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Establecer el estado laico, hoy, es misión imposible · por Francisco Delgado

Hace más de dos años, el 13 de marzo de 2023, publiqué en varios digitales un artículo con el título: Laicismo: A mí ya no me toman más el pelo (con la búsqueda del título se accede al mismo).

Comenzaba de esta forma: Es una evidencia tozuda que poder político y religión forman “parte de un mismo todo”, gobierne quien gobierne. Esto lo he aprendido tras décadas de una amplia experiencia política y societaria, bajando “al barro” y remando, en muchas ocasiones, contra corriente…. Pero a mí ya no me van a “tomar más el pelo”.

Mientras nos adentramos en el más que caluroso verano del 2025 (fruto del cambio climático y de otros fenómenos atmosféricos), la política está cada vez más revuelta, polarizada y bochornosa, las cámaras legislativas, en unos días, se disponen a coger las vacaciones veraniegas, el gobierno trata de «tomar aire» y «hacer un triple salto mortal», como consecuencia de sus cuitas internas, tras los escándalos surgidos en el seno del partido mayoritario…Y, mientras, la confesionalidad (sobre todo católica) de las instituciones del Estado español siguen en su cenit más alto y casposo. Nada ha variado, en todo caso ha empeorado en estos dos últimos años.

En suma, el Estado laico, con el poder ejecutivo actual (supuestamente) de centro izquierda y un poder legislativo (en parte, vencido a la derecha tradicional y nacionalista), es un imposible, una entelequia.

La religión confesional (con sus catequistas, imanes y pastores) sigue ofreciéndose en el horario lectivo entre 1 y 2 horas a la semana (en según qué comunidad autónoma) al alumnado de 3 años hasta el bachillerato y la FP. Aunque varía algo por territorios, el alumnado que no solicita religión es -aproximadamente- la mitad… en la media de todos los cursos y, salvo una minoría de centros que programan alternativas atractivas y pedagógicas, en la mayoría de los casos ese alumnado permanece en una especie de vergonzoso “limbo” sin nada que hacer durante el espacio que se imparte religión, que como resultado matemático nos da que, desde la infantil hasta el bachillerato, se pierde -por culpa de la religión- casi un curso completo lectivo. Algo bochornoso.

Y por otro lado, la financiación pública de centros de enseñanza dogmático católicos crece alarmantemente, año tras año, gracias a las últimas reformas «progres» de la LOMLOE de 2020 (PSOE-UP) y de la FP de 2022 y, también, de las gobernanzas conservadoras en muchas CCAA. Hecho que era previsible.

La casilla para la financiación de la iglesia católica ahí sigue en el impreso de la Renta. La reforma del código penal para que no sean contemplados delitos de blasfemia, sigue “en el cajón”. De la vergüenza de las inmatriculaciones no se ha “tocado ni una coma”. La asistencia a saraos católicos por parte de representantes públicos en función de su responsabilidad política, incluso ha aumentado. Las capellanías católicas en cárceles, hospitales y ejército siguen ahí. Las televisiones públicas mantienen los espacios religiosos. La fundación pública pluralismo y convivencia, creada por el presidente Zapatero del PSOE, sigue erguida, vivita y coleando. Y así podríamos seguir con un tufo político nacional católico que espanta, ya pasado un cuarto del siglo XXI.

La derecha política no engaña, sigue con su propuesta confesional. Es la “pseudo izquierda” política la que, en términos de laicidad, engaña, miente. No quieren oír ni hablar de laicismo y Estado laico. Les molesta. Les repele. Incluso cuando en los programas “colocan” unas líneas sobre laicidad (sólo) como “reclamo electoralista”, una vez que consiguen el escaño, se olvidan. Y ahora ya en una legislatura en su recta final, por diversidad de circunstancias, nada queda por hacer.

En la España actual, la «antorcha laicista por un Estado laico» se mantiene encendida sólo desde el tejido social organizado: El Movimiento hacia una Estado Laico de Aragón, Asturias y Andalucía Laicas, que forman parte, junto a otros grupos territoriales, de la Asociación estatal EUROPA LAICA (que pertenece a la Asociación Internacional del Librepensamiento – AILP), la Plataforma de defensa del patrimonio navarro, las plataformas unitarias: «Por una escuela pública y laica. Religión fuera de la escuela» y «Recuperando» (las inmatriculaciones), junto a varias asociaciones de ateos, redes cristianas de base, fundaciones diversas y logias masónicas… que, gracias a campañas y con muy escasos medios, consiguen una cierta concienciación social… pero, en la práctica, nula influencia política, frente al poderío económico de las corporaciones religiosas que el Estado -de todo color político- “engrasa” económica, patrimonial y apoya institucionalmente, cediéndoles -además- la gestión de servicios públicos esenciales, como la educación y la «industria de la caridad» (servicios sociales), además -por ejemplo- de la exención de impuestos, o la cesión de suelo público para construir templos y otros espacios religiosos… etc. etc.

Con esta concienciación social que se ha logrado por parte de las asociaciones antes mencionadas, se ha avanzado en la secularización de la sociedad frente a la confesionalidad institucional (en parte, multi confesionalidad). Los datos son más que elocuentes: Según encuestas diversas, entre ellas la (oficial) del CIS, se señala que algo más de la mitad de la ciudadanía (y la de corte de edad más mayor) se declaran católicos tradicionalmente culturales, de éstos, sólo el 19% practican los rituales católicos de forma habitual; sólo un 3,5% de la población se declaran formar parte de otras religiones no católicas. Los ateos, agnósticos e indiferentes superan -ya- casi el 40% de la población, sobre todo la más joven. Los matrimonios exclusivamente civiles, ya superan el 80%. En la declaración del IRPF, señalan la casilla de donación a la iglesia católica sólo el 33% de las y los contribuyentes; como se ha señalado anteriormente, menos de la mitad media del alumnado solicita religión (en algunas CCAA no pasa del 30%) y las despedidas funerarias civiles crecen año tras año.

Pues, a pesar de todo ello, las y los políticos actuales, de todo color y condición, mantienen la confesionalidad institucional del Estado. En suma, avanzar, hoy, hacia un Estado laico es misión imposible.

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