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España deja de ser (tan) católica

Enrre un tercio y la mitad de los españoles han abandonado la religión que configuró la identidad nacional durante siglos. La Iglesia católica española, una institución que ha marcado la historia y la identidad de este país, se enfrenta a una grave crisis, que se manifiesta en una pérdida de vocaciones y de fieles. Hay quien culpa de este declive a la jerarquía, empeñada en defender una doctrina moral que la sociedad no acepta. Pero el desgaste tiene también que ver con la evolución de nuestra sociedad.

   Hay datos significativos. En una encuesta del CIS de enero de 2002, los españoles entrevistados se declaraban dispuestos “a sacrificarlo todo, incluso su propia vida”, por la “propia familia” (92,9%), con una capacidad de entrega que resultaba mucho menos unánime ante la opción de “salvar la vida de otra personas” (54,3%), defender la paz (47%) o la libertad (42,7%). Pero las cosas se ponían mucho más negras si de lo que se trataba era de dar la vida por la democracia (27,4%), la justicia (22,8%), las creencias religiosas o Dios (20,3%) y la patria (15,8%). Todo un ideario, quizá, de la nueva sociedad española, que emerge de una breve e intensa transición política y social totalmente transformada.

   En un país que ha combatido numerosas guerras de religión, Dios y las creencias religiosas no salían especialmente bien parados en el sondeo, ni con ellos el apego a la que durante siglos ha sido la única religión nacional, el catolicismo, organizado en torno a la figura del Papa y sostenido por un poderoso entramado jerárquico y clerical.
Más allá de la anécdota, son muchos los datos directos e indirectos que dibujan un panorama de debilitamiento progresivo de la fe de Jesús de Nazaret en España. Aunque todavía un abrumador 81% de los españoles declara pertenecer a la religión católica, dos tercios de este porcentaje se consideran poco practicantes o totalmente alejados de una religión que ha sentido el zarpazo de los cambios sociales como pocas.
En un artículo publicado en este periódico en diciembre pasado, el obispo auxiliar emérito de Valencia, Rafael Sanus Abad, daba algunos ejemplos de la alarmante situación de la Iglesia, marcada no sólo por la pérdida de fieles -“más de dos millones en los últimos cuatro años”-, sino por una dramática falta de vocaciones. “Cuando yo me ordené, nos ordenamos cuarenta sacerdotes”, escribía el prelado, “y de mi curso salieron varios misioneros que todavía están en África o en Latinoamérica. Pero de promociones en las que se ordenan ocho o nueve seminaristas, ¿cuántos pueden ir a misiones, si ni siquiera bastan para cubrir las necesidades más inmediatas y urgentes de las propias diócesis?”.
Apenas un mes antes, y desde una perspectiva algo diferente, el presidente de los obispos españoles, el cardenal Antonio María Rouco Varela, había puesto el dedo en la misma llaga al analizar las dificultades que vive la Iglesia en la sociedad actual, y que pueden llevarla, como ha admitido el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, a convertirse en una fe minoritaria. El problema para Rouco es que “vivimos insertos en una sociedad amenazada y afectada por un oscurecimiento de la esperanza, una sociedad que sufre la pérdida de la memoria y de la herencia cristiana”. Un fenómeno, el de la pérdida de la herencia cristiana, común a buena parte de Europa, pero que en España se ha producido en un lapso de tiempo mucho más breve.
Corriente laica
Una poderosa corriente laica arrastra a la opinión pública española por senderos que se apartan de la Iglesia, pese a los millones de fieles teóricos de los que dispone, al considerable ejército de 20.000 sacerdotes seculares, más de 64.000 religiosos de ambos sexos, a los que hay que añadir 13.000 misioneros y misioneras y otros 14.000 miembros de congregaciones de vida contemplativa; a la red de parroquias, centros docentes (algo más de un millón de los 6,8 millones de estudiantes no universitarios en España acuden a colegios católicos) y medios de comunicación propios. ¿Qué ha ocurrido en este país para que hoy la confianza hacia la Iglesia se sitúe muy por debajo de la media (42% frente al 64%), en la Encuesta Mundial de Valores 1999-2002, realizada en 81 países y presentada a finales de junio en Madrid?
