Tras proclamar que “no es posible un Estado ateo” porque “si al hombre le faltase completamente Dios, dejaría de existir”, Cañizares arremetió contra “el laicismo esencial” y alertó acerca de los intentos que, según él, hay en la España actual de borrar a Dios. “Es importante –dijo- que Dios sea grande entre nosotros, en la vida pública y en la vida privada”. Para alcanzar tal objetivo, exhortó a “que Dios esté presente, por ejemplo, mediante la cruz en los edificios públicos”.
No sólo abunda el integrismo, o el fundamentalismo, entre los musulmanes. Se encuentra también en la religión hebrea. Y, por supuesto, en algunas de las diversas versiones del cristianismo. Hoy explica elplural.com hasta qué punto Bush y los suyos respaldan movimientos ultramontanos como los de la Iglesia de los Bautistas del Sur. EEUU sería en realidad el “pueblo elegido”, dispuesto –entre otros menesteres- a satisfacer “la justicia divina” atacando regímenes y naciones “opuestas a los designios de Dios”. La denominada Coalición Cristiana es una de las bazas más poderosas de la derecha americana.
Bush se muestra a menudo partidario, en la práctica, de transformar la Administración norteamericana en una especie de neoteocracia. La mentalidad perversa de las Cruzadas, propia del cristianismo medieval y del renacimiento –enfrentado a la no menos terrible Guerra Santa de los seguidores de Mahoma- está aflorando de forma vertiginosa en nuestros días. Se emplea al Dios de cada cual como un arma arrojadiza contra los enemigos.
Deje en paz el cardenal Cañizares a los crucifijos en su arrogante obsesión de hacer grande a Dios. Si existe, Dios no necesita que nadie le haga grande. Lo es en sí mismo, omnipotente y omnipresente. Tranquilícese, monseñor, y deje de hacer el ridículo en nombre de Dios. O sea, no utilice el nombre de Dios en vano (Segundo Mandamiento).