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Esposo, padre, criado?esclavo

Como en aquel cuento de Borges donde el argentino imagina a un oscuro escritor llamado Pierre Menard que reescribe varios capítulos del Quijote, copiando cada palabra y a cada coma cuyo sentido cambia radicalmente al ser escritas tres siglos después de que lo hiciera Cervantes, el artículo que sigue ha sido escrito calcando con cínico descaro las palabras y aun las comas de la escritora italiana Costanza Miriano, cuyo libro Cásate y sé sumisa está arrasando en los confesonarios. Aun así, si todavía estuviera viva doña Pilar Primo de Rivera es seguro que a Mirino le caía más pronto que tarde ante la Fiscalía una denuncia por plagio, pues sus ideas ni siquiera se molestan en disimular el parecido tremendo que guardan con el glorioso ideario de la Sección Femenina, tierna rama de Falange Española que durante el régimen transitorio entre la II República y la restauración monárquica se ocupó abnegadamente de la instrucción de las jóvenes españolas para hacer de ellas “buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas”.

La única aportación de este artículo ante las frases de Miriano ha sido cambiar el género del sujeto verbal o intercambiar los sustantivos hombre y mujer. Donde Miriano dice nosotras, madres, hombres o maridos, el abúlico columnista se ha limitado a escribir nosotros, padres, mujeres o esposas. He aquí el resultado de tales cambios en el texto, que en este caso se titularía, obviamente, Cásate y sé sumiso:

“El hombre no debe sentirse disminuido por esta invitación de San Pablo [a ser sumiso]“.

“Sólo hay una manera de limar las aristas. Tendrás que aprender a ser sumiso”.

“Muérdete la lengua y ten el valor de esperar a ver qué sucede si el mundo se queda sin una opinión tuya”.

“Cuando tengas que criticarla -a tu mujer- hazlo con respeto, sin humillarla aun cuando estés seguro de que la crítica es indispensable […] Salir de la lógica de la reivindicación ayuda a crear un clima positivo”.

“Para elegir a un buen hombre hace falta estar segura de que sea un hombre que gusta, que se calla y que se queda en casa”.

“Cuando entre vuestras dos opiniones te parezca que la [de tu mujer] es claramente errónea, para vosotros y probablemente también para los niños, confía en su lucidez. Esto puede parecer un esfuerzo imposible. Te dará miedo, porque abandonar las propias convicciones es algo horrible, pero no te estás arrojando al vacío, te estás arrojando a sus brazos“.

“Creyendo emanciparnos nos hemos vendido por un plato de lentejas […] Y el problema es que a cambio de la libertad obtenida, los primeros en sufrir somos nosotros. Sufrimos y sufre todo el mundo, porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién custodiará el amor por la vida”.

“Muchos padres de hoy entran en crisis. La carga de trabajo es realmente monstruosa: trabajar, llevar a los hijos, la casa”.

“El hombre realizado ama ante todo. Escucha, consuela, anima, perdona, une”.

“No estamos hechos para el poder. Y los  hombres que llegan a alcanzarlo, con frecuencia acaban enfurecidos, porque traicionan su propia naturaleza, inseguros y, a menudo, violentos”.

“Y también ser discretos, no entrometidos, delicados. Seguir llamando a la puerta, diciendo gracias, respetando”.

“Ser bellos, inteligentes, cultos y dedicados a la profesión puede llegar a complicar aún más las cosas. A veces, nos hace caer en la trampa de darle un peso excesivo a la propia autonomía”.

“En cuanto a la mujer, podrá gustarnos o no, pero funciona así: da con alegría si se siente libre”.

“Y esa es otra de mis especialidades: me hago el pasivo, me quedo en silencio, suspiro conmovido por mi nobleza de ánimo, por mi magnánimo aguante, por mi heroísmo”.

Concluya aquí la Operación Saqueo, pero no sin antes hacer una oportuna, aunque interesada, observación. Si en el relato de Borges el resultado de la operación literaria fue que “el fragmentario Quijote de Menard era más sutil e infinitamente más rico que el de Cervantes”, en esta columna esa simple operación sintáctica tiene, sin llegar a tanto, el extraño efecto de convertir Cásate y sé sumisa nada menos que ¡en un inesperado y valiosísimo manual para combatir la violencia de género! Si la fundadora de la Sección Femenina levantara la cabeza y viera a qué inicuo destino han llegado a parar sus honestas ideas, seguro que se volvía de inmediato a su tumba. Y ya le diría ella cuatro cosas bien dichas a la listilla de Costanza cuando, tras el Juicio Final, coincidieran ambas allá en el Cielo bajo la adusta mirada de Pablo de Tarso.

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