“Las encuestas hay que examinarlas con mucho cuidado, porque la religión toca las fibras más profundas del ser humano y no tenemos elementos precisos para valorar estas cuestiones”, sostiene el profesor de sociología de la Universidad Complutense Rafael Díaz Salazar, que se considera heredero de una corriente de laicismo cristiano a lo José Bergamín. “A menudo se mezcla lo religioso con lo eclesial, o lo eclesial con lo eclesiástico, y no podemos confundir la religión con los obispos. Recuerdo esa famosa frase de [José Luis López] Aranguren ’a Dios se le va a encontrar en cualquier parte menos en la iglesia”.
Lo que ve Díaz Salazar en esta fase de posmaterialismo es más bien un rechazo a las religiones institucionalizadas. “Dado el carácter no intelectual de la mayoría de los españoles, no nos encontramos con un porcentaje de ateos o agnósticos muy significativo, como había en la República; son apenas el 3% o el 4% de la población, aunque tienen fuerza y una hegemonía cultural en ciertos medios. Hoy el español es religioso por tradición o totalmente indiferente. Queda una religiosidad popular, que se manifiesta en romerías, fiestas y demás ritos que sigue siendo importante”. Entre estos ritos habría que incluir el del matrimonio religioso, que sigue disfrutando de buena salud a juzgar por las estadísticas de 2002, en las que las uniones civiles representaban aún un modesto 26,64% del total de 209.065 bodas.
Lo que estamos viviendo en España, a juicio de este sociólogo, es una transición, que se caracteriza por “un desplazamiento de la centralidad de lo religioso” hacia la periferia en los intereses de los ciudadanos. Desplazamiento, sin duda, el que reflejan las estadísticas, que marcan un constante descenso (del 53% en 1981 al 35% en 1999) de los fieles que acuden a la iglesia, casa de Dios y espacio por excelencia para la transmisión del mensaje religioso. Claro que los estudios tampoco son uniformes, y bajo las cifras se esconden a veces contradicciones importantes.
Entre los españoles que se consideran religiosos pero que no pisan la parroquia hay personas como Margarita Pinto de Cea-Naharro, miembro de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, creada en 1981, y una de las voces más críticas con la Iglesia oficial española. Pinto, profesora de teología, cree que la Iglesia ha fracasado en el proceso de adaptación a la sociedad moderna. “El cristianismo en sus orígenes fue liberador para los que se sentían marginados en el Imperio Romano; San Pablo lo adaptó después a las leyes del imperio y no pasó nada. Entonces, ¿por qué la Iglesia no se adapta a los tiempos modernos?”. Como muchos otros denominados cristianos de base, considera que la cuestión clave está en la obsesión de la jerarquía católica por controlar las normas de moral. “Los dogmas son intocables”, dice Pinto, “la doctrina moral forma parte del magisterio ordinario”, que no obliga a los fieles.
Suenan las alarmas
   Algunos obispos españoles coinciden con este análisis, aunque “no se atrevan a manifestarlo”, dice un prelado que ya no está en activo y que prefiere mantener el anonimato. “El Papa tiene un peso determinante en la Iglesia, sobre todo en el momento actual por la fuerte personalidad de Juan Pablo II, pero en mi opinión la Iglesia debe revisar la doctrina moral en temas de sexualidad y matrimonio, porque son cuestiones no tan fundamentales como la trinidad y la eucaristía”. Sería una señal de aproximación al mundo moderno, del que la jerarquía eclesiástica se ha ido distanciando progresivamente. Para este mismo obispo, la cuestión es esencial porque han sonado todas las alarmas. “Hay que entenderse con este mundo, porque si no, el peligro es convertirse en una secta, por eso digo que se puede cambiar no sólo la música, sino hasta la letra”.
