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Francia se decanta por prohibir el burka en todos los servicios públicos

Sarkozy trata de calmar el malestar con una visita a un cementerio musulmán profanado Una comisión parlamentaria recomienda vetar el uso del velo integral islámico en el transporte

El burka y la República francesa son totalmente incompatibles. Tras seis meses de trabajos, la comisión parlamentaria encargada de estudiar si debe prohibirse este símbolo del integrismo islámico entregó ayer su dictamen, que apuesta por una firme resolución de la Asamblea Nacional –en la que se proclame que «toda Francia rechaza el velo integral»– y una ley que proscriba la «ocultación del rostro» en los servicios públicos. La medida incluye el transporte colectivo, pero no la calle.
La resolución evita así un terreno jurídicamente arriesgado –si se aplica a todo el espacio público la medida podría ser declarada inconstitucional o estrellarse en los tribunales internacionales– sin renunciar a prohibir una prenda que, a juicio del Gobierno y de la mayoría de los franceses, atenta contra la dignidad de la mujer. El dictamen no plantea sanciones económicas. El castigo consiste en no tener derecho a recibir los servicios, desde la atención sanitaria, el transporte o la educación a tramitaciones administrativas, como las ayudas del Estado o el acceso a la nacionalidad.

CENSURA A LOS IMANES / La comisión censura a los imanes que inciten a llevar el velo integral, actitud que consideran contraria a la construcción de «un Islam de la República». El dictamen de la comisión fue aprobado gracias al voto calidad del presidente, el alcalde comunista André Gerin, en medio de gran tensión, dentro y fuera del Parlamento.
El consenso brilló por su ausencia entre los diputados. Mientras la UMP –el partido del Gobierno– sigue apostando por una «prohibición total» en todo el espacio público, los socialistas boicotearon la votación. Dividido entre partidarios y detractores de la ley, el PS ha optado por abandonar un debate que juzga «contaminado por la discusión sobre identidad nacional».
Si en el terreno político el asunto ya es motivo de enconadas batallas, en los barrios desfavorecidos de la periferia de París –donde el integrismo islámico ha ganado terreno en los últimos años– ya ha provocado un episodio violento. El imán de Drancy, Hassen Chalghoumi, el primer líder musulmán que se ha manifestado públicamente a favor de prohibir el burka, ha sido objeto de un ataque. Chalghoumi ha sido amenazado de muerte por un grupo islamista radical que causó destrozos en su mezquita.
Aunque no es vinculante para el Gobierno ni para el Parlamento, el dictamen está en línea con el pensamiento del presidente, Nicolas Sarkozy, quien en más de una ocasión ha advertido que el burka no tiene cabida en Francia. Para calmar el malestar de la comunidad musulmana –en su mayoría contraria al velo integral pero que juzga contraproducente su prohibición– el presidente lanzó ayer un mensaje conciliador durante un acto de fuerte carga simbólica celebrado en el cementerio militar de Notre-Dame-de-Lorette. En el camposanto donde descansan los musulmanes que cayeron en la primera guerra mundial, cuyas tumbas han sido profanadas con frecuencia en los últimos tiempos, el jefe del Estado rindió homenaje a «la memoria de todos los soldados muertos por Francia, sean cuales sean sus orígenes y sus creencias».

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