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Espías en el Vaticano

El servicio de espionaje del país más pequeño y más poderoso del orbe no dispone de un nombre sonado, aunque desde hace cinco siglos se le conoce como la Santa Alianza, el espionaje de la Iglesia Católica.

Hasta las instituciones que se consideran sagradas tienen sus partes oscuras, capitales en paraísos fiscales, dinero negro, espías y corrupciones. El Vaticano, como cualquier otro país, pese a ser el más pequeño de mundo, tampoco es ajeno. El Papa Francisco se ha propuesto acabar con ese lado oscuro de una Iglesia que debe ser pobre, ejemplar y comprometida socialmente. Pero no todos los Papas tenían buenas intenciones y, bajo la disculpa de la religión, cometieron y mandaron cometer las mayores atrocidades, extorsiones, negocios ilegales… llegando incluso al asesinato, tanto dentro como fuera de sus muros y basílicas. Una historia de siglos que ha permanecido hasta ayer mismo, con la dimisión por “razones personales” del anterior titular del trono de Pedro, y hoy Papa Emérito, Benedicto XVI. Un lado oscuro que se revivió y multiplicó con el admirado y también controvertido Juan Pablo II, el canonizado -paradojas de la historia- Papa polaco. En varios reportajes desvelaremos el lado oscuro de la institución más duradera de la historia.

La Iglesia Católica es la institución más antigua del mundo. Pervive a través de los siglos pese a los avatares externos, enemigos, cismas, y errores internos, al estar dirigida por humanos. Sus jerarcas atribuyen esta pervivencia a que “es obra divina”; otros, por el contrario, a su perfecta red de espionaje extendida por toda la tierra.

Por mucho que se tambalee, como barca a la deriva en la tormenta, pese a sus fallos y corrupciones, que no han faltado en toda su historia, mantiene su fuerza y poderío como institución, debido quizá, como afirman sus jerarcas, no tanto a que sea obra de Dios dirigida por humanos, cuanto a su red de espionaje, considerada como la mejor de todos los tiempos, y eso que cuenta con menos medios técnicos y logísticos que cualquier otra. ¿Cómo se maneja? ¿Desde cuándo? ¿Cómo puede ser su red tan perfecta y poderosa contando con menos técnica que los demás servicios de espionaje? ¿Es cierto todo lo que se le achaca?: que mató a reyes, envenenó a príncipes y Papas, asesinó a obispos, llevó a cabo crímenes horrendos, promovió golpes de Estado, apoyó a los nazis, evade capitales y blanquea dinero, trafica con armas, y se asocia con la mafia…

Nos adentramos en sus entresijos, en esos pasillos inmensos y oscuros del Estado más pequeño del mundo con el servicio de espías más grande, en los dos siguientes reportajes que irán apareciendo en Nuevatribuna; un tema del que apenas se habla, una organización que ha influido e influye en nuestra historia.

Aparece ya en la Biblia

Los Libros Sagrados, escritos varios milenios antes de Jesucristo, mencionan ya este servicio cuyo promotor fue nada más y nada menos que Moisés, el padre del pueblo elegido por Dios como se consideraba el pueblo de Israel.

Se entiende por espionaje la obtención de información de manera clandestina o ilegal; información secreta o reservada que no interesa que sea conocida por alguien ajeno a la institución, sea nacional, local, de un organismo o industria. El espionaje ha sido y es empleado en todos los tiempos, sean de paz o de guerra, por todos los países, y no se circunscribe únicamente a proyectos o intenciones de gobiernos sino a la industria y a la investigación.

Actividad tan vieja como la misma historia de la humanidad en cuanto se dividió en tribus, naciones o empresas. Ya en la Biblia se narran los dos tipos principales de espionaje, en tiempos de paz y en tiempos de guerra. En la paz, Moisés, libertador del pueblo hebreo, desde el desierto de Parán, envió a doce espías a explorar y ver cómo era la “tierra de promisión”, para ser luego informado sobre sus características y productos. Se calcula que era alrededor del año 1500 antes de Cristo. El Libro“Números”, capítulo 13, da cuenta de los cuarenta días que estuvieron espiando esa tierra los enviados por Moisés. Su objetivo era “explorar” ese país donde se iban a asentar las doce tribus de Israel; es decir, informarse para informar, enterarse de cómo era la tierra de Canaán. En otros dos de los libros bíblicos se nos describe la historia de las dos primeras espías cuya misión era descubrir y aniquilar a los jefes enemigos:Dalila, que traicionó a Sansón, y Judit, que se introdujo en la tienda de campaña del general Hollofernes, y después de haberse ganado su confianza le cortó la cabeza, según narran sendos libros, el primero, el Libro de los Jueces, capítulo 16, donde Dalila, que corta el cabello al gigante Sansón, figura como agente secreto de los filisteos. Y el segundo, el Libro de Judit, dedicado a la bella Judit y su admirable y arriesgada hazaña. Las primeras mujeres espías de las que se tienen noticias. Son la prehistoria de otras muchas mujeres que después han hecho historia hasta nuestros días con la más conocida de todas ellas, Mata Hari, famosa actriz y bailarina, que murió ejecutada por espionaje en la I Guerra Mundial, hace ahora casi cien años. Las tres, por nombrar las más famosas, tenían algo en común, la belleza y sus dotes de seducción y persuasión. Esas eran sus armas y su técnica. Y de ellas ha copiado mucho la iglesia. Por algo la Biblia es Libro Sagrado, conocido como el Antiguo Testamento, no solamente para la religión judía, sino luego para la cristiana, a la que se añadió el Nuevo Testamento con la vida y enseñanzas de Jesús, el Cristo, o Mesías que vino a la tierra y cuya venida todavía siguen esperando los judíos.

