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¿Estado laico en Colombia?

“Ningún estado debería basar sus políticas de acuerdo a creencias religiosas porque eso alentaría la persecución”

La historia tiene momentos destacables y son ellos los que mandan la pauta para su permanencia del tiempo, hay una gran cantidad de hechos históricos pero pocos los que hicieron una transformación social, política, económica y filosófica como lo fue la Ilustración. Este acontecimiento histórico dado en Europa en el siglo XVIII, estuvo caracterizado por la puesta en escena de la razón como único método valido para darle una explicación coherente a las cosas, esto debido por la fuerte influencia de la iglesia católica en todos los estamentos de la sociedad europea, uno de los aspectos importantes es la lucha por un estado laico en el que se separe la dirección del gobierno de las posturas ideológicas de la iglesia. Esta idea se basaba en el que todos los ciudadanos creyentes o no, se sientan representados en un estado civil que garantice la no persecución por su creencia religiosa y que sea estado que propicie la cohesión social.

Los aportes de pensadores ingleses y los enciclopedistas franceses fueron de tal relevancia que socavaron los pilares de la sociedad, la transformación política hizo que la iglesia perdiera privilegios sociales y económicos pero que facilitaron la distinción entre el poder gubernamental y la formación en valores de la iglesia. En Colombia la iglesia católica ha estado muy unida al poder, desde la conquista donde se evangelizó a los primeros indígenas hasta ser una base ideológica de un sector político, por ejemplo la constitución Política de 1886 en su presentación dice: “En el nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad, los delegatorios de los estados colombianos de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima reunidos en consejo nacional constituyente.” Esta constitución adopto una política centralista y buscaba poner fin a las guerras civiles aunque 3 años después empezó la guerra de los mil días.

Los valores de la iglesia católica se fundamentan en las enseñanzas que dejó Jesús a sus discípulos, aunque la mayoría de sacerdotes cumplen su función como guías religiosos, otra minoría se alejó de la vida austera que pregonaba Jesús, por ejemplo cuando dijo: “Dad al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios” desde ya se podía diferenciar las obligaciones de una y otra autoridad, aspecto que los primeros cristianos no asimilaron o prefirieron ocultarlo. En la edad Media la iglesia amasó una gran fortuna sin mencionar los constantes casos que no obedecen a su función, y como consecuencias las reformas protestantes hicieron ver los pecados en que había caído una institución fundamental en la sociedad y que hoy no es posible ocultar el poderío económico y político que hoy día  conserva.

Hoy la idea de un Estado laico se fundamenta en la separación de poderes Estado-Iglesia y una característica de ella es que, la intolerancia política y religiosa sea el enemigo a vencer en primer lugar, al respecto Rousseau afirma: “Me gustaría que en cada estado hubiera un código moral, o una especie de profesión de fe civil, que contuviera positivamente las máximas sociales que cada cual estaría obligado a admitir, y negativamente las máximas fanáticas que estaría obligado a rechazar, no como impías, sino como sediciosas”. Ningún estado debería basar sus políticas de acuerdo a creencias religiosas porque eso alentaría la persecución por el simple hecho de profesar una creencia distinta y el poder gubernamental debe propiciar la convivencia pacífica de todos los ciudadanos, como garante de ese derecho tenemos el artículo 19 de constitución política de 1991.

Ahora bien, la creación de centros cristianos a ojos del ciudadano se ha multiplicado, tal vez no tanto por lo que algunos llaman que las personas se han alejado de Dios sino más bien creo que es en parte por las exenciones e ingresos que permite tener un centro religioso. Aunque nuestro país ha hecho avances en leyes para todos los ciudadanos, existen algunas que permiten decir que todavía estamos lejos de tener instituciones sin privilegios, por ejemplo en el artículo 23 del Decreto 624 de 1989 dice: “Otras entidades no son contribuyentes. No son contribuyentes del impuesto sobre la renta, los sindicatos, las asociaciones de padres de familia…, así como los movimientos, asociaciones y congregaciones religiosas, que sean entidades sin ánimo de lucro” ¿Cómo le parece señor lector? Dígame usted si no ha visto a iglesias recién funcionando y de un momento a otro ya cuenta con medio de transporte y con plantas de 3 o 4 pisos.

Creo que esta anotación de acuerdo al Estatuto Tributario debería ser revisado por los analistas financieros y el Ministerio de Hacienda, que evadan impuestos es una discusión válida para saber cuánto dinero pueden contribuir estos centros religiosos a la sociedad y acercarlos así a los valores cristianos del no apego al metal, ahora bien, un estado debe manejar bien el dinero porque si en nuestro país solo se pierden 40 billones anuales en corrupción no sabemos quién es peor, los que lo evaden o el encargado de cuidarlo y distribuirlo de la mejor manera. En las instituciones educativas deben darse debates sobre el cumplimiento de las leyes, una sociedad que irrespete las normas sería una anarquía total y eso sería una derrota para todos.

Pero ese no es la única muestra del poder de los centros religiosos, en esta época vemos que sectores políticos se pelean por incluir en sus listas a dirigentes cristianos para así asegurarse unos votos, como escribió Mauricio Pombo: “Basta a ver a Ordóñez, Uribe, Morales y otros comprando votos a través de oraciones, en lugar de tamales, y ver a las diferentes religiones mintiéndoles a sus masas para conseguirles votos a los políticos que les favorecen sus intereses”. Lo cuestionable aquí es que estos líderes quieran hacer parte de la vida política utilizando su función cristiana; pero este fenómeno no es solo de Colombia, América Latina está teniendo una proliferación de líderes cristianos en cargos políticos como ocurre en Brasil o en Honduras con el presidente electo Juan Orlando Hernández.

Haciendo una visión rápida de la situación de nuestro país podemos decir que tener un Estado laico todavía es una tarea pendiente, pero qué hacer. De nuevo la respuesta está en las instituciones educativas, quienes deben ser formadoras en valores ciudadanos, es decir que todas las personas sean partícipes  y veedores de una sociedad civil que tenga como valor la tolerancia cultural, política y religiosa, es en la escuela donde se pueden dar  diálogos constructivos de la realidad nacional y se debe empezar desde los más pequeños porque son más abiertos al conocimiento, en palabras de Rousseau: “Los pueblos, como los hombres, solo son dóciles en su juventud, y al envejecer se tornan incorregibles; una vez las costumbres establecidas y arraigados los prejuicios, es empresa peligrosa y vana de querer reformarlos”.

La época del concordato en Colombia ya se superó, la Colombia del posconflicto hizo un avance con la ley 1874 de 2017 en la que la historia vuelve  a ser obligatoria en los centros educativos; ojalá y esta ley contribuya a una mejor sociedad porque en los pies de un estudiante de bachillerato que ve anualmente más de 13 materias en su año electivo (a mi parecer son demasiadas), sería una apuesta que más de la mitad de los estudiantes prestasen la atención necesaria a un asignatura como lo es la historia, y que sea capaz de proporcionar las competencias básicas (leer, escribir, comprender y convivir en sociedad) a los estudiantes, una educación neutral y que evite los vicios que aquejan a nuestra sociedad es una apuesta a futuro y que no debemos quedarnos atrás.

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