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Es una postura antidemocrática no abrir un debate sobre la laicidad?

Nadia El Fani presentó recientemente en San Sebastián el documental Laïcité Inch´ Allah (Laicismo si Dios quiere), grabado en Túnez durante el Ramadán de 2010, tres meses antes de que explotara en ese país una revolución que dejaría paso a la llamada primavera árabe. Entonces tuvo que sortear la censura de Ben Ali, todavía en el poder. Hoy sufre las amenazas de los islamistas. La realizadora defiende que “el laicismo debería formar parte de la modernidad en cualquier país”, sea cual sea la religión que profesen sus ciudadanos.

De padre tunecino y madre francesa, la directora Nadia El Fani (París, 1960) empezó trabajando como ayudante de realización con cineastas como Roman Polanski, Nouri Bouzid y Franco Zeffirelli. Luego nacieron sus propios proyectos, entre los que figuran Femmes leader du Maghreb, Bedwin Hacker y Ouled Lénine, este último centrado en su padre, quien fue militante del partido comunista tunecino. Tras Laïcité Inch´ Allah, ultima ahora una película sobre los ataques que está recibiendo de los islamistas, realizada junto a la fotógrafa cubana Isabel Pérez.

Pregunta. ¿Qué balance hace de la revolución en Túnez y en el resto de países árabes que se unieron a dicha revuelta?

Respuesta. Positivo, por lo menos en Túnez, porque, aunque ha habido elecciones para una Asamblea Constituyente, la sociedad civil, la gente de la calle sigue en ese espíritu revolucionario.

P. El pueblo tunecino acudió después de muchos años a las urnas y votó mayoritariamente al partido islamista Ennahda. ¿Qué lectura hace de estos resultados?

R. Yo no diría que los islamistas de Ennahda son mayoritarios, porque, aunque por el sistema proporcional que existe en Túnez han obtenido un 40% de los escaños en el Parlamento, sólo han logrado el 33% de los votos. Por tanto, son mayoritarios aquellos que no han votado por ellos.

P. Le traslado una pregunta que hace unos meses, en declaraciones a este periódico, lanzaba el sociólogo tunecino Mouldi Lahmar: ¿Cómo construir un puente cultural entre el pasado tradicional y el presente moderno cuando algunas bases de Ennahda son muy conservadoras y algunos segmentos de la élite modernista tunecina, herederos de la cultura colonial, son incapaces de comunicar con las clases populares y pobres que votaron islamista?

R. Efectivamente, hay una parte de la población que es conservadora, y entre ella una parte de la juventud. Incluso en el movimiento salafista hay jóvenes. Pero hay que tener en cuenta que la educación ha alcanzado en Túnez a todas las capas de la sociedad, y es a través de la educación como se hace esa modernización. Son estas personas que se educan, que pertenecen a todos los segmentos de la sociedad, las que van a establecer ese puente con la modernidad, porque son las primeras que van a tener la opción de acceder a una visión tradicional, pero, al mismo tiempo, a una visión más modernista. Quiero señalar también que, desde que han ganado las elecciones los islamistas de Ennahda, no están haciendo más que tonterías y la juventud se está apartando más de ellos.

P. La Asamblea Constituyente trabaja ahora en la redacción de una nueva Constitución. Ennahda ha renunciado a que la sharía sea la principal fuente de derecho de la nueva Carta Magna, pero parece que se mantendrá el artículo 1 de la antigua, que recoge que el Islam es la religión de Túnez. Esto dista mucho del estado laico que usted defiende. R. Es una postura antidemocrática. Están haciendo una negación de democracia y de voluntad popular, porque no se le puede negar a la gente el derecho a que se abra un debate sobre el papel que tiene que jugar la religión en la sociedad.

P. ¿Y qué le diría a los dos partidos laicos que comparten gobierno con Ennahda y que se conforman con esa decisión de mantener Túnez como un estado confesional islámico?

R. Se habla mucho de que han estado en negociaciones, de si Ennahda está cediendo o no…, pero lo cierto es que los tres partidos que están en el poder tenían ya de antes el acuerdo de que no iban a tocar ese artículo primero. Y yo, insisto, considero esto una postura antidemocrática.

P. ¿Podría ser este un primer paso, siempre que hablemos de un islamismo moderado, para favorecer él éxito de la transición democrática o no lo contempla así?

R. No creo que sea posible un islamismo moderado. Creo que el islamismo es el islamismo y que igual es Ennahda que el partido más radical salafista. Ambos tienen el mismo proyecto de sociedad, el mismo modelo de sociedad, y en lo que difieren es en los medios para alcanzar el poder. Los salafistas preconizan la violencia y la radicalidad como manera de alcanzar el poder, mientras que los otros son más astutos y se sirven de la democracia, pero no creo que haya una diferencia sustancial en cuanto al modelo. De hecho, el primer ministro dijo nada más estar en el poder que Túnez conocería el advenimiento del sexto Califato. Por tanto, se ve claramente que es un modelo de sociedad, no es una república democrática, sino un Califato.

P. ¿Y un estado aconfesional, como por ejemplo España, o un estado multiconfesional podría ser un paso intermedio hacia la laicidad?

