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Fracisco I: entre el conservadurismo europeo y el progresismo latinoamericano

Las quinielas se han cumplido a medias en la elección del sucesor de Pedro. El nuevo Pontífice es el primer jesuita en ocupar el trono petrino, mas no es uno de los que tanto sonaron como favoritos durante las últimas semanas. Aún así, ha resultado ser elegido Papa por primera vez en la historia un cardenal latinoamericano.

El argentino Jorge Mario Bergoglio, que ha tomado el nombre de Francisco I, se convierte en el primer Pontífice no europeo en ostentar la "representación de Dios en la Tierra", imponiéndose, tras cinco votaciones, en un Cónclave que ha durado dos días. 

 Pero ¿qué hay más allá de todo lo que ya sabemos? 

 Los periódicos de todo el mundo se han afanado en desvelar desde el primer minuto los detalles sobre la vida del nuevo Papa Francisco I. Y a pesar de que este jesuita, de un corte más bien progresista dentro del seno de la Iglesia, cercano al pueblo, austero y muy humano, según afirman los que mejor le conocen, nos encontramos con que su postura es la de esperar de un Príncipe de la Iglesia. 

 Sus aseveraciones en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo son el ejemplo claro de que poco va a cambiar la Iglesia Católica durante este pontificado. Y no es de sorprender, ya que la doctrina católica condena las uniones igualitarias. En ese sentido la comunidad LGTB poco esperaba con la elección de un nuevo Papa, ya que era prácticamente imposible que de entre los 115 cardenales presentes en el cónclave estos días alguno saliera en defensa de los derechos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. 

 En una postura menos radical a la de Bergoglio sólo hemos visto posicionarse al cardenal austriaco Chistop Schomborn, uno de los que estuvo en casi todas las quinielas, y quien se ha mostrado "comprensivo" con el movimiento LGTB. 

 Francisco I es de los que sigue predicando que la mujer no tiene capacidad más que para servir al hombre. Una de sus frases más reproducidas en estas cuarenta y ocho horas de pontificado son las siguientes: "Las mujeres son naturalmente ineptas para ejercer cargos políticos. El orden natural y los hechos nos enseñan que el hombre es el ser político por excelencia: las escrituras nos demuestran que la mujer es siempre el apoyo del hombre pensador y hacedor, pero nada más que eso". 

 En definitiva, para el nuevo Papa las mujeres siguen siendo lo que han sido durante siglos para la Iglesia: las sirvientas, las depositarias de la semilla del hombre para la reproducción y las que deben estar eternamente sometidas a los deseos del "hombre pensador y hacedor", porque no gozan de ningún derecho. Y nuevamente esas afirmaciones no nos pillan por sorpresa. 

Un hombre que comulgó con la dictadura militar de Jorge Rafael Videla; que afirma que "una ley sobre el matrimonio gay es una movida de Satanás" y se atreve a anunciar el inicio de un juicio canónico contra el sacerdote Nicolás Alessio por apoyar públicamente la Ley de la Igualdad en Argentina; y que suelta semejantes lindezas sobre el papel de la mujer, poco podría aportar a la modernización de la Iglesia Católica.

 Algunas voces apuntan a que Francisco I será un papa de "transición". Una transición hacia posturas menos radicales en un futuro no tan cercano, pero que igualmente necesita la Iglesia para atajar la sangría de fieles que tiene desde hace años. Para que esta hipotética situación pueda darse es imprescindible el saneamiento de las cloacas vaticanas. Los escándalos en el seno de la Iglesia son muchos y tiene el Papa que empezar ya mismo a trabajar en busca de soluciones que impidan que se repitan situaciones como la de los curas pederastas. 

 Es posible que Bergoglio abra la veda para el debate sobre la supresión del celibato, que tira mucho entre los cardenales latinoamericanos, los que de forma generalizada son más proclives al aperturismo de la Iglesia y a su modernización. De todas formas habrá que esperar para que esto llegue a producirse. Lo más urgente en estos momentos para los católicos es preparar las jornadas mundiales de la juventud que tendrán lugar en Brasil, vanguardia de la Iglesia en el mundo. 

 La cantera de fieles que aporta América Latina es importantísima para la nueva Iglesia que muchos católicos esperan se configure, a pesar de que Francisco I no es un Papa joven (tiene 76 años, dos menos que Benedicto XVI cuando asumió el cargo), y presumiblemente su pontificado no será muy largo. Para su elección han convergido varios factores, y entre ellos el reconocimiento del peso de la Iglesia Latinoamericana. 

 Ciertamente Francisco I es un Papa a medias entre el conservadurismo de Europa y las posturas progresistas latinoamericanas; y es, además, un Papa a medio camino entre Roma y América Latina, por su ascendencia italiana. Por tanto, a pesar de ser argentino, no escapa a su origen. 

 Es claro que el Papa cambia de continente, pero sigue siendo blanco, la raza hegemónica dentro de la curia. Esto pudo haber cambiado si el elegido hubiera resultado ser el hondureño Rodríguez Madariaga o el mexicano Norberto Rivera, ambos amerindios y muy conservadores. Y no digamos más si el Papa hubiera sido el cardenal ganhés Peter Turkson o cualquiera de los africanos o asiáticos presentes en el cónclave.

No quisieron pillarse los dedos en el Vaticano y eligieron a un hombre de consenso que no fuera mucho más allá de lo "estrictamente necesario" en las reformas eclesiales, como sí podía haber llegado a hacer el cardenal brasileño Joao Braz de Aviz, un seguidor de la Teoría de la Liberación.

 Los análisis de la figura del nuevo Papa se reproducirán durante estos días y el seguimiento a lo que haga en lo adelante será interesante, teniendo en cuenta que a pesar de sus posturas ortodoxas, América Latina crece en número de fieles y crece también desde la base de la Iglesia la necesidad de cambios, de reformas y de apertura. Francisco I, que no sólo es el cabeza de la Iglesia Católica, sino también el Jefe del Estado Vaticano, tiene las cartas sobre la mesa. Sólo le hará falta saber jugarlas.   

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