No deja de ser curioso, sin embargo, en este contexto de descristianización progresiva, que los sectores que más crecen en la Iglesia sean no precisamente los más críticos, sino los más fervientes seguidores del Papa polaco. Organizaciones como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei mantienen una sólida presencia en el mundo, y en concreto en nuestro país, su cuna, la Obra cuenta con algo más de 30.000 miembros. Desde estos sectores se defiende la necesidad de mantener intacta la doctrina moral de la Iglesia, pese a quien pese y pase lo que pase.
“Ya hubo un debate muy serio en teología en torno a la encíclica Humanae vitae, de 1968, sobre si las cuestiones morales fundamentales son o no objeto del magisterio de la Iglesia y si pertenecen o no al dogma. Y el magisterio del Papa actual ha respondido que son de su incumbencia y que son inseparables del dogma aunque no sean el dogma”, explica Josep-Ignasi Saranyana, doctor en Teología y Filosofía y profesor de la Universidad de Navarra, sacerdote incardinado en la prelatura del Opus Dei. “La persona humana es un valor absoluto, y su vida, un valor irrenunciable”, añade. Por eso la Iglesia seguirá defendiéndolo, “aunque se quede sola”.
Dentro de esos valores conectados al dogma está la defensa de la familia tradicional, que ha llevado a la jerarquía española a levantarse en pie de guerra contra la decisión del Parlamento, a instancias del Gobierno socialista, de legalizar el matrimonio entre homosexuales. Pocos días después de que el Congreso diera luz verde a esta propuesta, la ejecutiva de la Conferencia Episcopal contraatacaba con un comunicado en el que señalaba entre otras cosas: “No hay razones antropológicas ni éticas que permitan hacer experimentos con algo tan fundamental como es el derecho de los niños a conocer a su padre y a su madre y a vivir con ellos, o, en su caso, a contar al menos con un padre y una madre adoptivos, capaces de representar la polaridad sexual conyugal. La figura del padre y de la madre es fundamental para la neta identificación sexual de la persona. Ningún estudio ha puesto fehacientemente en cuestión estas evidencias”.
Una reacción esperada por el colectivo homosexual, que se movilizó de inmediato con una campaña de apostasía que obtuvo amplio seguimiento mediático. Pero las parejas gays parecen seguras de ganar la batalla porque, como explica con cierto orgullo Arnaldo Gancedo, presidente del Colectivo de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM), “casi el 70% de los españoles están de acuerdo con el matrimonio homosexual”. Por no hablar de los medios de comunicación que, “junto a las mujeres políticas, sobre todo de izquierdas, han sido nuestros principales apoyos en esta batalla por conseguir que se reconozca que gays y lesbianas formamos también unidades familiares como las demás”. De modo que es más que probable que dentro de unos meses España se coloque a la cabeza de los países más avanzados en esta materia, junto a Holanda y Bélgica, y muy por delante de vecinos tan progresistas como Francia, donde leyes mucho más modestas que la española han provocado furiosas manifestaciones en contra de musulmanes, cristianos y judíos. Es poco probable que algo así ocurra en España, donde sólo el Partido Popular se ha declarado contrario a tan progresista legislación. Y es que, como ha escrito el investigador del Instituto de Filosofía del CSIC José María Mardones en su libro La indiferencia religiosa en España, “el pensamiento español está, más que secularizado, laicizado. No es de buena nota hacer referencias religiosas. Al revés, lo que se lleva es minusvalorar y despreciar lo religioso, especialmente cristiano”. Sería algo así como una reacción pendular tras años de confesionalidad obligatoria y represiva. O quizá algo más profundo. “No se ha digerido aún la Guerra Civil”, cree Saranyana, acostumbrado a los ambientes universitarios, y al que no se le escapan las miradas de superioridad que observa en sus colegas españoles. “En Alemania soy aceptado como un profesor más por mis colegas de universidad; aquí te miran como diciendo: ’a ver qué viene a contar este curita”. Aunque la última responsabilidad recae en la jerarquía católica, dice Mardones, “que retiró en el siglo XIX los estudios de teología de las universidades públicas” por temor a la posible contaminación ideológica.
