Las elecciones francesas para la presidencia de la República han puesto sobre el tapete político entre otras cuestiones importantes la de la religión en la vida pública. Los candidatos se vieron constreñidos a manifestar su futura actitud frente al fenómeno religioso, sobre todo frente a la Iglesia católica que sigue siendo mayoritaria en Francia. Había aparecido antes en el año 2002 una referencia importante de resonancia pública. Se trataba del documento que hizo elaborar el ministro de Educación Jacques Lang en torno a la cuestión religiosa y que se llamaba Informe Debray, el nombre del compañero de Che Guevara en Bolivia e incorporado después a la intelectualidad política francesa. En los días de la campaña electoral el candidato Nicolás Sarkozy reconocía sin remilgos que él se consideraba portador de una herencia decididamente católica. Lo mismo y aún con mayor insistencia François Bayrou. Segolène Royal hacía más bien hincapié en la tradición laica de Francia y se pronunciaba claramente por una política de tolerancia.
Volviendo al nuevo presidente de la República francesa, éste insistió en varias entrevistas en que Francia era portadora de una herencia cristiana de siglos y que ella constituía una parte esencial de la cultura francesa. A un periodista del diario Le Figaro le dijo: «Mire Usted, detrás de la moral laica y republicana de Francia hay dos mil años de cristianismo». Y posteriormente en unas declaraciones a este mismo diario afirmó que «lo religioso es expresión de la libertad, una cosa que debe ser protegida por el Estado». Además dialogando con unos periodista de La Croix pocos días antes de las elecciones les manifestaba su convicción de que «la religión católica es uno de los fundamentos de la identidad francesa».
M. Teresa Compte, profesora de la Universidad de Comillas-Madrid, resume así el pensamiento de Nicolás Sarkozy sobre el hecho religioso y la comunidad política. Es menester defender la laicidad del Estado, una laicidad de ningún modo sectaria abierta con respeto y simpatía a la legitimidad de las religiones presentes en el Estado. El peso y la trascendencia de la confesión católica en la tradición y la cultura francesas es innegable. Se debe iniciar en la escuela a los alumnos en la Historia de las Religiones. Hay que defender también el papel activo de las confesiones religiosas en el ámbito público y no reducirlas meramente a la esfera de lo privado. Las religiones pueden y deben ser vínculo de cohesión social. Merecen por ello el reconocimiento público y la dotación de medios que posibiliten su desarrollo.
Ciertamente el presidente Sarkozy se halla muy lejos en su toma de postura del laicismo militante y agresivo de los Bert, Combes y Ferry allá en los albores del siglo pasado.
Por otra parte es verdad por lo que toca a la Iglesia católica en Francia que ha sabido acomodarse ejemplarmente a la situación de no confesionalidad del Estado. Creo que bastantes miembros de nuestro clero y laicado católico tendrán mucho que aprender de esta actitud y conducta y curarse de una vez de la tortícolis histórica que continúan padeciendo.