En dos generaciones, la fe se ha hecho fuerte en la sombra y sigue sin tocar techo. «¿En la última Vigilia Pascual hubo 10.000 bautizos! La mayoría de los nuevos católicos son jóvenes de la ciudad y con estudios superiores.
Un vivero
Y un dato importante: no pocos obispos de la Iglesia oficial han pedido al Vaticano, de tapadillo, el refrendo de su elección porque no se conformaban con el nombramiento por parte de la Asociación Patriótica, quieren estar en comunión con Roma. Y en cuanto a los protestantes, es lógico que nos superen en número. No les cuesta tanto resistir; se organizan autónomamente, sin estructura ni liderazgo mundial, y se dedican de lleno a captar seguidores». Joaquín Beltrán, antropólogo social y profesor de Estudios de Asia Oriental en la Universidad Autónoma de Barcelona, está convencido de que la religión tiene en China un vivero inmenso «a la vista de la situación socioeconómica». En una población de 1.300 millones, según el Banco Mundial, hay 600 millones que sobreviven con menos de dos dólares al día; la confianza ciega que muchos depositaban en el Partido Comunista hace tiempo que se inclina hacia otras devociones. «En un pueblo tan apegado a los rituales y aforismos morales, la religión se presenta como una tabla de salvación con toda naturalidad». Aunque no baste, a veces, para soportar la realidad: hay gente dispuesta a pagar a la mafia 60.000 euros para venir a España o 150.000 si el destino es EE UU. «Son cantidades que conocemos todos lo chinos», señala Vicente Guo, el joven de la Iglesia clandestina que estudia Teología en España.
La cuarta potencia económica -tras EE UU, Japón y Alemania- es un cúmulo de paradojas. Ahora, pese al ateísmo oficial, se impone en las empresas la memorización de 'ocho virtudes' que parecen un calco de las máximas del sabio Confucio: 'Ama la patria, sirve al pueblo, estudia, trabaja duro, valora el apoyo mutuo, sé honesto, respeta la ley y sé austero'. Y todo, según el presidente Hu Jintao, en aras de «una sociedad armoniosa», un concepto acuñado por Confucio hace 2.500 años.