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El Papa pidió a Rouco rebajar la tensión política

Benedicto XVI revisó en mayo con ocho obispos españoles la relación con el Gobierno de Zapatero

La mañana del 19 de mayo, el papa Benedicto XVI recibió en el Vaticano a la cúpula de la Conferencia Episcopal Española, encabezada por su presidente, el cardenal Antonio María Rouco, elegida tan sólo dos meses antes, el 4 de marzo. En teoría era una visita rutinaria, motivada por la elección de Rouco como presidente de la Conferencia Episcopal. Pero el Papa planteó la recepción de modo insólito. Pidió a los ocho prelados, entre ellos a Rouco, que se colocaran en círculo y reclamó su opinión uno a uno sobre la situación de la Iglesia en España, lo que implicó que se refirieran a sus relaciones con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Al terminar la ronda, según han revelado ahora fuentes eclesiásticas, diplomáticas y gubernamentales, el Papa aconsejó a Rouco y al resto de la cúpula de la Conferencia Episcopal mantener una actitud de diálogo y evitar la confrontación con el Gobierno de España.

El Vaticano sabía que existía cierta división entre los obispos españoles sobre la manera de relacionarse con el Ejecutivo. El Papa, según dichas fuentes, pidió un cambio de formas, aunque no de fondo, sobre la polémica que Gobierno e Iglesia mantienen sobre principios y valores. Acompañaron a Rouco el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez; Antonio Cañizares (arzobispo de Toledo); los cardenales Lluís Martínez Sistach (Barcelona); Carlos Amigo (Sevilla); Agustín García-Gasco (Valencia); Carlos Osorio (arzobispo de Oviedo) y el auxiliar de Madrid y portavoz, Juan Antonio Martínez Camino.

Posteriormente, la delegación departió en la Embajada de España en la Santa Sede con su titular, Francisco Vázquez. Rouco, que mantiene una relación fluida con el embajador, anunció que durante una larga temporada iba a evitar las declaraciones. Nada trascendió entonces de esta supuesta suavización formal en las relaciones.

Un portavoz del Vaticano declinó el viernes hacer comentarios sobre el encuentro, alegando la privacidad del mismo. "Desconocemos el contenido de una audiencia privada", dijo en nombre del portavoz, Federico Lombardi. Y añadió: "La oficina de prensa de la Santa Sede no se ocupa de asuntos relativos a las conferencias episcopales de los países". Un portavoz oficial de la Conferencia Episcopal declinó comentar "un encuentro privado del Papa" y añadió: "Las relaciones con el Gobierno son correctas", pese a las diferencias de fondo.

El encuentro con el Papa se celebró tan sólo tres meses después de producirse la última gran confrontación entre la Conferencia Episcopal y el Gobierno, el 31 de enero, en una legislatura plagada de conflictos. La Iglesia contempla cómo el socialismo de Zapatero, a diferencia del clásico de Felipe González, ha penetrado en el campo de los derechos cívicos y los valores -divorcio, matrimonio gay, igualdad de mujer y hombre, educación para la ciudadanía…-, que ella ha monopolizado en España. Zapatero se ha convertido para la Iglesia en un referente de laicidad, negativo en Europa.

Esa visión la expresaron de forma cruda los obispos en la nota del 31 de enero, en la que calificaron las leyes de derechos civiles del Gobierno de "gravísimamente injustas" y reclamaron su cambio. Censuraron, incluso, el proceso de diálogo del Gobierno y ETA. El texto era una moción de censura a toda la legislatura y terminaba rechazando el voto para las opciones de izquierda.

La nota estuvo precedida, un mes antes, el 30 de diciembre, por una concentración masiva en la plaza de Colón (Madrid), en favor de la familia, que devino en un duro ataque al Gobierno. Rouco sentenció: "El ordenamiento jurídico ha dado marcha atrás respecto a lo que la Declaración de Derechos Humanos reconocía, que la familia es el núcleo básico de la sociedad". El cardenal de Valencia, Agustín García-Gasco, dijo: "El laicismo radical puede llevar a la disolución de la democracia".

