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¿Existe Dios?

El concepto religioso de Dios

Los teólogos afiliados a alguna de las religiones monoteístas coinciden en que todo lo relacionado con las especulaciones filosóficas a este respecto giran alrededor del Dios único del Judaísmo, el  Cristianismo o el Islam,  y que no tiene sentido especular sobre los miles de dioses de las religiones politeísmos, tales como Zeus, Odín, Quetzalcoatl, Vishnú, Osiris, etc. Estos teólogos también coinciden en que Dios es un ser eterno, omnipotente, omnisciente e infinitamente bondadoso que creó todo lo que existe en este Universo.  Una vez aclarado esto, comenzaremos analizando las principales cualidades que la mayoría de los teólogos atribuyen a Dios.

Dios es eterno. Esto significa simple y llanamente que Dios siempre ha existido y que siempre existirá.
Dios es omnipotente.  Esto significa que Dios puede crear, destruir o modificar todo lo que desee, incluyendo al propio Universo y las leyes físicas que lo gobiernan.
Dios es omnisciente.  Esto significa que Dios sabe todo todo lo que ocurre o existe en todos los rincones del Universo, independientemente de la distancia a la que se encuentren. También sabe lo que ocurrió en cualquier momento del pasado y lo que ocurrirá en cualquier momento del futuro.
Dios es infinitamente bondadoso. Esto significa que Dios nunca ha utilizado ni utilizará su infinito poder para perjudicar a sus criaturas, particularmente a sus criaturas conscientes.

Respecto a la primera cualidad de Dios, la eternidad, éste es un concepto verdaderamente abrumador, pues aunque podamos concebir periodos de millones o billones de años, jamás podremos asimilar un número infinito de tiempo, y mucho menos el concepto de que algo no tuvo principio ni tendrá fin. Así pues, pasemos al no menos vertiginoso concepto de la omnipotencia. ¿En verdad sabían los teólogos en lo que se estaban metiendo cuando postularon que Dios tiene esta cualidad? ¿Cómo se les pudo ocurrir que pudiera existir un ser que tuviera el poder de hacer realidad cualquier cosa que deseara? Pero, independientemente de las consecuencias prácticas que tendría esta segunda cualidad, encuentro que, desde el punto de vista de la lógica, entra en conflicto con la tercera cualidad: la omnisciencia. Si la omnipotencia le permite a Dios, entre otras cosas, modificar el futuro, entonces no puede ser simultáneamente omnisciente, puesto que lo que había pre-visto ya no ocurrirá. Por otra parte, la omnisciencia, además de estar en conflicto con la omnipotencia, también viola las leyes de la Física, pues éstas establecen que la información no puede propagarse más rápido que la velocidad de la luz. De esto podríamos concluir que Dios no puede saber en todo momento qué está ocurriendo en todo el Universo, ya que esta información podría tardar millones de años en llegar hasta donde se encuentre el Ser Superemo. Los teólogos religiosos resuelven este problema afirmando que la omnipotencia de Dios le permite modificar las leyes de la Naturaleza, y que de esta manera puede obtener instantáneamente información de cualquier parte del Universo. Otros teólogos van todavía más lejos, al postular que Dios simplemente está por encima de las leyes de la Física y que, además, también posee el poder de la omnipresencia, es decir, la capacidad de estar en todos lados al mismo tiempo. No obstante, los teólogos nunca se han tomado el trabajo de explicar para qué estableció Dios las leyes de la Naturaleza si él mismo iba a violarlas. Concluiremos este recuento de las cualidades de Dios analizando su infinita bondad. Como ya lo dijimos, la bondad simplemente significa la disposición de procurar el bien a todas las criaturas vivientes. A partir de esta premisa resultan obligadas las siguientes preguntas: ¿para qué creó Dios animales carnívoros si sabía que éstos iban a cometer la crueldad de comerse a los animales herbívoros? ¿Para qué creó microorganismos patógenos si sabía que éstos iban a perjudicar a sus hospederos?  Por otra parte, si en verdad es omnipotente y puede modificar las leyes de la naturaleza a su gusto, ¿por qué no creó un orden natural en el que todos los seres vivos fueran autótrofos? Como todos sabemos, de este cruel orden natural no se salvan ni siquiera los seres humanos, quienes, de acuerdo con los teólogos, son las criaturas predilectas del Señor del Universo. Por lo tanto, cabe preguntarse: ¿por qué un ser infinitamente bondadoso permitiría que padecieran tantas miserias los seres humanos, incluyendo a los niños? (respecto del sufrimiento de los seres inteligentes de otros planetas, no podemos decir nada, porque ni siquiera sabemos si existen).
       Podríamos continuar llenando páginas y páginas polemizando sobre las cualidades de Dios, pero esto no nos llevará a ningún lado mientras no resolvamos primero la cuestión fundamental: la posibilidad de demostrar su existencia.  Por lo tanto, pasemos a  la siguiente etapa de esta disquisición.

