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¿El plebiscito por la paz dividió a la Iglesia colombiana?

La jerarquía católica colombiana tiene una sola posición frente a los distintos temas de la vida nacional o se puede afirmar que a su interior hay diferentes tendencias ideológicas?
Eso se están preguntando diversos sectores ante dos coyunturas que en las últimas semanas han involucrado a la Iglesia que reúne a más 38 millones de feligreses en el país.  La primera fue el rechazo a las cartillas con las que el Ministerio de Educación  busca incentivar la ideología de género en los colegios y, la segunda, la invitación de la Conferencia Episcopal Colombiana a votar por el Plebiscito por la Paz, pero sin inclinarse ni por el Sí ni por el No.
Aunque en el primer caso  la posición oficial de los altos jerarcas católicos fue la de respaldar las marchas, en privado varios de ellos  se mostraron contrariados por la “politización” que se hizo de la protesta y por el lenguaje usado por algunos de los manifestantes.
De igual forma, es público  el respaldo que varios miembros del clero –como el arzobispo de Cali, monseñor Darío Monsalve, quien dijo que todo ciudadano honesto dará su voto por el Sí–, han dado a los diálogos entre el Gobierno y las Farc. Por eso,  para muchos es desconcertante la aparente neutralidad ordenada frente a la votación  por  la plenaria episcopal.
Principios innegociables
Según Catalina Hernández, teóloga de la Universidad Javeriana, pensar en la Iglesia como un cuerpo homogéneo de ideas “es un error casi que histórico”, pues aunque en ella  han dominado las ideas de derecha, “siempre ha tenido una división ideológica  y en su interior es heterógenea”.
Otra cosa -continúa explicando- es que, siendo una institución demasiado poderosa, “tiene que tener unas  reglas que no son negociables”, que son las que le han permitido perdurar en la historia y que, políticamente hablando,  permiten ubicarla en esa  posición de derecha. Sin embargo, dice la teóloga, también existe el ala de la  izquierda del clero, que surge con  el Concilio Vaticano II. “Es esta iglesia revolucionaria que dice ya no hablemos contra herejías sino hablemos sobre la historia del hombre”, y que considera que esos principios “deben ser revisados”.
Para la experta, en Colombia domina  la primera tendencia, por ser una sociedad muy joven, tradicional y provincial. “Eso explica la incomodidad ante temas que nuestra sociedad no ha digerido completamente, como el de la homosexualidad”.
El profesor  de la Universidad del Rosario, Juan Manuel Torres, coincide con Hernández en que el clero tiene una postura “mucho más prudente” frente a temas de moral sexual, ya que “por su misma tradición la Iglesia se muestra bastante tímida, por ejemplo  frente a la  discusión sobre la ideología de género”.
Sin embargo, aclara  que no se trata “de  una corriente de la Iglesia que sea tradicional y conservadora, sino que demanda reflexión sobre algunos temas que no pueden ser tomados a la ligera ni decididos sin previo examen”.
Además, el teólogo sostiene que identificar corrientes ideológicas tanto en la política como en la religión le resulta “peligroso, porque en ocasiones ni la izquierda es tan de izquierda ni la derecha es tan de derecha”.
Por su parte, un jerarca católico que prefirió no ser identificado conceptúa que “a los medios de comunicación les cuesta entender que nosotros no somos políticos, que no hablamos de izquierda ni de derecha, sino que somos una Iglesia Católica, es decir, universal, y que es claro que frente a los temas de doctrina -como es el caso de la ideología de género- se tiene que  tener unanimismo”.
No obstante, reconoce que el episcopado colombiano, que reúne a un centenar de obispos, es un reflejo del país,  que el disenso es válido y que   los prelados tienen su lado humano y  temas sobre los que prefieren y pueden opinar, puesto que “a ninguno se le coarta la libertad de expresión”.
¿Y frente a la paz?
La teóloga Hernández ve hoy a la Iglesia Católica como un actor neutral frente al proceso  de paz con las Farc, pero sostiene que llegará el momento en el que tendrá que tomar una posición.
“Como es tan grande, tiene que tener diferentes ideologías a su interior, como pasa en la sociedad civil. Habrá una parte que está apoyando y otros  que dicen que no se puede perdonar, porque el perdón es un factor metafísico importante dentro de la doctrina  de la fe católica, que no  se puede volver absoluto y  puede presentar un debate filosófico, así que encapsularlo políticamente le puede llevar tiempo a la Iglesia”, plantea.
Torres también dice  que frente a los diálogos de paz  la alta jerarquía de la Iglesia “no necesariamente  tiene una voz homogénea”, ya que hay sacerdotes y obispos que han estado muy cercanos a procesos de reconciliación antes   y después de La Habana, que los llevan a tener una visión “particular” de la realidad.
Pero identifica hay una relativa prudencia, “no por neutralidad, sino porque el proceso de paz tiene unos intereses políticos bastante complejos que vienen de las diferentes partes que están en la mesa”.
Y reitera: “Me parece improcedente y complejo, sobre todo en esta coyuntura que vive el país, empezar a clasificar a  aquellas personas, tanto del  ámbito eclesial como político o social, que están a favor o no del plebiscito”.
A su vez, el prelado consultado insiste en que “no hay un solo obispo que sea enemigo de la paz. No es posible, porque Cristo es el príncipe de la paz” y enfatiza en que ese principio fundamental “no se puede reducir a una coyuntura sobre lo político”: “En el tema del plebiscito la posición del clero ha sido clara: salga a votar, pero hágalo de una manera libre, informada y responsable”.
Sin embargo, Jorge Restrepo, quien como director del Centro de Recursos para Análisis de Conflictos, Cerac, ha monitoreado la dismunición de la violencia como resultado de las negociaciones de paz, sostiene  que “hay una incapacidad de la jerarquía de la Iglesia Católica para tener una posición contundente de rechazo de la violencia y en favor de una salida negociada al conflicto”.
Así las cosas, si bien para algunos no todo lo que dicen es Palabra de Dios, no se puede negar que el purpurado sigue teniendo mucha ascendencia sobre los más de 38 millones de fieles colombianos.

