La archidiócesis de Nueva Orleans lleva en el punto de mira varias semanas. Al arresto del sacerdote que practicó sexo en el altar de su iglesia con dos mujeres, Travis Clark, se han sumado nuevas acusaciones de abuso sexual a menores por parte de miembros del clero local.
El arzobispo, Gregory Aymond, calificó de “demoníacas” las acciones de Clark y quemó y reconstruyó el altar de la iglesia, en desagravio a lo ocurrido y mientras Clark era procesado bajo cargos de obscenidad. Sin embargo, el mismo arzobispo no ha reaccionado tan categóricamente al caso de Patrick Wattigny, sacerdote de un instituto de Secundaria católico que fue retirado de su ministerio en 2020, después de confesar que había abusado de un niño en 2013.
Ante estos hechos, el 9 de octubre la Red de Sobrevivientes de Abusos Sacerdotales, conocida como SNAP, le dirigió una carta al Papa Francisco. “Le imploramos que envíe investigadores del Vaticano a Nueva Orleans”, pide. Del mismo modo, reclaman la destitución del arzobispo Aymond. Ha “perdido el control de sus sacerdotes”, afirma la carta. “Los católicos de Nueva Orleans se merecen un líder mejor”.
Como ha recogido NCR, estas polémicas se ven agravadas porque en mayo la diócesis se declaró en bancarrota a causa de las cargas financieras de las denuncias de abusos. Los representantes de las asociaciones de víctimas consideran esta declaración una forma de eludir la responsabilidad de investigar las denuncias e indemnizar a los afectados. Dicen, de hecho, que la desigual reacción de Aymond ante Wattigny y más recientemente, Clark, “demuestra que le importa más proteger la reputación” de la Iglesia que a los niños abusados.
“Lo que ha sucedido con respecto a Pat Wattigny y Travis Clark es inaceptable, es pecaminoso y no puede ser tolerado”, dijo Aymond en una declaración de vídeo el 9 de octubre.
