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El peluche de los latigazos

Cuando el pasado septiembre la maestra Gillian Gibbons, de 54 años de edad, pidió a sus 23 alumnos de entre seis y siete años del Instituto Unity de Jartum (Sudán) que votaran un nombre para un osito de peluche no podía imaginar que el elegido por mayoría aplastante, Mahoma, iba a culminar en un calvario para ella.

Las autoridades sudanesas -un régimen islámico- ordenaron el arresto de esta ciudadana británica el pasado domingo, tras acusarla de blasfemia por injurias al Profeta, una imputación que podría terminar para la maestra en seis meses de prisión, una sanción económica o 40 latigazos, según la ley de Sudán.

El director del Instituto, Robert Boulos, explicó, tras conocer el arresto de Gibbons, que la profesora seguía un proyecto curricular británico diseñado para enseñar a los niños los animales y su hábitat, y que este año tocaba el oso. Para implicarles en el proyecto, el pasado mes de septiembre, la maestra pidió a sus alumnos que votaran un nombre para el peluche, que todos los fines de semana se iría a casa con un niño diferente, siempre que éste escribiera una especie de diario explicando lo que había hecho esos días con el oso.

Cuando el oso, que fue bautizado con el nombre de Mohammed [Mahoma] después de que 20 de los 23 alumnos así lo eligieran, y había pasado un fin de semana con cada alumno, la profesora recopiló todos los escritos de los niños en un libro, en cuya portada aparecía un dibujo del peluche en cuestión bajo el título: Mi nombre es Mahoma. Al parecer, este "error inocente", según palabras de los compañeros de trabajo de Gibbons, desató las iras de algunos padres que lo consideraron un insulto al profeta, pese a que el nombre de Mohammed es común en Sudán.

El pasado domingo, las autoridades sudanesas procedieron al arresto de esta profesora británica de 54 años, después de que el Ministerio de Educación recibiese las quejas de varios padres y bajo el amparo del artículo 125 de la Ley Criminal, que establece las sanciones contra los que insulten a la fe o a la religión. La ley islámica o sharia considera una ofensa dibujar de cualquier forma al Profeta; baste en este controvertido contexto recordar las violentas protestas que se produjeron en 2006 en varios países mayoritariamente musulmanes tras la publicación en periódicos europeos de caricaturas de Mahoma.

Aunque el director del Instituto asegura que Gibbons, que entró en plantilla el pasado mes de agosto, no pretendía en ningún momento "insultar" al Islam, Boulos se mostró "preocupado" por la salud de la profesora y reconoció que ese "error inocente" podría tener serias consecuencias. Las penas previstas por la ley sudanesa para aquellos acusados de un delito de blasfemia van desde una sanción económica hasta los seis meses de prisión, o, incluso, un castigo de 40 latigazos. En todo caso, Boulos expresó su confianza en que la maestra no acabe en prisión y que todo se solucione con una multa.

Mientras el Gobierno de Sudán guarda silencio en torno a la detención de la profesora británica, los allegados a Gibbons defienden su inocencia y el colegio donde enseñaba ha cerrado sus puertas, clausurando su actividad, hasta el próximo mes de enero por temor a represalias. De hecho, algunos de los amigos de la maestra temen por su seguridad, toda vez que ante la comisaría de Policía donde está retenida se han empezado a concentrar jóvenes radicales para protestar por la conducta de la profesora.

Según dijo ayer un responsable del Ministerio sudanés de Justicia, que pidió el anonimato, Gibbons podría ser acusada también de incitar a la violencia religiosa. Las autoridades judiciales rechazaron poner en libertad bajo fianza a la profesora para que las investigaciones "no se vean obstaculizadas y para proteger su integridad".

El primer ministro británico, Gordon Brown, dijo que cree que las autoridades sudanesas aún no han presentado cargos contra la profesora. "Nuestra embajada en Jartum le está facilitando toda la ayuda necesaria", subrayó el jefe del Ejecutivo británico.

En todo caso, la maestra, si lo hubiese sabido, seguro que habría preferido llamar al osito de peluche, por ejemplo, Abdullah.

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