En 1976, con La Treceava tribu, el historiador hebreo alemán Arthur Koestler demostró sobradamente que la mayoría de los hebreos del mundo no eran descendientes de ninguna de las 12 tribus originales de nómadas del desierto, sino que descendían de otro pueblo original de las estepas rusas: los jázaros. Los jázaros, que originariamente eran también nómadas, fueron una de las naciones más poderosas de la Edad Media en el continente asiàtico. Esta tribu de guerreros emparentados con los turcos y los magiares, fueron el límite oriental que jamás consiguieron vencer ni el Imperio Romano de Oriente, ni el Imperio Islámico, posteriormente. Existen rotundas pruebas históricas de que, en un momento entre los siglos VII y VIII, los Jázaros se convirtieron a la religión hebrea. Los historiadores coinciden con Koestler en otorgar un valor político a esta conversión. Presionados a convertirse al Islam y devenir un provincia del vasto Imperio Islámico por un lado, o a convertirse al cristianismo y caer bajo la órbita del Imperio Romano de Oriente con capital en Bizancio, los jázaros escogieron convertirse a la religión hebrea para mantener su independencia y, al mismo tiempo, ser poseedores de una religión respaldada por un libro sagrado que les permitiera posicionarse en igualdad de condiciones ante sus rivales. El Imperio Jázaro floreció durante siglos al norte del Cáucaso, hasta el siglo XII, cuando fue invadido por las tribus varegas del norte. Los jázaros iniciaron entonces una migración hacia el oeste perfectamente documentada que les llevó hasta Europa central y la misma península Ibérica. Así pues, la mayor parte de los hebreos que existen actualmente, los askenazíes, descienden de este pueblo asiático de raíces indoeuropeas y llamarles semitas es algo profundamente inadmisible, más aún cuando la mayor parte de ellos ni siquiera hablan hebreo y teniendo en cuenta que semita es estrictamente un concepto lingüístico. Los únicos semitas son los árabes por lo que el concepto antisemita es un mito creado por los judíos para denostar a cualquiera que ose desenmascararlos, que les ha dado notables resultados.
El historiador israelí Shlomo Sand cuestiona varios de los mitos oficiales del sionismo en su libro “Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío”.
Las tesis que defiende Shlomo Sand han mantenido a su libro en las listas de los más vendidos durante un mes.