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Félix Schwartzmann: el pensamiento está de duelo

El pasado 26 de febrero ha dejado este mundo Félix Schwartzmann Turkenich, uno de los más grandes filósofos chilenos.  Nacido en 1913, al momento de su deceso tenía más de 100 años.

Este maestro de generaciones, profesor por décadas de la cátedra de Historia y Filosofía de las Ciencias en la Universidad de Chile, produjo una extensa bibliografía, altamente prestigiada y estudiada por destacados investigadores a nivel mundial.  Sus escritos han sido y son permanentemente difundidos en antologías de la filosofía latinoamericana editadas no sólo en nuestro continente, sino también en el europeo.

Dos voluminosas y eruditas obras resaltan en su producción: El Sentimiento de lo Humano en América (2 tomos) y Teoría de la Expresión.  Ambas se han traducido al inglés y la segunda también al japonés.  Otros libros suyos son: El libro de las Revoluciones, Autoconocimiento en Occidente, El Discurso del Método de Einstein e Historia del Universo y Conciencia.

UNA SINGULAR TRAYECTORIA

Schwartzmann no fue jamás alumno regular de una universidad. Después de sus estudios secundarios se incorporó al Instituto Pedagógico, pero muy pronto decidió dejar los estudios para viajar por América.  Para ello se hizo de un oficio: linotipista.  Entre sus 20 y 30 años viajó por diversos países, experimentando en carne propia la condición de sus pueblos, contactándose con escritores y pensadores, absorbiendo con hondura las circunstancias latinoamericanas que le llevarían, más tarde, a plasmar por escrito y en términos filosóficos esta importante experiencia de vida.  

Al volver a Chile trabajó en imprentas y diarios durante varios años. Se casó y formó familia.  Fue padre de cuatro hijos – tres mujeres y un varón – que lo acompañaron en sus vicisitudes hasta su incorporación en la Universidad de Chile.

El primer tomo de El Sentimiento de lo Humano en América fue la tesis que le permitió  obtener, de acuerdo con los reglamentos y estatutos entonces existentes, el título de Profesor Extraordinario de Sociología.  Era el año 1949.  Dos años después, el libro obtuvo el Premio Municipal de Ensayo.  También en el año 1951 ganó por concurso la Cátedra de Historia y Filosofía de las Ciencias, creada en ese tiempo por el entonces Decano de la Facultad de Educación Juan Gómez Millas, quién llegaría un par de años más tarde a ser Rector de la Casa de Estudios.

Diez años y un viaje a París  –donde tomó contacto con maestros pensadores como Alexandre Koyré y Gastón Bachelard–  le tomó escribir su Teoría de la Expresión, obra merecedora del Premio Municipal de Filosofía “Andrés Bello” en 1969.

Fue director, por más de veinte años, de la Revista Chilena de Filosofía.  Redactó, asimismo, la Declaración de Principios de la Universidad de Chile en el proceso de reforma universitaria, a fines de los años ’60.  Fue elegido miembro del Consejo Superior Universitario entre 1968 y 1970.  Presidió la Comisión Central de Investigaciones Científicas y llegó a ser asesor jefe de la Comisión Central de Publicaciones de la Universidad de Chile.

Original y profundo pensador de la cultura, de la convivencia social y de los modos de vida del ser americano, Schwartzmann ha llegado a ser el filósofo chileno más nombrado en los estudios internacionales sobre pensamiento latinoamericano.  El último reconocimiento en nuestro país fue distinguirlo como Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales en 1993.

EL PENSAR SOBRE EL SER AMERICANO

La obra El Sentimiento de lo Humano en América es una perspicaz y profunda reflexión sobre el ser americano.   En la relación del hombre americano con su prójimo, Schwartzmann revela marcados contrastes: por una parte, percibe soledad, aislamiento, indiferencia, impotencia expresiva, impiedad psicológica, mediatización de los lazos afectivos, incapacidad de integración en el prójimo; por otra, nos habla de una voluntad de vínculo del hombre americano, de su lucha por advenir a sí mismo, de su entrega y compromiso, de su conciencia de la solidaridad, del anhelo del individuo a pertenecer a una comunidad.

Somos un continente de contradicciones.  La reflexión crítica de Schwartzmann es una invitación a abrirnos a un autoconocimiento lúcido y penetrante de nuestra manera de ser y existir.  

Este tema de la autognosis fue siempre un estímulo y una preocupación para nuestro pensador, quién en 1993 ensayó narrar la historia de la voluntad de conocerse en nuestra entera cultura:  el resultado es su libro Autoconocimiento en Occidente, descripción de las formas de autognosis en distintos periodos de la historia y sus interacciones con los modos de vida social, desde Píndaro y Heráclito hasta las investigaciones sobre inteligencia artificial en nuestra época y las actuales concepciones de la conciencia.

INVENTAR EL FUTURO

Schwartzmann manifestó siempre que era deber de los hombres inventar su futuro y no padecer un destino impuesto contra su voluntad.  Sin embargo, desde temprano percibió que un economicismo extremo comenzaba a roer los cimientos de la sociedad americana, atentando contra su modo de ser. 

Un nivel artificial de aspiración a bienes de consumo –confundiendo el consumismo con el desarrollo–  llevaba, a su juicio, a la “impotencia del hombre actual”, en que los ciudadanos ya no seríamos libres para decidir nada, sino que serían los “nucleócratas”, los “tecnócratas” los decisores.

En varios de sus escritos alertó también sobre los riesgos nucleares, las amenazas genéticas, el avance exacerbado del nacionalismo. Y también sobre la errónea creencia de que los problemas sociales sólo pueden arreglarse desde la economía. Fiel a la vocación humanista manifestada en las páginas esclarecedoras de sus obras, Félix Schwartzmann abogó permanentemente  por enfrentar con lucidez los signos de la época y buscar soluciones a las crisis desde lo humano.

Este apasionado amante de la sabiduría —-ganador indiscutible del derecho a ubicarse entre los clásicos de la filosofía hispanoamericana–  deja sus ideas como valioso legado para la reflexión y la investigación del mañana.  Su partida, aunque lamentable, permite apreciar una vida fecunda cerrada bajo el sello de la tarea plenamente cumplida.

Félix Schwartzmann Iniciativa Laicista 12

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