R. ¿Por qué no? Yo defiendo por encima de todo que se abra un debate sobre el asunto religioso. El problema es que los partidos islamistas se niegan a ese debate, porque tienen miedo de que la sociedad, si le explican bien las cosas, esté a favor de la laicidad. Los partidos islamistas quieren que ese artículo primero esté en la Constitución para poder referirse a ese artículo y volver hacia atrás en una serie de leyes que consagran libertades y derechos individuales, por ejemplo, referidos a las mujeres. En su día, [el expresidente Habib] Bourguiba se abrió a esos derechos en nombre de la religión. Por qué no, invocando la religión, se va a hacer lo contrario. Para mí, la democracia pasa porque ese debate sobre la laicidad se lleve a cabo y por dejar la religión fuera del sistema y las cuestiones políticas, porque la religión corresponde al ámbito de lo íntimo y personal. Si la religión se introduce dentro del sistema político va a impedir que se avance, que es lo que está pasando de todas maneras, porque los ennahdistas no están de acuerdo con los salafistas, los salafistas tienen también distintas ramas, cada uno interpreta a su manera el Corán…, y así no hay manera de avanzar en ningún sentido. Sin embargo, si contamos con leyes civiles claras votadas por el parlamento, ya no caben sutilezas de interpretación. Son leyes civiles y punto.

P. En cualquier caso, ¿la democracia en Túnez y en otros países vecinos es ya inevitable o siente que peligra por su islamización?

R. Túnez es un ejemplo y un faro para el mundo árabe, y si Túnez no consigue avanzar, no consigue hacer una transición hacia más modernidad, los demás países se van a hundir todavía más, puesto que Túnez ya constituye una excepción, en el sentido de que está más avanzado que ellos. Si se ve comprometida la democracia en Túnez, va a tener consecuencias negativas para los otros países, porque, insisto, Túnez es un ejemplo y un faro.

P. ¿Con qué modelo de laicidad se queda? ¿Francia, Turquía…?

R. El modelo francés no se puede aplicar en un país musulmán, porque como religión el Islam no es lo mismo que el cristianismo. No sólo hay distintas corrientes, sino que además no hay una autoridad como el Papa. Entonces, ¿cómo controlar lo que se dice en las mezquitas? En cualquier caso, haría falta una laicidad que fuera capaz de controlar lo que están diciendo los imanes en las mezquitas.

P. Muchas mujeres musulmanas son obligadas a cubrirse parcial o totalmente con prendas que van desde el velo al burka, algo inaceptable. Sin embargo, otras, según dicen ellas mismas, lo hacen porque quieren. ¿Qué opina al respecto?

R. Desde luego, estoy totalmente en contra del velo integral. Pero el velo parcial que se ponen algunas mujeres en la cabeza es un asunto difícil, muy, muy delicado. Se ven cada vez más jóvenes que quieren llevarlo. Incluso en el interior de manifestaciones feministas o en el interior de manifestaciones a favor de la laicidad van mujeres que llevan el velo y que dicen: “soy musulmana, soy practicante y estoy por la laicidad”. Entonces, es realmente difícil entrar en ese terreno. A mí, particularmente, me parece una pena que alguien quiera alienarse voluntariamente. Pero insisto en que es un asunto difícil, porque a algunas de esas mismas mujeres que se manifiestan y que están de acuerdo con la igualdad de derechos, les parece normal que sea el marido el que tome prácticamente todas las decisiones.

P. En cualquier caso, ¿no le parece injusto identificar islamismo exclusivamente con integrismo y terrorismo?

R. Yo lo que critico es el islamismo como ideología, que quiere meter la religión en el seno de la gobernanza y la política. Es lo que ataco. Por eso, tengo mucho cuidado en distinguir un musulmán, que es un creyente, de un islamista, que sería aquel que quiere introducir la religión en la gobernanza y la dimensión política. Lo que ocurre es que en Francia a veces es muy difícil hacer las distinciones. Por ejemplo, si en una carnicería se pone “carnicería islámica” la gente no hace la distinción entre islámico e islamista, pero hay que tener cuidado con eso.

P. ¿Qué papel jugó Internet en la primavera árabe?

R. Un papel de informador muy importante. Todos los cibernautas se volvían informadores para difundir imágenes y acontecimientos, y eso iba creando un tejido. En cualquier caso, en lo sucedido en Libia se han visto los límites de Internet, porque cuando te enfrentas a un tirano sanguinario que está matando a la gente, es difícil darle la vuelta. En cambio en Túnez, el hecho de difundir las imágenes de policías machacando a jóvenes en la calle supuso que el pueblo se rebelara y eso le unió mucho. Ben Ali pensó que podía controlar Internet, pero, incluso un año antes de la revolución, los jóvenes se rebelaron ante la posibilidad de que cerraran sitios como Facebook o Yahoo y no pudo controlarlo.

P. ¿Y cree que ese papel perdura?

R. Creo que sí. Me hace gracia porque mi primera película de ficción, que salió en 2003 y rodé en 2001, Bedwin Hacker, trata de una pirata informática que reivindica la libertad. Parece que se desarrolla en Europa, pero indudablemente es en Túnez. Y diez años antes [de la revolución] yo hice esa película para decir que la contestación pasa por ahí; y creo firmemente en esa posibilidad. Por ejemplo, el 20 de marzo, el día en que se conmemora la independencia de Túnez, sin que ningún partido político convocara ninguna manifestación, se juntaron miles de personas con banderas del país reclamando un estado civil. Y eso se hizo a través de Internet y de las redes sociales.

Nadia El Fani, realizadora de cine, es autora de un documental sobre el laicismo en Túnez. / JESÚS URIARTE

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