Fuentes de información
Cualquier persona que pretenda tener una información desconocida para el resto de la humanidad primero debe informar cómo la obtuvo, si desea que los demás le crean. Por ejemplo, si yo informo a la comunidad astronómica que descubrí un nuevo planeta entre Neptuno y Plutón, debo incluir en mi reporte un informe sobre la manera en la que lo encontré y qué evidencias tengo de su existencia. Pero aun si aseguro que “lo descubrí por la manera cómo afecta gravitacionalmente a los astros vecinos, y que tengo como evidencias una serie de fotografías tomadas con el telescopio fulano”, tendré que esperar hasta que la comunidad astronómica confirme mi reporte, y sólo entonces podré exigir que se acepte universalmente la validez de mi descubrimiento. Pero si yo digo que la información que poseo me la dio el tripulante de un ovni y que las fotografias que la confirman no las pueden ver los ojos humanos, entonces la comunidad astronómica no se interesará en confirmar el contenido de mi reporte, y a lo más que podré aspirar es a ser considerado un charlatán con imaginación.
       ¿Pero las normas para confirmar la veracidad de un descubrimiento científico también se aplican en el área de la Filosofía? En otras palabras, ¿las verdades filosóficas son de la misma naturaleza que las verdades científicas? Aun cuando la Filosofía no tiene a su disposición el recurso del experimento, que tanto ha contribuido al desarrollo de las ciencias, ambas, la Filosofia y las ciencias, deben fundamentarse en la realidad. A fin de cuentas, la realidad es el sustrato en donde confirmamos la validez o falsedad de nuestras creencias y afirmaciones. La Teología, como parte de la Filosofía, debe estar conectada con la realidad de una manera u otra, así que no puede hacer afirmaciones arbitrarias que no tengan ninguna conexión con ella. Los novelistas tienen todo el derecho de fabricar historias fantásticas e inverosímiles, pero no pueden pretender que creamos que son verdaderas a menos que nos presenten pruebas. Una vez aclarado esto, el siguiente paso consiste en preguntar a los teólogos religiosos cómo se enteraron de la existencia y de las cualidades de Dios.
       Los teólogos judíos, cristianos e islámicos insisten en que, si bien el razonamiento filosófico es el que les ha proporcionado las herramientas necesarias para conocer la existencia y los atributos de Dios, no partieron de cero al iniciar su elucubraciones, ya que existen textos “revelados” a partir de los cuales iniciaron su análisis del tema (la Biblia, el Torah y el Corán), y únicamente recurren a la Filosofía (particularmente a la Lógica y a la Teología) para argumentar sus convicciones. Desafortunadamente estos  libros “sagrados” no parecen del todo confiables. En primer lugar, si los tres libros mencionados fueron revelados directamente por Dios, ¿por qué difieren tanto en sus contenidos y en sus afirmaciones? ¿Acaso los escribas que tomaron el dictado divino no escucharon bien lo que les decía Dios? Pudo haber ocurrido que durante las transcripciones de los textos se hayan cometido errores involuntarios o maliciosos; no obstante, por más graves que hayan sido los errores de transcripción, no es creíble que difieran a tal grado. Por ejemplo, mientras que la Biblia cristiana (es decir, el Nuevo Testamento) asegura que Jesucristo es Dios, el Corán lo considera un simple profeta, mientras que el Torah no le atribuye ni siquiera este título.
       Además, hasta ahora no se han encontrado evidencias históricas confiables de la existencia de los autores de los libros “sagrados”. A pesar de que todavía persisten dudas sobre la existencia del poeta Homero, hay una razonable certeza de la existencia histórica de otros autores griegos, como Platón, Aristófanes, Eurípides, Jenofonte, etc. En cambio, poco o nada se sabe de los autores del Antiguo y del Nuevo Testamento. El único autor de textos “sagrados” cuya historicidad está bien documentada es Mahoma; pero no existen testimonios históricos que nos den certeza sobre la autenticidad del mensaje que supuestamente recibió de Dios, a través del arcángel Gabriel.
       Aun concediendo que el contenido de los libros “sagrados” haya sido dictado directamente por Dios, dichos textos tampoco coinciden en la descripción del carácter y las motivaciones de este personaje. En algunas partes de dichos libros se dice que Dios es infinitamente sabio y bondadoso, mientras que en otras se le describe como un ser irascible y celoso. Al ordenar la matanza de todos los habitantes de Jericó, Dios aparece no sólo como un ser malvado, sino también imprudente, pues puso el peligro la existencia de todo el Sistema Solar con tal de echar la mano a un genocida llamado Josué. Tampoco parece creíble que el Amo del Universo incluyera en su trascendente mensaje a la Humanidad trivialidades como la desnudez de Noe o el grado de parentesco entre Abraham y Sara. Para finalizar con el tema de los textos “revelados”, permítaseme hacer la siguiente pregunta: ¿Si el homo sapiens ha existido en este mundo desde hace más de 50 000 años, ¿por qué Dios esperó más de 40 000 años para informar a la humanidad cómo deseaba que se comportaran sus criaturas?
       En conclusión, y visto que los textos “sagrados” no constituyen una fuente de información confiable, los teólogos religiosos carecen de todo fundamento para asegurar que existe un ser con las características que las religiones monoteístas atribuyen a Dios. En otras palabras, no poseen la información necesaria para afirmar que Dios existe, y mucho menos para decirnos qué atributos tiene.