Las culpas históricas de la jerarquía están claras también para Díaz Salazar, que, sin embargo, lamenta la radicalización banal contra la Iglesia de un amplio sector de la sociedad y de la intelectualidad española. “A España le ha hecho mucho daño el nacionalcatolicismo, pero también ese fenómeno del nacional-laicismo, que es igual de fundamentalista. Son dos fenómenos que se retroalimentan”. Puestos a repartir responsabilidades, también le cabe alguna “a los medios de comunicación, que se limitan a reflejar las tensiones Estado-Iglesia. Entre medias hay una sociedad entera que no sale nunca en los medios”.
No puede decirse que la situación sea homogénea en todo el país. Varía según las comunidades autónomas (Galicia, Andalucía y las dos Castillas mantienen vínculos más fuertes con la religión institucional), según la edad de los españoles (mucho menos apegados al incienso los menores de 55 años) o la posición social. Según datos de Hacienda, de 2002, aunque el porcentaje de contribuyentes que optó por financiar a las ONG (44,4%) a través del IRPF fue superior al que prefirió dedicar el 0,52% de sus impuestos a la Iglesia (34,3 %), la suma obtenida por las ONG -115,2 millones de euros- superó poco a la recaudada por la Iglesia -105,9 millones-, gracias a la mayor solvencia económica de sus sostenedores.
También se mantiene una afinidad ligada a la política, con una mayor inclinación religiosa de los sectores de la derecha. Lo que no impidió que en el triunfo de los socialistas de 1982 fuera determinante el voto católico, que triplicó al de agnósticos o ateos. A José Bono, ministro de Defensa y católico practicante,  no le sorprende este dato. “Tengo la convicción de que el socialismo y el mensaje de Jesucristo pueden actuar simultánea y positivamente en el camino hacia un mundo mejor”, dice. A su juicio, no existe “una obsesión anticlerical ni de desprecio hacia los valores evangélicos”, al menos “esos planteamientos no son los que imperan en el socialismo. Hay muchos cristianos dentro del socialismo y suelen ser muy críticos con las posturas reaccionarias de la Iglesia y le exigen solidaridad, compromiso con los más pobres, tolerancia”.
Feminismo católico
La teóloga Margarita Pinto sabe de las dificultades de ser respetada en una sociedad que a menudo parece tolerante en un solo sentido. “Hay gente progresista que me pregunta cómo puedo ser feminista y estar en la Iglesia. No son capaces de comprender la experiencia religiosa. Te preguntan por el dogma de la purísima concepción, sin comprender que es algo que se interpreta, que hay que hacer una hermenéutica del dogma”. Pero, añade, “tengo la impresión de que en este país no se puede ser católico con la historia de nuestra Iglesia nacional, que ha sido cruel con las minorías, que ha condenado a las que han abortado, montado un cirio a los divorciados, una Iglesia que huele a represión”. El ajuste de cuentas con esa Iglesia está llegando incluso para algunos de sus más fieles servidores, o, mejor dicho, servidoras. “Hay un germen de rebelión bastante importante incluso entre las monjas”, dice Pinto, que constituyen los dos tercios de los religiosos españoles y cuyo papel será decisivo en el futuro de la Iglesia.
Un futuro en el que la milenaria institución tendrá que medirse en un plano de igualdad con otras creencias o grupos de presión. “Vamos a un sincretismo religioso”, dice esta teóloga, o, en palabras de Mardones, “a una religiosidad a la carta”. En esta nueva realidad, añade, “la Iglesia es sólo una voz más en una sociedad plural y tiene que aportar sus razones en defensa o en contra de algo, como cualquier otro sector. Se acabó para siempre la voz preeminente de la Iglesia católica”. Aunque el propio investigador reconoce sus temores por la rapidez y radicalidad del cambio. “Las cosas no bien asimiladas producen luego bandazos. Habrá que esperar para ver si hemos hecho la digestión como otros países o nos saldrá un sarpullido con tantos cambios”.

