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Elogio del ateísmo. IN MEMORIAM de Gonzalo Puente Ojea

“Probablemente, muchos me identificarán como un vehemente enemigo de la Iglesia y de la religión. Pero esa palabra no sería la adecuada. Podría decirse que soy un contradictor, o tal vez un adversario, de toda alienación religiosa, y aún mucho más de la institucionalización de esta alineación en forma de iglesias, sectas o asociaciones”. No eran estas palabras de Puente Ojea, fallecido en la madrugada del pasado día 10 a la edad de 92 años, ni una disculpa ni una petición de tregua. Su amplia obra ensayística y académica es un prodigio intelectual concebido para la batalla ideológica y política. Hasta el final. Hasta el último de sus grandes libros, mediáticamente silenciado, La Cruz y la Corona (Txalaparta, 2011), en el que trazó la genealogía de lo que denominaba “ideología monárquica”, una histórica alianza de poder entre la Iglesia y la Monarquía que en España, le gustaba recordar, es la causante de un atraso político, económico e intelectual que alcanza hasta nuestros días.

La “ideología monárquica”, resumía en una de sus últimas entrevistas, es “una voluntad de concordia entre el poder religioso y el poder político, de manera que, de la mano ambos, uno administra los cuerpos y otro administra las almas; bueno, las supuestas almas, que no son más que una invención de una época remota (…) Cuando por primera vez, Constantino el Grande decide, con esa voluntad de concordia, repartir el poder entre la Iglesia y el Estado, asumiendo éste la dogmática religiosa como forma única de entender el individuo y el mundo, nace algo inédito en el desarrollo de la religiosidad en el ser humano: una religión que impone una dogmática, que es la forma más violenta de destruir la mente del ser humano, y que al mismo tiempo se constituye como organización jerárquica que arranca desde el papado, pasa por los obispos y llega hasta el último cura. Esa red, esa malla, que San Pablo definió místicamente y mistéricamente como el Corpus Christi, deja de ser una entidad mística y se trasforma en una red de dominio universal acompañada de su propio código jurídico y de sus sanciones, algunas de las cuales incluían la pena de muerte”.

Pero hasta La Cruz y la Corona, Puente Ojea realizó, en paralelo a su carrera diplomática, un periplo intelectual que le llevó desde un cristianismo bienintencionado hasta el ateísmo más rigurosamente científico. “Me imaginaba confusamente”, reconoce en Apuntes para una autobiografía (Elogio del ateísmo, Siglo XXI, 2007), “que podría haber una forma libre, decente y auténtica de ser cristiano; y que sería posible un catolicismo progresista y democrático“. Eran los años en los que frecuentó la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) y los ambientes en los que había germinado el Opus Dei, organización contra la que publicó en 1957 un duro ensayo en Cuadernos, la revista que editaba Julián Gorkin desde el exilio en París. En él, Puente Ojea denunciaba las intenciones del “grupo Opus” de instaurar un “catolicismo de Estado” y de defender “con el mayor descaro, el conjunto de intereses de los grupos financieros y de la alta burocracia enriquecida al amparo de la política franquista”.

Inicia a partir de entonces un distanciamiento con el cristianismo del que no habrá ya retorno. “Hacia 1970”, confesó, “me consideré en condiciones de diseñar una explicación global del cristianismo en cuanto ideología, aplicándole las categorías instrumentales del materialismo histórico (…) Me pareció que este desvelamiento de la génesis y despliegue de la ideología cristiana (…) sería mi personal contribución a la destrucción del régimen totalitario nacional-católico”.

El resultado fue una obra considerada ya clásica, como demuestran su ocho ediciones desde 1974, y que para ser publicada tuvo que sortear la censura. Finalmente, Siglo XXI decidió dividirla en dos volúmenes, con los títulos deIdeología e Historia. La formación del cristianismo como fenómeno ideológico e Ideología e Historia. El fenómeno estoico en la sociedad antigua, lo cual no impidió que fuera recibida con un profundo desagrado tanto por la Iglesia como por los grupos políticos que estaban preparando la Transición, a los que Puente Ojea acusaba de plegarse a los intereses particulares de una institución que había pasado de apoyar la Cruzada franquista y rendirle homenaje al Caudillo bajo palio, a la estética de los curas rojos.

Años más tarde denunciaría cómo los Acuerdos de enero de 1979 “estaban listos cuando la Ponencia Constitucional inició sus trabajos, siendo así preconstitucionales por sus fechas e inconstitucionales por sus contenidos, pese a su sanción legislativa, el día 3 de enero de 1979, sin tiempo para negociarlos, apenas siete días después de haber entrado en vigor la Constitución, el día 27 de diciembre de 1978, violando así de modo flagrante y escandaloso el propio texto constitucional”.

Tras aquel texto de 1974, su obra se fue completando con títulos como Fe cristiana, Iglesia, poder (Siglo XXI, 1991); El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la Historia (Siglo XXI, 1992); El mito de Cristo: evidencia de una falsedad (Siglo XXI, 2000); La existencia histórica de Jesús. Las fuentes cristianas y su contexto judío (Siglo XXI, 2008); o La religión ¡vaya timo! (Laetoli, 2009) por citar sólo algunos.

Colaborador habitual en tertulias radiofónicas, desde las páginas de este periódico, donde colaboró prolíficamente en los años 90, defendió siempre sus convicciones laicas y su republicanismo con el mismo rigor y seriedad intelectual que lo hizo a través de toda su obra de pensamiento.

Gonzalo Puente Ojea, diplomático y ensayista, nació en Cienfuegos (Cuba) el 21 de julio de 1924 y murió en Guetxo (Vizcaya) el 10 de enero de 2017.

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