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Esta es la mujer que lucha por la libertad de Irán

Entregarlo todo por la libertad de otros. Esa ha sido la interminable lucha que ha dado Shirin Ebadi, una de las primeras abogadas iraníes en convertirse en jueza en su país y quien asumió como propia la misión de embarcarse en casos exigentes que desafiaban las leyes que instauró la República Islámica en Irán desde 1979.

Pero, para ella el problema no ha sido la religión. Cuando piensa en la mayor lección que le ha dejado el Islam, lo dice sin titubear: “la justicia”. Desde su labor como abogada ha procurado que se haga justicia para otros, principalmente presos políticos, mujeres y niños. Por hacer eso la han perseguido y han buscado silenciarla hasta el punto de recibir amenazas de muerte (antes y después de reconocida con el Premio Nobel de Paz a sus 56 años, en 2003).

Durante años perdió su puesto por el hecho de ser mujer. Trabajó como maestra, pero fue solo después de mucho tiempo que pudo tener una práctica privada para continuar participando en los casos que le nacía defender.

Ebadi, la primera musulmana en recibir el galardón, ha denunciado cómo el gobierno ha tomado su oficio, sus propiedades y su familia como objetivo. Desde hace una década vive fuera de Irán, su lugar favorito en el mundo, pero continúa insistiendo desde el exterior para conseguir la libertad que tanto espera para los suyos.

Plasmó sus experiencias en el libro Hasta que seamos libres, que trajo consigo al Hay Festival 2019 y EL COLOMBIANO habló con ella. Esta fue su reflexión.

¿A qué persona admira?

“Al trabajador que con mucho esfuerzo labora para llevar el pan a su casa, a esa persona la admiro. O al soldado que pone su vida en peligro para proteger su país o el profesor que enseña a los alumnos aquello que pueda ayudarles a crear y construir el mundo. Las personas que solo se apoyan en el dinero que les ha llegado, no me dicen mucho”.

Ha contado que su padre era un verdadero feminista, ¿en qué consistió ese feminismo?

“¿Sabes? Generalmente, en Oriente, la cultura patriarcal es mucho más acentuada que en América Latina o en Europa. Pero yo me crié en una familia respetuosa y he aprendido a respetar la libertad religiosa gracias a la actitud de mi familia. A pesar de tener un hogar musulmán practicante, no fui a una escuela musulmana. En Irán tenemos una minoría religiosa y ellos tienen escuelas. Yo me matriculé en una de ellas y la razón fue muy sencilla: era una institución buena y estaba cerca de mi casa. De pequeña aprendí que todas las religiones eran iguales y no tiene sentido que vayas a una escuela que está lejos solo porque eres musulmana. Nosotros en casa éramos tres hermanas y un hermano y él tenía las mismas ventajas que nosotras. En ningún momento sentí que lo favorecían a él especialmente por ser varón”.

En 1992 usted consiguió su práctica privada, ¿cuál fue el criterio para escoger sus casos en ese momento?

“Los presos políticos normalmente no contaban con recursos económicos para poder tener un buen abogado, entonces decidí defenderlos de manera gratuita. Durante un tiempo me dediqué a la enseñanza en una universidad y les decía esto a mis alumnos: ‘el conocimiento que adquieren es sagrado. Su objetivo no debe ser solamente hacer que las empresas sean más ricas, su objetivo debe ser ayudar a los débiles. No deberían echar a perder ese conocimiento’”.

¿Piensa que ha habido algún avance frente a como las mujeres iraníes son vistas a través de la religión y el gobierno?

“Afortunadamente, las mujeres de Irán están muy bien formadas y educadas. La sociedad tiene una visión muy positiva y favorable hacia las mujeres, pero el problema que hemos vivido son las leyes que se han aprobado contra ellas después de 1979”.

Pero usted ha contribuido al cambio de leyes en Irán en favor de que las mujeres…

“Después de la Revolución fueron aprobadas unas leyes bastante malas. Entre ellas estaba que después de un caso de divorcio, la custodia de los varones hasta los dos años y de las niñas hasta los siete años era de la madre. Pero que después de que cumplieran esa edad, la ley obligaba a que los niños fueran separados de su madre y fueran entregados al padre. Hubo muchísimas protestas por estas leyes, pero desgraciadamente el gobierno no hacía nada para cambiarlas. Llegué al caso de una niña de 9 años que fue obligada a vivir con su padre y que murió a raíz de las torturas que recibía en la casa paterna. Acepté la defensa, llevamos el caso a los medios de comunicación y conmovió a la sociedad. En 2004 logramos cambiar la ley y actualmente los niños y niñas deben estar con su madre hasta los siete años y después de esa edad el tribunal decide con quién debe quedarse el menor, siempre velando por sus intereses”.

El gobierno Iraní le causó mucho dolor a su familia, ¿qué es lo más gratificante de su trabajo a pesar del sufrimiento?

“Cada vez que ponían en libertad a un preso político, para mí era el momento más bonito. Conseguí hacer algo para poner en libertad a una persona que trabaja para la democracia”.

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