Jerarcas protagonistas

Según la teóloga Hernández, al cardenal Rubén Salazar, quien fuera el presidente de la Conferencia Episcopal  Colombiana, y a monseñor Luis Augusto Castro,  que actualmente ostenta ese cargo, les corresponde ser los garantes de los principios innegociables del catolicismo en el país, en tanto que el sacerdote jesuita Francisco de Roux y monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, “han estado directamente involucrados con la gente en el conflicto”.
Para ella, ahí está el ejemplo más claro de las dos posiciones de la Iglesia:  “Las jerarquías que necesitan mantener esos principios innegociables y aquellos que consideran que estos deben ser revisados”.
Recuerda que De Roux ha sido tildado de cura guerrillero, pero no desde el interior de la Iglesia, “sino por la sociedad civil, incluso católica, que juzga  fuertemente y pone etiquetas, porque tanto en su caso como en el de monseñor Darío de Jesús se trata de experiencias respetables”.
En cuanto a monseñor Castro, asegura que trata de estar en el centro. “En su gestión ha tratado de ser conciliador.  A veces se vuelve una figura polémica, ya que todo el mundo quere saber su posición absoluta y cuando se está en el centro no se  pueden defender absolutos, sino que se tienen que mediar las dos posiciones. Siempre me ha parecido un hombre prudente,  que trata de no generar tormentas en vasos de agua”.
El catedrático Juan Manuel Torres  resalta que tanto monseñor Castro como monseñor Pedro Nel Beltrán, quien fuera obispo de Sincelejo, también se han destacado por “acompañar muy de cerca procesos de reconciliación y paz desde hace mucho tiempo”.
Agrega que las comunidades jesuitas,  lauritas, franciscanas y claretianas  sin las que han estado tradicionalmente vinculadas a procesos de trabajo social en el país.
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