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“Guerrilleros mataremos, su sangre beberemos”: del adoctrinamiento militar y los falsos positivos

Cantos como “guerrilleros mataremos, su sangre beberemos, sus mujeres violaremos, sus hijos quemaremos” son comunes en los trotes diarios de las escuelas de guerra.

En los años ochenta, la escuela de policía no escapaba del adoctrinamiento militar, como no se escapa hoy, puesto que el rol militar y el rol policial es un claro oscuro en época de guerra. El adoctrinamiento, como conjunto de ideas y enseñanzas de principios básicos de cosmovisión, cala en las escuelas de formación militar y policial. Siendo todavía niños, gritábamos en los trotes de mañana, tarde y noche de manera inconsciente, durante el proceso de formación, que nos gustaría bañarnos en una piscina llena de sangre subversiva. Con el tiempo el contenido de los trotes comienza a hacer parte de la cultura del soldado y del policía, de ahí que la gran mayoría de los integrantes de la familia militar celebren el asesinato de un guerrillero de manera extrajudicial, así se doblegue, se desmovilice o entregue el arma. Ética, honor y pudor se pierden en la guerra sucia, psicológica y política.

Las animaciones se han prolongado durante décadas. Al pisar las escuelas de formación y especialización de la fuerza pública, los gritos con que se anima el trote no cambian de contenido. Al momento de cambiar se pasa a otro extremo, el del machista burdo y cruel. Todas las mujeres tienen en el pecho dos limones y más abajito tienen la cueva de los ratones. El adoctrinamiento empieza con canciones hacia el adversario, poco a poco se va incrustando en la forma de pensar, sentir, actuar y desear de soldados y policías. Los medios de comunicación no desconocen el adoctrinamiento a través de canciones. Permanentemente periodistas, y algunas personalidades son invitados a realizar cursos de la reserva militar y policial, escuchando durante un tiempo muy corto algunas de las canciones. Es curioso que en lugar de reflexionar sobre el tema simplemente se manifiesten con una pequeña sonrisa de aceptación. Su interés se centra en el uniforme, las botas, aprender a disparar y en el cartón que certifica haber participado del curso.

Las imágenes grotescas presentadas en un vídeo durante el debate de control a las fuerzas armadas están condenadas al olvido (Congreso de la República de Colombia. Comisión Primera Constitucional, 5 de mayo 2019). Del consciente e inconsciente de los colombianos se borrará las imágenes donde soldados, haciéndose pasar por guerrilleros del ELN, torturan física y psicológicamente a subordinados, compañeros y superiores jerárquicos. Las golpizas, humillaciones y amenazas son torturas que con el tiempo repetirán sobre sus compañeros o sobre cualquier ciudadano. En el peor de los casos se repetirá en el nido familiar, la constante violencia intrafamiliar en militares y policías es evidencia. “El entrenamiento debe ser tan fuerte que la guerra parezca un descanso”, dijo en Mañanas Blu el general Luis Fernando Navarro.

La tortura física y psicológica hacen parte del curso de lanceros, es la finalización de la cuarta fase del curso contrainsurgente finalizado en Leticia. Al curso llegan voluntariamente soldados, suboficiales y oficiales del ejército, quienes quieren llegar a ser referenciados como “tropeleros”, aquellos que no se quiebran ante nada ni ante nadie. La primera fase se lleva a cabo en Tolemaida, de ahí pasan al centro de entrenamiento de Lanceros y posteriormente a Montaña – Usme, localidad del Distrito Capital (Comandante de FF.MM defiende entrenamiento revelado por Petro en el Senado. Blu Radio, 6 de junio de 2019). En una conversación informal en los años noventa, un suboficial formado en Tolemaida, referenciaba cómo en su formación, durante tres meses, andaba con un perro de un lado para el otro. No se separaban, comían en el mismo plato y dormían en la misma cama. Para graduarse, el militar debía asesinar a su fiel compañero y comérselo. La historia parecía un cuento propio de Kafka, Hemingway o de Allan Poe. Sin embargo, para mi desilusión, posteriormente otros militares confirmaron la historia. Las historias referenciadas no solamente hacen parte de un proceso de formación y de adoctrinamiento, son la esencia de la doctrina militar.

La prueba del vídeo no incomoda a quienes tienen dirigiendo a nueve oficiales superiores, comprometidos con los Falsos Positivos registrados durante la política de seguridad democrática. Tampoco incomoda al Congreso de la República que autorizó el grado de general de cuatro soles a Nicacio Martínez Espinel, involucrado por lo menos en 23 asesinatos en campos de batalla ficticios, por los cuales ordenó el pago de recompensas con dinero de los colombianos (El jefe del Ejército de Colombia dirigió una brigada acusada de matar a civiles, El País, 5 de junio de 2019). La doctrina militar enceguece, entre ellos a Guillermo Botero, el ministro de Defensa, quien se defiende y defiende a Duque manifestando que los hechos se registraron en el año 2017.

No solamente los investigadores sociales sabemos que no es así, quienes hemos pasado por escuelas de formación y especialización de las fuerzas armadas, damos fe de ello. Durante largos años se ha adoctrinado de esa manera. La extrema derecha desconoce que hoy lo hacen igual y que mañana lo seguirán realizando de la misma manera. Ningún recluta o alumno se ha escapado de lo mínimo que le puede suceder. Estar indefenso en el piso y sentir la bota del instructor sobre la espalda presionando fuertemente hasta comer tierra o excremento. Esto sin desconocer los ultrajes de palabras donde lo más sagrado, es convertida en una puta, desconociendo que la sociedad que alienta a los falsos positivos, conduce diariamente a que las mujeres se vendan por un pan, una cama o un techo.

El odio hacia comunistas, socialistas, defensores de los derechos humanos, sindicalistas, profesores, estudiantes, escritores, lideresas y líderes sociales, además de otros, no es gratuito. Responde a criterios del “enemigo interno”, centro de la doctrina militar. No se aprende a odiar de la noche a la mañana. Para ello se encargan partidos políticos, iglesias, cuarteles y algunas comunidades educativas. En diferentes espacios, los colombianos y las colombianas reciben adoctrinamiento el que se manifiesta en los hogares, las redes sociales y espacios públicos y privados. El adoctrinamiento conduce al odio, al señalamiento y a la sentencia. Con la sentencia viene la violación de los derechos humanos la que incluye el asesinato.

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