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Fernando Savater: «Las leyes laicas siempre deben estar por encima de las religiosas»

El filósofo, que acaba de publicar ‘La vida eterna’, dice que la religión «es una droga y antes de tomarla no sabemos si nos vamos a convertir en Jekyll o Hyde»

Siempre activo en la vida política, Fernando Savater (San Sebastián, 1947) nunca deja de lado la filosofía. Acaba de publicar 'La vida eterna' (Ariel), donde trata de responder a una pregunta básica: ¿por qué hay gente que cree en Dios?

¿Para qué escribió 'La vida eterna'?

Para reflexionar. Creo que la reflexión siempre es un buen arma contra las intransigencias y las intolerancias, hoy tan extendidas entre nosotros.

¿Cómo define los dogmas?

Como muros, como barreras contra los que te partes la cabeza sin más remedio. Un dogma no tiene resquicios y eso para alguien que, como a mí, le gusta navegar es bastante frustrante.

¿Se puede tener fe sin caer en la ceguera?

No, la fe es ciega porque si no no es fe.

¿Hay fe con matices?

Yo distingo en 'La vida eterna' entre fe y credulidad. La fe tiene muchas contraindicaciones, porque implica desconfianza en la razón y quiere ir más allá de lo que la razón nos permite. Pero peor aún que la fe es la credulidad, porque la credulidad es cambiar las razones por lo que nos agrada, lo que nos interesa, lo que nos halaga. Creo que nuestro mundo es un mundo mucho más de credulidad que de fe, y la credulidad es un mal mayor que la fe.

Del fenómeno religioso, ¿qué es lo que más le inquieta o le sorprende?

Hace cincuenta años pensábamos que la religión era una cuestión que ya había pasado al ámbito privado, que interesaba o que no interesaba, pero a nivel individual. Hoy volvemos a ver que la religión se convierte en un motor social que, incluso, a veces lleva a cometer actos terroristas o practicar formas de intransigencia y de enfrentamiento. En el mundo de hoy hay un montón de conflictos que de una u otra manera tienen un referente religioso.

¿Cómo se le queda el cuerpo cuando ve que el amor al prójimo deriva en la aniquilación del prójimo?

La religión siempre ha tenido esas dos vertientes. Por un lado es capaz de suscitar las mayores muestras de sacrificio, de devoción y de entrega; y, por otra parte, fomenta la intransigencia y la persecución. La religión es capaz de lo mejor y de lo peor. Ese es el problema de la religión: es una droga y antes de tomarla no sabemos si nos vamos a convertir en Jekyll o Hyde.

¿Dónde cree que debería enseñarse la religión?

En las parroquias, en las mezquitas, en las sinagogas. Nunca en una escuela dentro de la enseñanza pública.

¿Usted cree que en países occidentales como España realmente es posible la convivencia pacífica y el entendimiento con el Islam?

Por supuesto que sí. Todas las religiones, si se convierten en un derecho de cada cual y no en un deber de todos, pueden convivir perfectamente. El problema es cuando una religión cree que puede dictar normas a toda la sociedad, creyentes o no; con ese tipo de religión no se puede convivir democráticamente. Otra cosa es que las religiones asuman que hablan sólo para sus fieles y que no pueden pretender convertir en crímenes lo que ellas consideran pecado.

¿Tenemos algún derecho a prohibirle a una mujer musulmana que vaya por nuestras calles con un burka en toda regla?

Si es necesario por razones de orden público y de respeto a los derechos humanos, sí. Igual que en nuestra sociedad nos encontramos con la lamentable tradición del macho que le pega una paliza a la mujer cuando le levanta la voz, y a nadie se le ocurre darle un valor cultural que merece ser conservado, sino todo lo contrario y para eso la combatimos mediante leyes y educación, está claro que tenemos que hacer lo mismo con la dimensión bárbara de otras religiones o culturas.

¿Dónde poner el límite a la tolerancia?

La medida son los límites constitucionales y del Estado de Derecho. Las leyes laicas siempre tienen que estar por encima de las religiosas, y si se ve que hay alguna violación de derechos fundamentales o se pone en peligro la seguridad ciudadana, pues naturalmente que no hay precepto que valga.

¿Por qué la inmensa mayoría cree en Dios?

La gente dice que cree en Dios, pero en cuanto les haces dos preguntas ya no saben decir en qué creen, ni cómo es eso en lo que creen; al final acaban diciendo que esperan que haya alguien que se ocupe de ellos de alguna forma.

¿Sin Dios se es más libre o menos libre?

Libres somos de todas las maneras. Lo que existe es una especie de necesidad de consuelo, porque no queremos admitir nuestra perdición, el saber que finalmente nos perdemos del todo.

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