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«God Bless America»

Seis de cada 10 estadounidenses creen que su país ha sido “elegido” por Dios para cumplir un papel en el mundo.Confesar la afiliación religiosa es paso obligatorio para cualquier candidato político Los ateos se han convertido en la minoría en

Las últimas declaraciones del presidente norteamericano sobre religión tranquilizaron a más de uno. Llegó a la Casa Blanca como uno de los candidatos que menos insistió en la religión durante la campaña. Quizás porque hubo temas de mayor intensidad como la crisis económica o las guerras de Irak y Afganistán. Quizás porque así le convenía. Quizás porque, de referirse a una religión, podía percibirse como el rechazo de otras. Pero al día siguiente de instalarse en la residencia presidencial, Obama no acudió a misa como todos sus predecesores, continuando una serie de regates delante de todos aquellos que quisieron sembrar dudas sobre su fe.

El presidente comenzó su trabajo en Chicago como organizador comunitario, una figura que enlaza los miembros de una comunidad, ya sea religiosa o simplemente un vecindario, con los recursos sociales y de asistencia u organización que necesiten. “Fue a través de mi experiencia con Pastores y ciudadanos de a pie, tratando de curar todas las heridas de estos barrios, cuando llegué a conocer a Jesucristo y acogerle como mi Señor y Salvador”, dijo Obama durante el último Desayuno Nacional de la Oración.

Obama sigue cerrando todos sus discursos, no solo éste, con el poderoso “God Bless America“. El billete de dólar sigue dictando “In God We Trust“.  Y dado que nadie ha modificado la ley, desde 1956, es también el lema nacional. Aunque, en un país en el que la religión está presente desde la Constitución hasta el refranero o las monedas, esto no siempre se corresponde con la relación de los norteamericanos con su religión.

“No hay una religión oficial, pero el Catolicismo parece la religión de facto. Nos molesta porque la Constitución prohibe cualquier reconocimiento de una religión por encima de otra”, explica Rick Wingrove, representante de la organización Ateos Americanos en el estado de Virginia. Para él, el gobierno no impone una religión, pero “cuando estás favoreciendo a los fieles de una religión, estás rechazando a los de otra”.

 

Edward E. Curtis, profesor de estudios religiosos en la Universidad de Indiana, rechaza que prevalezca el Cristianismo en Estados Unidos. “La mayoría de los grupos religiosos no se oponen a la idea de que la religión tenga un papel en la vida pública. Simplemente quieren que se incluya a todos”.

Pero Estados Unidos es un país laico. Sus fundadores huyeron de la presión religiosa en Europa y ahora la práctica de la fe es confesión obligada de cualquier candidato político. Fue una de las piedras en el zapato de Obama como antes lo había sido de Kennedy. Éste último tuvo que responder en los sesenta a la preocupación que inspiraba un presidente católico. De Obama sospecharon -y sospechan- que sea musulmán. Aunque podía haber sido más complicado aún con un candidato ateo. De todas las confesiones religiosas, los ateos son la minoría en la que menos confían los norteamericanos.

Para Wingrove, se trata de un hecho ridículo. “Llevan siglos escuchando que los ateos somos una amenaza, una condición humana inferior, que somos criminales. Siempre les contesto que la población de Estados Unidos con más ateos es también la que tiene menor índice de criminalidad”, comenta. La agrupación de ateos lucha por la separación de Iglesia y Estado. A través de charlas en escuelas, difusión de información y supervisión de la legislación a nivel local y nacional, intentan evitar que el gobierno estadounidense o cualquier autoridad aproveche su posición para imponer una creencia religiosa.

Religión y política

Cualquier sospecha sobre la verdadera creencia de un candidato puede obligar a hacer varias paradas indeseadas durante una campaña electoral. Modificar un discurso. Incluir referencias a experiencias relacionadas con la religión. Conseguir el apoyo de determinados líderes. La dificultad es aún mayor que decir la palabra adecuada en el mitin adecuado. La religión no divide a la población norteamericana con las mismas líneas que lo hacen los partidos políticos. La diversidad de confesiones religiosas, combinadas con la riqueza étnica y demográfica del país, crea un complejo puzzle cuyas piezas muchas veces se solapan.

La mayoría de los estadounidenses se declara Protestante Evangélico (26.3 por ciento), seguido de Católico (23.9 por ciento), Protestante (18.1 por ciento), no afiliado a ningún grupo religioso (16.1 por ciento), Mormón o Judío (1.7 por ciento) y finalmente Musulmanes Budistas, Hindus, Ortodoxos o Testigos de Jehová.  Prácticamente todas las afiliaciones, excepto por la hindú y las iglesias históricas negras, cuentan con representación de americanos blancos. Pero hay asiáticos, de muy diferentes países de procedencia, que se declaran musulmanes, budistas e hindús. E hispanos repartidos entre el catolicismo y los Testigos de Jehová casi a partes iguales (con un 29 y 24 por ciento respectivamente). Y musulmanes blancos,  afro americanos o asiáticos.

