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Fetos de primera y personas de segunda

En su cruzada religiosa, el Gobierno no permitirá abortar en caso de discapacidad

El Consejo de Ministros aprueba este mes una de las leyes más perversas de la legislatura: la contrarreforma del aborto. De ella hablé aquí hace ya un año, cuando comenzó su andadura. Ahora que se acerca la fecha del desastre, aparecen muchas voces en contra y algunas a favor.

El lunes 30 de junio, el diario La (sin)Razón publicó la siguiente portada:

aborto portada La Razón

Portada de La Razón, 30 de junio

Calmaba así a los extremistas. Explicaba a los enemigos de la libertad que esos rumores de que la discapacidad sería motivo de aborto eran sólo una exageración. Parece decir: "Sí, ciertas discapacidades serán una razón para interrumpir el embarazo, pero no todas. De acuerdo que hay casos en los que el feto es inviable y aunque pensemos que lo justo es dejar que nazca y muera en un plazo de horas, hay gente que piensa diferente. Y esa gente vota. Pero hay discapacidades bonitas. Mira la cara de este niño con síndrome de Down… ¿A que es mono?"

Mientras, el Gobierno redacta una enfermiza lista de supuestos en los que la mujer puede abortar. Enfermiza porque habla de enfermedades y también porque enferma a la gente decente. Cuando escribo este artículo, sólo se conocen algunos de los supuestos en que se permitirá interrumpir el embarazo. Anomalías gravísimas entre las que se encuentra nacer sin cerebro o sin diafragma.

Es aterrador que el Ministerio de (in)Justicia prepare una lista así. ¿Significa que no se había planteado que fueran motivo? Será porque, según Gallardón, no hay fetos de primera y de segunda. Sé de una pareja ultracatólica que decidió dar a luz sabiendo que su bebé moriría apenas saliera del útero. La madre aguantó todo el embarazo, dio a luz y ese mismo día el bebé murió. Pero una cosa es que la mujer lo decida (por muy incomprensible que me parezca) y otra que el Gobierno la obligue a pasar por esa tortura.

Pero volvamos a La (sin)Razón. Dedica un artículo a contar que el Gobierno no dejará abortar a una madre que lleve un su vientre a un bebé con síndrome de Down. Y lo acompaña con dos piezas en las que los padres de niños con esta enfermedad hablan de lo mucho que los quieren, de cómo juegan al fútbol con sus hermanos y de lo felices que son. Es repugnante. Así de claro.

¿Quiere una madre o un padre a su hijo tenga o no una discapacidad? Por supuesto. Pero de ahí a defender que un síndrome de Down es más feliz que alguien con todos los cromosomas, hay un paso gigante. Más que un paso, un pisotón a la inteligencia del lector.

Copio y pego algunos párrafos de este indigno artículo:

Llamas a la casa de los Gómez Prieto y una sonrisa pícara te abre la puerta. Es Hugo, de 7 años. Enseguida te da un beso y te presenta al resto de la familia. «Saluda a todo el mundo, quiere darle besos hasta a la carnicera», explica su madre con una sonrisa. Es avispado y juega con sus hermanos como uno más, aunque ser el de en medio siempre marca. Sólo sus ojos, algo rasgados, y su nariz, algo más chata que la de sus hermanos, y sus problemas en el habla, nos hacen pensar que tiene síndrome de Down.

En casa, Hugo es uno más. Por las mañanas se viste, se prepara sus cereales, se lava los dientes, «todo, solo». «Hay que insistirle más, pero le tratamos como a uno más». Después de Hugo, Vanesa y Nacho querían ampliar la familia y, «aunque me dijeron que tenía más probabilidades de que el tercero también tuviera esta discapacidad, no lo dudamos. Si hubiera tenido Down, no nos habría importado nada. Nunca ha sido un problema», insiste la madre. «Ellos son mucho más felices que nosotros. Los agobios los tenemos porque sólo pensamos desde nuestro punto de vista. Ellos no tienen las mismas aspiraciones».

Después de leer esto, me pregunto si alguien de los que redactan o defienden esta ley desde los medios tiene un niño con síndrome de Down. Contengo mis ganas de desear que los enemigos de las mujeres tengan hijos con discapacidad. ¿Apoyarían a Gallardón si cada día tuvieran que levantarse una hora antes para vestir a su hijo de 30 años y limpiarle el culo porque no puede sin ayuda? ¿Lo harían si tuvieran que abandonar su trabajo para cuidar de su hijo? ¿Y si llegaran justos a fin de mes porque las prótesis son caras y la Seguridad Social tarda años en pagar las ayudas? ¿Imaginan que es posible que envejezcan al lado de sus hijos y tengan que irse todos a una residencia?

Pero lo importante no es que se permita abortar si el bebé nace muy cascao o poco cascao. Lo importante es que se respete la libertad de la mujer. Que se recuerde que el cuerpo de una mujer es suyo. Que ellas paren y ellas deciden. La mejor ley del aborto sería aquella que sólo incluyese un plazo temporal. Antes de ese límite, aborto libre, seguro y gratuito. Sin motivos, sin exámenes de conciencia, sin culpas.

Hemos tardado siglos en ampliar el ámbito de libertad y dignidad de las mujeres. Todavía queda camino que recorrer pero este Gobierno quiere ir hacia atrás. Tal vez si tuvieran hijos con malformaciones y un salario medio se replanterían esta ley.

Sólo tal vez.

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