los derechos básicos y las libertades civiles de las personas y grupos cuyos puntos de vista difieren de los propios.

La tolerancia debe ser praxis, acción, como actividad propia del ser humano que le permita transformarse a sí mismo, para alcanzar un nivel de conciencia destinado a comprender su devenir histórico.

La praxis de la tolerancia está en el reconocer a los otros como sujetos de derechos y deberes, como miembros de una sociedad que les garantiza su dignidad en el reconocimiento de las diferencias inherentes a la naturaleza humana.

En la praxis de la tolerancia está el fundamento de la libertad, tanto de pensamiento como de acción; libre albedrío que es el origen del fundamento de la dignidad humana.

La tolerancia, sin embargo, tiene sus límites, el filósofo austríaco Karl Popper dirá la tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia”. Popper en su obra  llamada paradoja de tolerancia de 1945,  declara si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes”.

Popper continúa y agrega:Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos. Tenemos por tanto que reclamar, en el nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia”.

Aquello que llamamos intolerancia, según Sigmund Freud, es un reflejo narcisista que debe ser tratado como un tema social y no de manera particular, ya que es una cuestión que afecta a la sociedad.

Para alcanzar una buena praxis de la tolerancia y un correcto discernimiento sobre sus límites, se requiere de una educación libre de toda creencia de carácter indiscutible, o que pueda ser tenida por cierta como principio innegable y obligado para los educandos, es decir, debe ser una educación sin dogmas, pues el dogma conduce a la ignorancia y la ignorancia lleva a la intolerancia. 

Una educación libre y tolerante convierte a la mujer y al hombre en un pensador, pues no pensar, al decir de Oswald Wirth, “es consentir en  ser dominado, conducido, dirigido y tratado comúnmente como una bestia de carga. Es por sus facultades intelectuales que el hombre se distingue del bruto. El pensamiento lo vuelve libre, y le da el imperio del mundo. Pensar es reinar, sin pretender estar en posesión de la verdad, ni catequizar ni adoctrinar”.

La educación es enseñar la diversidad de la especie humana para tomar conciencia de las semejanzas e interdependencia entre todos los seres humanos, por ello, y en palabras del filósofo francés Auguste Comte, “la educación es la única manera de aprender a vivir para otros por el hábito de hacer prevalecer la sociabilidad por sobre la personalidad”.

En una sociedad democrática, tanto el gobernante como los gobernados, tienen el deber moral de educar y de educarse en pos de una cultura política.  Valentín Letelier, lo traduce en una frase prodigiosa “Gobernar es educar.

Cultura política, término cuya génesis comienza en la década del 60, sus pioneros, los politólogos Gabriel Almond y Sydney Verba, con su obra La cultura cívica de 1963; es definida por el politólogo Lucian Pye, como la combinación de valores básicos, sentimientos y conocimientos que subyacen en el proceso político”. En tal sentido, los componentes básicos de la cultura política son las creencias, opiniones y emociones de los ciudadanos hacia su forma de gobierno, las cuales definen, a su vez, la relación entre los ciudadanos y el gobierno, y los ciudadanos entre sí. 

La cultura política puede considerarse como la personalidad política de una nación, siendo propiedad de una colectividad en la cual sus miembros se entienden como protagonistas, con la capacidad de organizarse y hacer que sus demandas sean oídas e influyan, de manera efectiva, en las decisiones de un gobierno.

La finalidad última de la cultura política es dar estabilidad, profundidad y efectividad a la democracia.

La democracia existe en virtud de la tolerancia, entendida así desde la Grecia antigua, especialmente en la polis de Atenas, donde tuvo origen la democracia, cuyo órgano máximo del gobierno de la polis era la asamblea, integrada por todos los ciudadanos libres, siendo la tolerancia su valor moral intrínseco que garantizaba la convivencia social y política, y les permitía remitirse al problema de las verdades relativas, pues en una verdadera democracia, la verdad no es y no puede ser una sola, nadie se puede atribuir ser el único o los únicos depositarios de la verdad.

La democracia es el poder del pueblo, es una forma de gobierno en nombre de todas las personas de acuerdo con su voluntad, puesto que el derecho a participar en el gobierno es en sí mismo un derecho humano. El Artículo 21 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, nos dice que La voluntad del pueblo será la base de la autoridad del gobierno, en consecuencia, la democracia es la única forma de gobierno que es consistente con los derechos humanos.

Para el premio Nobel de Literatura Albert Camus, la democracia no es la ley de la mayoría, sino la protección de la minoría.

Componente básico del término cultura política es la idea de política. Aristóteles resaltaba su importancia al referirse al hombre como zoon politikon o “animal político”, esto significa que el hombre a diferencia de los animales, posee la capacidad natural de relacionarse políticamente, vale decir, crear sociedades y organizar la vida en ciudades-estado. Para Aristóteles, el hombre no puede ser concebido fuera de su relación con el Estado en su condición de ciudadano. A la participación del hombre en los asuntos públicos del gobierno y el Estado se le llama política.

