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Gobierno de Dios

Aisha dijo: ‘Asma, hija de Abu Bakr, llegó a la presencia del Enviado de Alá llevando un vestido de tela fina. El Enviado de Alá apartó su mirada de ella y dijo: “¡Oh, Asma! Cuando una mujer alcanza la edad de la menstruación, no debe mostrar otras partes de su cuerpo que eso y eso”, señalando a su cara y a sus manos”. (AD, 27, 4092).

“Dihyah bin Jalifah al-Kalbi dijo: ‘Al Enviado de Alá le trajeron algunas piezas de lino egipcio fino y me dio una, y dijo: “Divídela en dos, corta una de las piezas para una camisa y da la otra a tu mujer para un velo”. Entonces se volvió y dijo: “Y ordena a tu mujer que lleve debajo otra ropa y que no enseñe las formas”. (AD, 27, 4104). Las citas expuestas más arriba son dos ejemplos que forman parte de la colección de “hadices”, que son hechos y dichos del Profeta recogidos por sus más allegados. Pues bien, en ellos y en algunas Azoras del Corán se basan no pocas mujeres musulmanas, de origen o inmigrantes, para desafiar las leyes españolas sobre las condiciones que han de reunir las fotos con las que se expiden los DNI. Incluso una conversa, Leire Goikoetxea, no tiene reservas a la hora de decir: “Para mí la ley de Dios es más importante que la del hombre”. Ya se sabe, el converso ha de demostrar lo que no se le exige al que es de origen.

El problema (porque todo desafío a una norma, en este caso, un Real Decreto, origina, sin duda, un problema) se ha desencadenado porque el Ministerio del Interior obliga a que el ciudadano, en la fotografía del DNI, ha de tener la cabeza descubierta y sin gafas de cristales oscuros. Inmediatamente el colectivo musulmán saltó como un resorte y se niega en redondo a cumplir el citado Real Decreto. Ni siquiera las mujeres se avienen a mostrar la raíz del pelo y las orejas. Como parece ser usual, la minoría musulmana enarbola preceptos religioso-morales para enfrentarse al Estado de Derecho, y hace alarde, una vez más, de su incapacidad para integrarse en una sociedad abierta y laica. A la ceremonia de la confusión no faltan personajes como el sirio-español Tatary y un converso de nombre muy cristiano, Félix Herrero. El tal Tatary, que sirve igual para un roto que para un descosido, se deja caer diciendo: “El mandamiento del Corán no permite enseñar ni el pelo ni las orejas, tan sólo el rostro. No pueden hacerlo por su sentimiento religioso. Si enseñas dos centímetros de pelo no vale”. El otro, el converso, declara que lo que están haciendo es anticonstitucional”. Lo que es anticonstitucional es que haya un colectivo que se niegue a cumplir las leyes y las normas que el legítimo Parlamento o el Gobierno han decretado para el buen gobierno de un país que separa el ámbito político del religioso. Pero a los musulmanes el exceso de religión que padecen debe de haberles obnubilado la mente y no reparan en que ésta no es una sociedad teocrática, afortunadamente para nosotros y lamentablemente para ellos. De ningún modo la sociedad española desea suplantar el nacional-catolicismo por el nacional-islamismo. Ya tuvimos bastante ración de religión. Ya fue suficiente.

No deja de ser llamativo que esta minoría musulmana enarbole leyes, normas y preceptos con que se rige nuestro país para demandar, a veces con exigencia gratuita, su derecho a una vivienda, a una educación, a comedores escolares, a subvenciones de todo tipo, a ayudas a mujeres, etcétera, pero cuando se le exige -las leyes exigen- el cumplimiento del cuerpo legal con que nuestro Estado de Derecho se ha dotado como expresión de la voluntad del pueblo español, entonces, ¡ay, entonces!, entonces sacan a pasear preceptos religioso-morales propios de sociedades teocráticas como Irán, Pakistán o Arabia Saudí.

Si olvidamos o ignoramos que el Islam es la antítesis misma de la democracia laica occidental; si obviamos que en la sociedad musulmana la ley emana de Alá y no del hombre, lo cual impide cualquier posibilidad de que exista algo parecido a la soberanía popular, dado que los hombres no pueden entrar en competencia con el Creador; si suplantamos el gobierno de los hombres por el gobierno de Dios; si olvidamos que la razón es patrimonio de todos los hombres, y que ningún hombre es dueño del pensamiento de los otros; si sustituimos nuestras ideas ilustradas por ideas religiosas medievales; si consentimos que el Mito suplante a la Razón; si permitimos la intromisión de lo religioso en lo político; entonces habremos perdido todo aquello que nos caracteriza como ciudadanos libres y seremos fácilmente manipulados por una iluminada casta teocrática con leyes emanadas de un ‘manual de instrucciones’ medieval. Así pues, a este respecto, recordar que ‘tolerancia infinita, debilidad infinita’ podría ayudarnos a mantener la vigilia para no perder nuestras amadas, y difícilmente conseguidas, libertades

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