Clases de espionajes

Hay muchas clases de espionaje, pero se pueden resumir en cuatro apartados:Espionaje bélico, el más conocido por darse en épocas de guerras. Espionaje político, muy extendido en nuestros días, cuyo ejemplo podía ser el famoso caso Watergait de Nixon y sus “fontaneros” espiando los programas del partido demócrata de Kennedy, descubierto por dos periodistas del Washintong Post, que le costaría la dimisión al presidente republicano (o con cierta semejanza, por citar uno muy cercano, la chapuza estilo superagente 86, –teléfono de zapato-, montada en la Comunidad de Madrid por el señor Granados, felizmente en la cárcel, cuya cúpula apuntaba a la “señora X”, para informarse de las actividades de compañeros de partido). Espionaje industrial o de investigación, que cada vez se va extendiendo y ampliando en el mundo desarrollado; y el espionaje religioso, del que vamos a hablar a continuación, que con parecer inofensivo externamente, es el mejor organizado, pasa desapercibido, y cuyas acciones se extienden desde hace tiempo a todo el mundo, llegando a abarcar no sólo la situación religiosa, sino también política y económica.

Espionaje religioso

Creado en un principio para vigilar la ortodoxia cristiana y perseguir la herejía, no tardó en identificarse y fusionarse con el espionaje político, incluso con los nazis. Llegó a tener, y mantiene, estrechos vínculos con otras redes de espías de otras naciones, con entidades bancarias, organizaciones mafiosas y entidades masónicas, hasta el punto de llegar a convertirse en la red mejor organizada de todas, que no repara en medios, ni en gastos, ni en personal, ni en acciones criminales. Es notable el auge de misteriosos asesinatos, que en la última época adquirió su culminación saltando de los muros infranqueables del Vaticano a la prensa y finanzas internacionales, sobre todo durante el papado del Papa polaco, Juan Pablo II, etapa conocida en los ambientes secretos como la “época de los asesinos”, cuya acción primera podía ser considerada la muerte de su antecesor en la mitra de Pedro, al mes de ceñirse la tiara, el cardenal Luciani, Juan Pablo I, por las extrañas circunstancias que la rodearon, a sabiendas del afán de dicho pontífice en aclarar cuentas oscuras en paraísos fiscales, obras en inversiones a través del IOR, Instituto para Obras Religiosas, y fuga de capitales del Banco del Vaticano, el conocido Banco Ambrosiano, fundado en junio de 1942 por el Papa Pío XII. Se sospecha que la muerte repentina del Papa Juan Pablo I, se debió a una de sus intenciones más importantes, depurar la corrupción de la curia romana y aclarar sus finanzas, como hoy sigue en las ideas del actual Pontífice, Francisco. Las mismas intenciones por las que, según todos los indicios, se vio obligado a dimitir su antecesor, Benedicto XVI, no tanto por problemas de salud -versión oficial- cuanto de finanzas, inversiones y capitales en paraísos fiscales, así como la investigación sobre las actividades del llamado Sodalitium Pianum, el servicio de contraespionaje de la Santa Alianza, su red oficial de espionaje y sus ramificaciones, tales como la Orden Negra, la Loggia Ecclesia, vinculada a la logia masónica P-2, el Círculo Octogonus, y otras redes de menor importancia pero muy efectivas durante algún tiempo por las ejecuciones llevadas a cabo por los “vicarios” de Cristo, auténticos profesionales del crimen, mejor conocidos como los “sicarios”. Y es que estas instituciones solapadas del Vaticano no respetan ni a reyes ni a Papas.

EL MEJOR ESPIONAJE

Lo califico, sin temor a equivocarme, por coincidir con otras opiniones de expertos, como el mayor espionaje y la mejor información y más completa del mundo actual.

