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El simplismo en el debate sobre el uso del velo islámico

El pasado mes de agosto diversas localidades de Francia impusieron una prohibición al uso de trajes de baño de cuerpo completo que mujeres de origen musulmán usaban en las playas, el cual que fue definido por el alcalde de Cannes, David Lisnard, como “un uniforme símbolo del extremismo islámico”. En septiembre de 2010, los franceses ya habían aprobado una ley contra el uso de velo integral —niqab o burka— en público.

Si bien el criterio parece defender un principio de laicidad que entiende que cada uno existe como individuo y no como integrante de una comunidad o etnia, buena parte de los argumentos esgrimidos por los promotores de la iniciativa es que el velo integral disuelve la identidad de una persona en la de una comunidad. Además de ser visto como un símbolo de pertenencia religiosa se le asoció con sumisión y “servidumbre” de la mujer.

Ninguno de estos hechos recientes se entiende sin la Ley n° 2004-228, aprobada el 14 de marzo de 2004 y que, una vez más, en aplicación del principio de laicidad, prohibió en las escuelas públicas el uso de símbolos ostensibles o vestimentas que exhiban de manera evidente la filiación religiosa de quien los porta. Apenas un año después de la adopción de la ley, aunque cientos de casos fueron resueltos mediante el diálogo, decenas de estudiantes fueron expulsadas de distintos colegios, mientras que otras renunciaron a la escolarización, optaron por la educación privada o a distancia.

Entendida como una cuestión de discriminación, organismos defensores de derechos humanos se han pronunciado en contra de establecer restricciones en la vestimenta que puedan atentar contra la libertad religiosa. No obstante, la Corte de Derechos Humanos de Europa considera que la prohibición del uso del velo islámico integral respeta los valores fundamentales sobre los que se cimentan las sociedades democráticas; el Tribunal de Estrasburgo reconoció como legítimo y convencionalmente aceptable que un estado dé importancia a la interacción entre los individuos y que estime que esta interacción no se puede producir libremente con el rostro cubierto.

Las prohibiciones de utilización del hiyab no han sido iguales a la proscripción del uso del velo integral, pues en el primer caso se limita su uso en lugares como escuelas y en el segundo implica prohibiciones absolutas en lugares públicos.

De acuerdo con María Fraile Ortiz, profesora de Derecho Constitucional en la Universidad Carlos III de Madrid, cuando la aproximación al velo se hace desde la perspectiva de la igualdad de género, “el velo tiene un contenido discriminatorio —y por tanto rechazable— por simbolizar una situación de sumisión en la que se encuentra la mujer respecto del hombre”. Desde una segunda perspectiva, es un símbolo identitario de una cultura ajena a la de la tradición occidental y que a menudo se percibe como una amenaza.

Para la investigadora, la legislación aprobada en 2004 lo que realmente pretendió fue prohibir el uso del velo y convertir el simple acto de portarlo en sinónimo de una actitud proselitista con el potencial de entorpecer la tarea de un centro educativo: “Prohibiendo el velo se está en el fondo queriendo lanzar un mensaje a quienes profesan la religión musulmana en Europa, conminándoles a adaptarse a la sociedad de acogida”.

Sylvia Marcos, psicología y sociología de las religiones, asegura que el debate contemporáneo sobre el Islam y su impacto sobre las mujeres está siendo generado por las propias mujeres, en su mayoría creyentes, que buscan corregir las lecturas e interpretaciones patriarcales de su texto sagrado, negándose a aparecer como marginales, sumisas y segregadas.

La autora explica que muchas mujeres feministas del mundo musulmán contemporáneo han elegido el uso del velo; entre ellas hay universitarias, profesionales, intelectuales y con empleos de alto nivel han decidido usar la prenda que, a veces, ni sus madres tuvieron que usar. De ahí que el debate sobre su uso ha sido marcado hasta nuestra época por un simplismo desmedido, pues en muchos casos su objetivo es reivindicar el uso del velo como resistencia cultural.

Marcos explica que feministas musulmanas han escogido usar el velo aun en contra de la opinión de sus colegas europeas o norteamericanas. Esperan así mostrar que puede haber una decisión informada y libre de su uso. Es cierto que el poder impuso en algunas regiones el velo con métodos brutales revestidos de un lenguaje pseudoreligioso, pero hoy numerosas mujeres en el Islam reclaman su derecho a elegir cuándo y cómo usan el velo.

Una vez más, ni las decisiones judiciales sobre la restricción a la libertad indumentaria, ni los juicios morales sobre las mujeres que se oponen a despojarse de un elemento de su identidad pueden darse sin ningún discernimiento.

FOTO de Boushra Almutawake

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