El concepto no religioso de Dios

A lo largo de la Historia multitud de pensadores han postulado la existencia de un ente similar al Dios de los teólogos religiosos, pero basados exclusivamente en elucubraciones filosóficas. El más relevante de los pensadores antiguos que abordaron este tema fue Aristóteles, quien propuso la hipótesis del primer motor. Después de la implantación del Cristianismo en Occidente, hubo filósofos que se negaron a aceptar el concepto de Dios impuesto por la Iglesia, entre los que destacan  Descartes y Kant. También debemos mencionar a Espinoza, quien a pesar de provenir de un entorno judío, estaba familiarizado con la teología cristiana. Posteriormente, con el desarrollo de la Física y la Astronomía, otros pensadores propusieron la existencia de un ente a quien podríamos llamar el Dios cósmico. Esta concepción de Dios fue el resultado de una síntesis entre el panteísmo y la Ciencia, y sus principales proponentes fueron Chardin y Einstein. Finalmente, en 1986 el físico matemático John Barrow propuso la teoría del Universo antrópico, que posteriormente daría lugar a especulaciones respecto a la existencia de un Dios cuya única razón de ser sería la creación de un entorno cósmico que propiciara inicialmente el surgimiento de la vida y posteriormente la aparición de la vida inteligente.
       Pero, ¿cuál era la motivación fundamental de los pensadores mencionados en el párrafo anterior? Mi opinión es que Aristóteles estaba obsesionado con la lógica y el orden y no aceptaba una visión mítica del mundo y la humanidad, por lo que propuso la existencia de un ser racional que pusiera cierto orden al caos aparente del Universo. Respecto a los filósofos del periodo cristiano,  parece que los que los impulsó a especular sobre este punto es que no estaban satisfechos con el Dios caprichoso e impredecible de los textos “sagrados”. Los panteístas, por su parte, aunque aparentemente racionalistas, en realidad eran personas profundamente emotivas a quienes les molestaba la manera tan burda cómo explicaba la teología tradicional la grandiosidad de Dios y el Universo. Finalmente, los antropistas o antrópicos estaban (y están) interesados en dar sentido a los recientes hallazgos de la Física y la Cosmología
       Sin embargo, con excepción de la Teología de Aristóteles, todas estas especulaciones filosóficas,  aun cuando están mejor fundamentadas que las elucubraciones de los teólogos religiosos, no dejan de ser hipótesis que buscan dar un sentido moral o finalista al Universo. Por supuesto que no niego que el Universo pudiera tener alguna finalidad y un eticismo (es decir, un sentido ético) que algún día podríamos conocer; pero también es posible que la existencia de este Universo (y de otros, si existen) sea producto del azar.
       Por otra parte, aun en el caso de que las leyes y las constantes físicas de la Naturaleza hubieran sido establecidas con algún proposito por algún ente consciente, cabría preguntarse por qué este ser esperó 14 000 millones de años para crear una civilización tan precaria como la que existe en la Tierra, la cual podría desaparecer sin dejar rastro si ocurriera alguna catástrofe de dimensiones planetarias. A esto podría responderse que la civilización terrícola probablemente no sea ni la primera ni la única, y que en otras partes del Cosmos existen otras civilizaciones que podrían llevar adelante y hasta su conclusion el gran proyecto de Dios (Cualquiera que sea éste).
       Pero, también podría darse el caso de que este ser no sea un ente todopoderoso ni omnisciente y que ni siquiera sea plenamente consciente, y que sólo se trate de una fuerza o un impulso creador que desde el principio de los tiempos ha venido actuando para avanzar un proyecto difuso, que primero produciría vida, después vida inteligente y finalmente desembocaría en un esfuerzo sinérgico que dotaría de autoconsciencia a todo el Universo. Sin embargo, a este ente cuasi-consciente difícilmente podríamos llamarle Dios.
       Así pues, mi conclusión final es que hasta la fecha nadie ha demostrado, con argumentos científicos o filosóficos, la existencia de un ser que tenga las cualidades y atributos que a lo largo de la Historia se han atribuído a Dios; en otras palabras, nadie ha demostrado la existencia de Dios. Si alguien me dice que tampoco se ha demostrado su inexistencia, le contestaría que la carga de la prueba corresponde a quien propone, no a quien pone en duda la proposición.

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