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¿Estado laico?

Los festejos del solsticio de verano nos muestran que hoy como ayer, «París bien vale una misa»… El problema es que ahora hay más información

El Art. 4 de la Constitución establece que el “Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El Estado es independiente de la religión”. Se trata, sin duda, de un principio de primera importancia porque la libertad de religión es parte sustancial de los derechos humanos consagrados universalmente y que el Estado sea laico significa que hay una separación total entre éste y la religión.

Conviene recordar esta disposición porque desde hace algunos años estamos asistiendo a un proceso de creación forzosa de una presunta religión ancestral  y que ha tenido en los festejos del solsticio de verano un hito a recordar. En palabras del Presidente, este 21 de diciembre es un “nuevo amanecer para los pueblos del mundo”; el día “del inicio del Pachakuti que se traduce en el despertar del mundo a la cultura de la vida”. También es el inicio del fin del capitalismo salvaje así como de la transición del tiempo de la violencia entre los seres humanos y de la violencia con la naturaleza a un nuevo tiempo donde el ser humano constituye una unidad con la Madre Tierra y todos convivimos en armonía y equilibrio con la totalidad del cosmos”, anunciando que se “producirán en el planeta importantes cambios telúrico-cósmicos, (pues) la cultura de la muerte, del hambre y de la injusticia habrá llegado a su fin” y que el “Pachakuti ha llegado, y quienes ahora nos reunimos en la Isla sagrada del Sol, en el Lago Titicaca, somos los Guerreros del Arco Iris, somos los guerreros del Vivir Bien, somos los insurgentes del mundo”.

Sobre la base de estos tópicos, el Primer Mandatario ha ratificado la necesidad de pelear contra el capitalismo, el neoliberalismo y el colonialismo, y sus instituciones multilaterales, por ser los causantes de la miseria humana y la violencia; es decir, ofrece, sobre argumentos de claro contenido religioso,  un programa eminentemente político-ideológico.

Lo importante es que más allá del discurso y los festejos que se comenta, lo que parece claro, hay que insistir, es el intento de articular desde el Estado una especie de religión, propósito que, si se revisa la historia, responde al interés de toda nueva élite ansiosa de una rápida legitimación. Lo intentaron hacer algunos revolucionarios franceses en 1789, como los nazistas y fascistas en las primeras décadas del siglo pasado, mientras que los regímenes que se reclamaban marxistas hicieron del ateísmo una forma de religión.

De ahí que no importen contradicciones como que se anuncie el inicio de una era de paz, con actores principales que son guerreros; que se adore a la Madre Tierra, pero no se dude en avasallarla cuando de intereses económicos se trate; se hable de la reivindicación de lo indígena y se viole los derechos de indígenas concretos, como se lo ha hecho en el Tipnis, cuando éstos no aceptan la política oficial; se dice que la democracia debe profundizarse, pero se busque eliminar el voto directo, o aparezcan como adoradores de cosas quienes no hace mucho eran, en el llano, auto reconocidos ateos.

En definitiva, hoy como ayer, “París bien vale una misa”… El problema es que ahora hay más información.

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