Poco espacio para musulmanes, protestantes y judíos

   LOS PROBLEMAS de la religión católica para conectar con la España de hoy no pueden extrapolarse a los que sufren otras creencias en nuestro país, por tratarse en todos los casos de religiones minoritarias. Los protestantes cuentan con 2.200 congregaciones y 1,2 millones de fieles evangélicos según la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE). En los últimos años, según una portavoz de la federación, se ha producido un relativo auge. Mayor ha sido el del islam aunque los datos cuantificables son bastante confusos. En las encuestas que cita en su libro José María Mardones, el porcentaje de musulmanes españoles de las diversas corrientes del islam es del 0,3% de la población, pero habría que contabilizar los miles de inmigrantes musulmanes que se han instalado en nuestro país desde los años sesenta. Las organizaciones musulmanas hablan de medio millón, que no deja de aumentar, aunque en los últimos años en una proporción más moderada. La comunidad judía se sitúa en unas 40.000 personas. Las tres reclaman un trato igualitario con el catolicismo en materia de financiación, aduciendo su notorio arraigo en la sociedad. Pero la situación de privilegio de la Iglesia católica en estas materias está ahora más amenazada que nunca. “Espero que el Gobierno socialista no firme los acuerdos con la Iglesia”, dice la teóloga Margarita Pinto, indignada por lo que considera una injusticia. Por esos acuerdos, el Estado completa la financiación que los españoles destinan a la Iglesia católica a través de las retenciones del IRPF. En el último ejercicio, la suma aportada para pagar al clero ascendió a 138,7 millones de euros.

DATOS DE GRÁFICOS QUE ACOMPAÑAN AL ARTÍCULO:

¿Como se define en materia religiosa?:

– 1,6% Creyente en otro religión.

– 2% no sabe no contesta

– 4,6% Ateo

– 11,2% No creyente.

– 80,8% Católico.

(Fuente: CIS 2001) [1]

¿Con qué frecuencia asiste a misa u otros oficios religiosos, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de grupo social (bodas, comuniones, entierros…)

– Casi nunca                  46,1 por ciento

– Varias veces al año      19,8%.

– Casi todos los domingos 18,5%.

– Alguna vez al mes        12,3%

– Varias veces la semana 2,5%.

– No sabe, no contesta   1,7%.

(Fuente: CIS, 2001)

Autocalificación religiosa: en porcentaje.

Católicos practicantes:       1980: 95;       1970: 87;           1975: 61;           1993: 52;

Católicos no practicantes:         : 8                 : 9                    : 18                   : 32;

No religiosos:                           : –                 : 3                   : 20                               : 15

(fuente: “La Iglesia Católica en España 1950-2000”)

Evolución de bautismos, comuniones y confirmaciones

Bautismos 1996      279.309;    1997    293.885;   1998   283.665;  1999   277.656;   2000   283.226;

Comuniones            267.150                  268.239              263.570              272.339               265.801 Confirmaciones              169 912           168.201              161.141              143.030               132.885;

(fuente: “La Iglesia Católica en España 1950-2000”)

Otras cifras de la Iglesia Católica: (los números de Caritas son euros; los demás pienso que son unidades)

Programas y acciones de Cáritas: 38.889.800, 99 €.

Seminarios                    112.

Orfanatos                      937.

Monasterios                  961

Centros educat.s catol. 5179

parroquias                     22.964

(fuente CIS, 2002)

Aportaciones económicas principales del Estado.

– Dotación presupuestaria anual aprobada por las Cortes Españolas           103, 7 millones €.

– Subvenciones del Estado a centros privados de propiedad eclesial           2524, 3 millones €.

– Subvenciones para organizaciones sociales de titularidad eclesial            90,2 millones €.

– Centros hospitalarios y de caridad                                                         60,1 millones de euros

– Capellanías castrenses, en hospitales y en prisiones                              30, 1 millones €.

– Actuaciones públicas sobre el patrimonio artístico e inmobiliario

            de propiedad eclesial                                                                  36,1 millones de euros.

– Otras actuaciones urbanísticas                                                             6,0 millones de euros.

TOTAL ESTIMADO:                                                                               3.521, 9 millones €.

A esto hay que sumar las: desgravaciones fiscales y exenciones fiscales: están exentas de pagar el IVA, el IBI, Sociedades, Trasmisiones y actos jurídicos o documentales.

(Datos de 2001, fuente El País)

[1] ( problema de pregunta de encuesta. Es importante encontrar y generalizar un nombre para los que no saben lo que son.

¿Qué van a responder?, si hay que ser algo de lo que me preguntan, ¿bautizado? luego católico.)

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