William Casey, director de la CIA con Reagan dijo: “El servicio secreto del Vaticano es la red de espionaje mejor informada del mundo”.Y con él coinciden otros muchos, como el actual director delMosad, el servicio secreto israelí, considerado de los más perfectos, que dice que el Vaticano les supera. Tal cualidad no hay que atribuirla a su técnica y aparatos, para escucha y vigilancia, quizá de los más elementales, sino a sus innumerables recursos humanos.

Funciona sin necesidad de elementos tecnológicos. Tiene acceso directo a las “almas” de millones de personas en todo el orbe, urbi et orbe. Basta una rejilla y ya está todo hecho y guardado bajo la invisible y sagrada llave del secreto de confesión. La conclusión es lógica: si maneja las conciencias, cómo no va a manejar los pensamientos, las intenciones y las obras. Pero sin profundizar en esta cuestión inherente a la estructura de la Iglesia católica, ciñéndonos al tema propiamente dicho del servicio específico de espías “pro Deo”, vamos a delimitar su historia refiriéndonos a sus principales actuaciones que han cambiado en algunos casos la marcha del mundo y de algunos gobiernos.

LA SANTA ALIANZA O ‘CÍRCULO OCTOGONUS’

El servicio de espionaje del país más pequeño y a la par más poderoso del orbe, no dispone de un nombre sonado, aunque desde hace cinco siglos se le conoce como la Santa Alianza, el espionaje de la Iglesia Católica, es decir, la red de espías del Vaticano. Quizá deba su perfección a que la semilla del cristianismo es la religión judía, cuyo exponente más claro es la Biblia. El cristianismo, como todos sabemos, no deja de ser en sus orígenes una secta del judaísmo, y la historia del pueblo hebreo nos la relata la Biblia, como pueblo elegido de Dios para llevarle a la Tierra Prometida. Si con Moisés, como he apuntado al inicio del reportaje, comenzó la actividad de los espías, es lógico que la iglesia, después de tanto tiempo y con la experiencia acumulada de tantos siglos ininterrumpidos de actuaciones en uno y otro lugar, haya perfeccionado sus redes hasta llegar a ser hoy por hoy, y desde la baja Edad Media en que fue creado, el mejor sistema de todos los espionajes del mundo, el más perfecto, siendo a la vez el que con menos tecnología cuenta. La carencia de técnica logística la suple con sus innumerables agentes repartidos por todos los continentes. Si Jesucristo dijo en el  Evangelio que no se moverá ni caerá un pelo de nuestro cabello sin que lo sepa el Señor, habría que añadir que también lo sabe el Vaticano. El Vaticano sabe todo, y no precisamente por inspiración divina, sino por acción humana en nombre de la divina, y con métodos que muy poco tienen ni de humano ni de divino, como son los asesinatos y el rastro que dejan como advertencia. Ni la mafia les supera. No basta únicamente con el asesinato, sino que debían dar cuenta públicamente de tal crimen dejando una señal y colgando el cadáver, mutilado y torturado, de un puente, o exponiéndolo en lugar visible para que sirviera de lección y escarmiento a los opositores o contrarios a las intenciones e intereses de la Curia Romana. A veces, a modo de asesinos en serie, dejaban incluso la firma, un pañuelo con símbolos como por ejemplo un octógono. De ahí otros nombres con que ha sido identificado tal espionaje: “Círculo Octogonus”.

El primer nombre con el que fue bautizado el servicio de secreto del Vaticano fue el de “La Santa Alianza”. Fundado en 1566 por el Papa Pío V su primer objetivo fue luchar contra la corriente protestante que nacía en Inglaterra con Isabel I, aliándose al lado de la católica María Estuardo, reina de Escocia y aspirante al trono inglés, a cuyo servicio, confesor, asesor y amante, puso el Papa a su primer espía, el sacerdote italiano de buen ver y mejores artimañas, David Rizzo, que no tardó en ampliar su campo de acción del confesionario al gobierno, y del dormitorio a la política, para acabar asesinado por celos. Así fue el comienzo, de novela, pero real. Desde entonces, los espías son asesinados, y el espionaje abarca incluso acciones bélicas y regímenes políticos tanto para promover como para destruir.

Desde entonces, la historia continúa, y la Santa Alianza ha seguido y sigue operando. Como tal es citada y nombrada con mayor frecuencia, aunque luego se desgajara en otros nombres según las operaciones, y en un servicio paralelo puesto de moda en el transcurrir de los siglos: el contraespionaje, que como es lógico, tampoco falta en el Vaticano, para contrarrestar posibles traiciones y operaciones de agentes dobles, conocido a su vez como el Soladitium Pianum, fundado posteriormente,  más conocido por sus siglas SP. Otros nombres se les ha atribuido, como “La Entidad”, y “Pro Deo” (Por Dios), pero la Santa Alianza y S.P son los más usuales.

Esta historia sigue, pero será en próximas entregas. Historia de sucesos que podrían ser de novela, pero que siendo reales, tienen su interés y no carecen de intriga. Ya verán.

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