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Entre 200 y 250 sectas operan en España, principalmente en Madrid, Barcelona y Valencia

La culpa y el miedo son dos de los sentimientos más paralizantes para los exmiembros de sectas en España, donde se estima que hay entre 200 y 250 de estos grupos que se concentran especialmente en Madrid, Barcelona y la Comunidad Valenciana y contra los que no existe una legislación específica.

Esos sentimientos “dificultan mucho la recuperación posterior porque les están machacando tantos años que cuando salen están muy asustados”, explica el psicoterapeuta Miguel Perlado, que coordina el Grupo de Trabajo en Derivas Sectarias del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC).

Valencia acogerá los días 2 y 3 de marzo el cuarto Encuentro Nacional sobre Sectas, una reunión organizada por la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (IIAP) y el citado Grupo de Trabajo del COPC, en el que participarán profesionales, familiares y exmiembros de estos grupos.

Según Perlado, los profesionales tienen “carencias importantes” en cuanto a la formación de cómo identificar y diagnosticar estas situaciones y de cómo intervenir desde distintos ámbitos, tanto asistencial como jurídico, donde hay “lagunas muy importantes”.

Se estima que en España hay entre 200 y 250 sectas, aunque no hay cifras exactas porque es un “fenómeno oculto y los propios grupos distorsionan las cifras, bien porque las inflan o bien porque no las muestran”.

Perlado, que desde hacer una veintena de años ayuda a familiares y exmiembros de sectas, señala que en España el 1% de la población podría estar dentro de una organización sectaria, cifras que se acercan a las estimaciones europeas.

Tanto en número de sectas como el de afectados España se asemeja a países como Alemania, Italia, Francia o Bélgica, aunque estos dos últimos países y Luxemburgo disponen de una legislación específica para este tema, “algo que no hay en España”, de ahí que la implicación a nivel de gestión política “es muy diferente”.

A nivel autonómico, la Comunidad Valenciana (con 50 o 60 grupos), Madrid y Barcelona son los tres puntos con mayor acumulación de sectas al ser núcleos urbanos “bien consolidados y con flujo de muchas personas, lo que favorece el movimiento y la implantación de grupos”, aunque también comunidades retiradas pueden ser lugares idóneos para estos.

Según Perlado, no todas las sectas son destructivas aunque normalmente se relacionan con sexo, drogas y muerte, pero hay grupos sociales que se “fanatizan y radicalizan violentamente y que en ese punto se acercan a un yihadista, con todas las diferencias que puede haber en cuanto al modus operandi”.

Explica que grupos que aparentemente pueden parecer inocuos sí comportan diversos niveles de destructividad mental como pérdida de autonomía, ruptura de relaciones previas, reinterpretación de la propia historia, distorsión de tu percepción, instauración de una dependencia patológica y excesiva y una obediencia incondicional que comporta un grado de sumisión explotadora.

“Esa destructividad es primero mental, después puede venir la física, por una dieta desequilibrada o relaciones sexuales promiscuas, entre otros motivos”, según señala.

También hay grupos con un líder carismático autoproclamado que exige esa obediencia de una forma explotadora y a través de la instrumentalización de sus miembros, que no tienen una estructura o un funcionamiento prototípico de un sectarismo destructivo.

Según el experto, las redes sociales suponen un “acicate importante para seducir, atraer y sobre todo para ir haciendo un mantenimiento de adoctrinamiento“, y añade que algunos grupos hacen grandes inversiones económicas y pueden llegar a tener hasta 300 páginas web.

Respecto a los perfiles de las personas que entran en las sectas, aunque la “diana” de estos grupos suelen ser jóvenes idealistas, con estudios universitarios y con ganas de ayudar, también lo son personas que en un momento de crisis empiezan a flirtear con ellas, o personas con antecedentes de dependencias afectivas, emocionales o de consumo de drogas o alcohol.

“Hay una gran variabilidad de afectados, que van desde los niños hasta los ancianos”, señala Miguel Perlado, quien destaca el papel de la familia y los amigos para ayudar al afectado a salir de una secta, que puede abandonarse de forma espontánea o a través de intervenciones profesionalizadas.

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