En Atenas, Grecia antigua, los griegos llamaron polis a sus ciudades-estado, polites a sus ciudadanos hombres libres, y  politiké a la actividad pública de los polites. Los griegos entendieron la política como la participación de los polites – ciudadanos libres – en la organización de la sociedad y el Estado, pues eran los polites los llamados a determinar quiénes, porqué y cómo debían gobernar, oponiendo lo público sobre los intereses privados.

La política es gobernanza colaborativa, esto es, el arte de gobernar que tiene como objetivo alcanzar el logro de un desarrollo económico, político, social, científico-tecnológico e institucional sustentable y sostenible, promoviendo la equidad entre el Estado, la Sociedad Civil y el mercado de la economía, en el cual los participantes – con diferentes intereses – están empoderados en el proceso de toma de decisiones políticas. En definitiva, la política debe servir para apropiarnos de nuestros destinos.

La política es socialización, toda vez que es un proceso que hace referencia al cómo, qué y cuándo aprende la población acerca de la política, es eminentemente cultural en la medida  en que intenta insertar al individuo en sociedad al hacerlo partícipe de la cultura política. El eximirse o aislarse de ella, lo traduce Bertolt Bretch en las siguientes palabras:

“No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

Para una buena praxis de la tolerancia, resulta relevante un intento por conocer y comprender nuestra naturaleza humana: ¿genéticamente egoísta o altruista?.

Richard Dawkins, biólogo evolutivo de la Universidad de Oxford, en el año 1976 publicó “El gen egoísta”, postulando que los seres humanos somos genéticamente egoístas, como un rasgo adaptativo que aumenta las probabilidades de supervivencia para transmitir nuestros genes a la siguiente generación. Empero, descubrimientos científicos han demostrado la existencia de genes altruistas, como por ejemplo, una variación en el gen AVPR1a (año 2007); una minúscula variante en un gen llamado COMT (año 2010).

La ciencia ha puesto en evidencia que tanto el egoísmo como el altruismo tienen una base genética, de tal manera que los seres humanos podemos heredar, una mayor pulsión al egoísmo y una menor pulsión al altruismo, o viceversa; no obstante, el medio ambiente y las relaciones socio-culturales también determinan esa pulsión aumentándola o disminuyéndola.  Dada estas condiciones, el ser humano crea la sociedad (egoísta-altruista) y a su vez la sociedad crea al ser humano (egoísta-altruista).

Así por ejemplo, una sociedad neoliberal, funciona con poca Democracia e injerencia Ciudadana, pues el Mercado tiende a reemplazar a la sociedad y a las instituciones políticas y estatales, reduciendo la vida humana a simples intercambios comerciales, por lo tanto, es una sociedad egoísta por naturaleza, la cual condiciona culturalmente a los individuos a relaciones sociales egoístas. El egoísmo es la avaricia de la riqueza que no se distribuye equitativamente. Su ideología político-económica produce personas egoístas e individualistas, sin conciencia social. Es a causa de su propia naturaleza, que una sociedad neoliberal carece de una cultura política de la tolerancia, pues la tolerancia es ante todo el reconocimiento de los derechos humanos universales y de las libertades fundamentales de los demás.

La tolerancia es un valor cuyo ideal importa una reflexión que va más allá sus consideraciones doctrinales, es una mirada y un pensar sobre el lugar que ocupa el ser humano en el universo, idea tan despreciada por tiranos y dictadores.

En esta imagen, del 19 de julio de 2013, la nave espacial Cassini de la NASA capturó los anillos de Saturno, la Tierra (ver flecha) y nuestra luna (una débil presencia a la derecha de la Tierra) en el mismo marco. Crédito: NASA / JPL-Caltech / Space Science Institute. 

Un punto azul pálido es una fotografía de la Tierra tomada por la sonda espacial Voyager 1, desde una distancia de 6.000 millones de kilómetros. El astrónomo Carl Sagan, inspirándose en esta fotografía relató sus pensamientos. He aquí algunas de sus frases, para repensarnos frente a nuestra intolerancia:

“La Tierra no es más que un pequeñísimo grano en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por cientos de generales y emperadores, para conseguir la gloria y ser los amos momentáneos de una fracción de un punto…, … la frecuencia de sus malentendidos, la impaciencia por matarse unos a otros, la generación de fervientes odios… – en palabras de Bertrand Russell, «todo un mundo de soledad, pobreza y dolor convierten en una burla lo que debería ser la existencia humana» – … En la inmensa oscuridad cósmica, en toda esta extensa oscuridad, no hay ningún indicio de que la ayuda vendrá de otra parte para salvarnos de nosotros mismos…, … la historia de nuestra especie ha vivido allí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de Sol”.

De ahí que los ciudadanos tienen la responsabilidad de elegir a sus gobernantes con cuidado y sabiduría.

Por Carlos Francisco Ortiz

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