Si combinamos estos grupos con sus preferencias políticas, la respuesta no es siempre automática. Los políticos deben jugar además con el peso que dan a cada uno de estos grupos tanto en las campañas como una vez que alcanzan el poder y aprueban o patrocinan determinadas leyes. En un gesto de cambio, Obama, por ejemplo, incluye a los ateos en todos sus discursos. Para Wingrove, es una señal: “Ahora somos parte de la conversación, antes era un término tabú”.

La última década, además, ha introducido un nuevo elemento. Según los expertos, los ataques del 11 de Septiembre todavía acentúan más la incidencia de la religión en la sociedad y política norteamericanas, por la controversia que levanta cualquier suceso relacionado con el Islam.

Desde 2001, la tensión se ha traducido en un incremento de ataques racistas o “de odio” contra musulmanes en Estados Unidos. Según el FBI, los ataques se han multiplicado por 17 en esta década. La islamofobia -el término es cada vez más aceptado en el país- complica especialmente la calidad de vida de los musulmanes norteamericanos.

“Como afroamericanos, homosexuales, judíos y otras minorías, los musulmanes se enfrentan a muy diversas formas de discriminación, que incluyen ataques físicos, discriminación en el trabajo y prejuicios personales. La mayoría de estos actos además son ilegales”, nos explica el profesor Curtis, también autor de la Enciclopedia de Historia Americano-Musulmana y experto en la comunidad islámica de Estados Unidos. Las agresiones se han traducido en los últimos meses en una famosa convocatoria para quemar ejemplares del Corán en Filadelfia, el asesinato de un taxista en Nueva York y diversos ataques a mezquitas en todo el país.

El próximo ejemplo podría llegar desde el Congreso. El Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes ha convocado audiencias el mes que viene para tratar la “radicalización” de musulmanes en Estados Unidos. La iniciativa ha sido recibida con una carta abierta (PDF), firmada por más de 50 organizaciones de derechos humanos y civiles, al considerar que las audiencias “someten al escrutinio del gobierno a un grupo específico de ciudadanos simplemente por su religión”.

Un estudio de la Institución Brookings sobre las actitudes de los norteamericanos con respecto a los musulmanes descubrió que prácticamente el mismo número de personas estaban de acuerdo y rechazaban la idea de que los valores del Islam coinciden con los de la sociedad americana. “Lo que es interesante es que sólo un 20 por ciento estaba completamente de acuerdo y un 22 por ciento lo rechazaba de forma absoluta”, explica el autor, William Galston. Para el investigador, esto deja mucho espacio de actuación en el futuro, y explica que surjan polémicas como la suscitada por el proyecto de crear un centro islámico en las cercanías de la Zona Cero.

Fue justo después de los ataques del 11-S cuando Larrry Hicok decidió sumarse a diferentes organizaciones de ateos en California. “Teníamos al presidente [Bush] hablando de una ‘cruzada’ y pensé que era el momento de hacerlo”, comenta. Sin embargo, Hicok ya luchaba desde sus años del instituto para que eliminaran la oración celebrada al comienzo del día. Lo consiguió con la ayuda de la organización por los derechos civiles American Civil Liberties Union, coincidiendo con la histórica decisión del Tribunal Supremo en 1963 y que prohibía la lectura de la Biblia y la celebración de misa en las escuelas del país.

Religión y Justicia

Sin embargo, las últimas decisiones del Tribunal Supremo no han inclinado la balanza en la misma dirección. La Primera Enmienda de la Constitución establece que el gobierno no puede promover ni respaldar una creencia religiosa concreta. Cuando la instalación de un monumento a los Diez Mandamientos en terreno del Capitolio estatal de Texas provocó una denuncia que acabó llegando al Tribunal Supremo, éste decidió que al tratarse de un monumento, el gobierno estatal no estaba pidiendo la conversión de los fieles. En un caso similar, también en el año 2005, el mismo tribunal ordenó que se retiraran dos cruces instaladas en dos juzgados de Utah porque amenazaba la separación de Iglesia y Estado.

Según Hicok, el mensaje es tan confuso que los grupos en contra de gestos como éste ahora miden muy bien los casos que denuncian. La composición del Tribunal Supremo  tampoco ayuda. “Creo que cualquier iniciativa tendrá que llegar desde abajo, como los últimos cambios que ha vivido el país”, explica el activista. “Hay mucho resentimiento porque las decisiones del tribunal y su composición no siempre reflejan a los ciudadanos, por eso sólo funcionará un movimiento que reconozca las creencias de todos, no de una élite”.

Tanto Hicok como Wingrove celebran la facilidad que existe actualmente para conocer organizaciones como a las que pertenecen ellos mismos, encontrar documentación o eventos en los que informarse. “Cuando lo combinamos con las nuevas generaciones, que tienen más acceso a la educación y son menos religiosos, este tipo de organizaciones empiezan a surgir de todas partes”, afirma Wingrove.

Sin embargo, el otro lado de la balanza también hace acopio de fuerzas. Mientras los ateos buscan un hueco en la escena política y social estadounidense, expertos como como Galston se especializan en el llamado “Excepcionalismo Americano“: Seis de cada diez estadounidenses creen que su país ha sido elegido por Dios para realizar una misión significativa en el mundo.

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