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Fin al destape en Afganistán

Escotes en forma de barca, talles ajustados y corpiños para mantener el pecho bien firme. Así es cómo visten las afganas el día de su boda. Al menos en Kabul y otras grandes ciudades del norte de Afganistán, donde la influencia de los talibán es menor. Se trata de un destape, no obstante, momentáneo y para un público reducido. En Afganistán los hombres y las mujeres celebran las bodas por separado: ellos en una sala, y ellas, en otra. La novia, evidentemente, está en la estancia de las mujeres y, en consecuencia, sólo ellas y el propio novio pueden verla mostrar carnes.

El Gobierno afgano, no obstante, considera que eso ya es demasiado, y estos días en el Parlamento se está discutiendo una ley para prohibir el uso de vestidos “transparentes o ajustados que dejen apreciar las formas del cuerpo o partes desnudas o semidesnudas”. El texto es aplicable a la novia, pero también al resto de invitadas femeninas a la boda. No dice nada sobre los varones.

El objetivo de la ley, dice su artículo número dos, es “eliminar las costumbres y tradiciones contrarias a la sagrada religión del Islam”, además de “prevenir la propagación de enfermedades” y “la violencia en la familia”, aunque no está muy claro qué relación tiene eso con lucir vestidos ajustados y con escote.

El texto legislativo prevé multas de 10.000 afganis (159 euros) para los modistos que incumplan la ley confeccionando o vendiendo vestidos demasiado provocativos. En caso de que cometan la infracción por segunda vez, se les cerrará el negocio por diez días. Y si son nuevamente reincidentes, se les retirará directamente la licencia de trabajo.

El modisto Ahmad Sha, que tiene una tienda de vestidos de boda en Kabul desde hace más de 25 años, considera que al Gobierno, se ponga como se ponga y con los tiempos que corren, le va a resultar imposible aplicar la ley. “Durante la época de los talibán también estaba prohibido filmar y, sin embargo, yo me ganaba la vida filmando bodas”, comenta. Eso sí, durante el régimen radical todos los vestidos de boda que vendía en su tienda eran de manga larga y no marcaban las formas. Ahora casi todos son de manga corta y ajustados. “Es lo que gusta a las mujeres”, dice. Y a él ya le parece bien. Le va el negocio.

Otros comerciantes, sin embargo, no lo ven con tan buenos ojos. “Son musulmanas y no es bueno que enseñen los brazos”, comenta otro modisto, Said Mubin, mientras él mismo hace el patrón de un vestido de mujer de manga corta. Rojed Mustafawi, otro vendedor, también es de la misma opinión: “Esto pasa porque ahora hay democracia y las mujeres hacen lo que quieren”, se queja.

La nueva ley también limita el dinero que el novio que se puede gastar en la boda. En la actualidad la mayoría invierte un dineral, que le endeuda para el resto de la vida. Según la nueva legislación, el novio sólo podrá comprar tres vestidos a la novia para la celebración de la boda y cada uno por un máximo de 5.000 afganis (79 euros). En Afganistán es tradición que la mujer se cambie varias veces de indumentaria durante la ceremonia del matrimonio. Asimismo, el hombre sólo podrá invitar a un máximo de 300 personas al banquete, y gastarse como mucho 250 afganis por cubierto (unos 4 euros).

Sin embargo, la ley no dice nada sobre la dote que el hombre tiene que pagar por la mujer con quien se quiere casar, que suele ser lo que más vale. Puede llegar a los 3.500 euros en un país donde el sueldo de un funcionario es de 63 euros. Eso hace que las familias pobres den en matrimonio a sus hijas cuando aún son niñas –con 10 o 12 años- para así conseguir el dinero, o que intercambien un hijo y una hija con el hijo y la hija de otra familia para formar dos matrimonios sin tener que pagar dinero.

Desde el 2010 hay una propuesta de ley de familia, redactada por el Ministerio de Asuntos de la Mujer con el consenso de las asociaciones de mujeres afganas, que regularía todo eso, y también la custodia de los hijos e hijas en caso de divorcio –que ahora la tienen los hombres-, o la edad mínima de la mujer para casarse: 18 años. La propuesta de ley, sin embargo, lleva casi dos años en un cajón y, por el interés demostrado por los parlamentarios –casi todos varones-, va a continuar allí durante mucho más tiempo.

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