La movilización por la familia y la nota pastoral, realizadas pocas semanas antes de las elecciones del 9 de marzo, eran la traca final que la Conferencia Episcopal dirigía contra el Gobierno de Zapatero en una legislatura marcada por la confrontación. La movilización estuvo precedida de reuniones de Rouco con católicos del PP. Si a ello se une la vinculación de Rouco con el periodista de la Cope Federico Jiménez Losantos, la conclusión del Gobierno fue que la cúpula de los obispos, de la mano del PP, le declaraba la guerra.

Esta situación, según fuentes diplomáticas, empieza a cambiar, aunque sólo en las formas, tras el encuentro en el Vaticano entre el Papa y la nueva cúpula de la Conferencia Episcopal, encabezada por su presidente, el cardenal Rouco. Antes de llegar al 19 de mayo, el Gobierno había trabajado con tiempo la distensión con la Iglesia, empezando por el Vaticano. Tan sólo un mes antes de las elecciones, el 14 de febrero, y dos semanas después de la nota de la Conferencia Episcopal, Zapatero acudió a la sede del Nuncio del Papa en España para entrevistarse con su titular, Manuel Monteiro.

En el encuentro, Zapatero se quejó a Monteiro por las "injerencias" de la Conferencia Episcopal en la política de su Gobierno y reclamó el respeto de la Iglesia al Estado, apelando a la Constitución. Anunció a Monteiro que iban a "establecer unas reglas de juego entre dos Estados que tienen acuerdos". Zapatero salió de la reunión con la sensación de que había atendido su mensaje.

Tres meses antes, el 24 de noviembre de 2007, era la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, la que se había entrevistado con el número dos del Papa, el cardenal Tarsicio Bertone, aprovechando la imposición del capelo cardenalicio a tres cardenales españoles. De la Vega tenía el mandato de Zapatero, desde que se iniciaron los enfrentamientos al comienzo de la legislatura, con la aprobación del matrimonio gay, de procurar la distensión con la Iglesia. De la Vega salió muy satisfecha del encuentro, pues Bertone dijo: "No hay contencioso con el Gobierno español". Pero un mes después se encontró con el jarro de agua fría de los ataques al Gobierno de los prelados en la concentración de Colón.

Pero tras las elecciones del 9 de marzo, en las que Zapatero revalidó su triunfo de 2004, Rouco, elegido presidente de la Conferencia Episcopal frente al obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, cuatro días antes de dichas elecciones, inició, junto a la Conferencia Episcopal, su reflexión, según fuentes diplomáticas.

La Conferencia Episcopal, según las mismas fuentes, comprobó que no podía mantener cuatro años más la política de confrontación con el Gobierno porque, además, dividía a los obispos. Los obispos catalanes, vascos y algunos andaluces discrepaban del enfrentamiento con el Gobierno. Creían que esa política, agudizada poco antes de las elecciones, había beneficiado al principal enemigo, el PSOE, y perjudicado al PP. Otro factor que empuja a la Conferencia Episcopal es que en 2011 España será escenario de un acto clave para la Iglesia: el encuentro del Papa con la juventud. "Es un acto que requiere la cooperación con el Gobierno y una situación de batalla campal no lo favorecería", según fuentes diplomáticas.

Finalmente, y con el impulso del Papa y de la Nunciatura del Vaticano en España, la Conferencia Episcopal optó por mejorar las formas en la relación con el Gobierno, manteniendo las discrepancias de fondo. Esta semana, el 2 de diciembre, el obispo auxiliar de Oviedo, Raúl Berzosa, señalaba: "Siempre la Iglesia tiene que caminar con una mirada de acercar puentes y nunca confrontar. Tiene que ser compañera de viaje y siempre sabiendo que ningún proyecto político va a plasmar lo que es el ideal del Evangelio".

Tras la reunión con el Papa, Rouco no se entrevistó con Zapatero en La Moncloa hasta el 1 de agosto. Rouco salió "muy satisfecho", según fuentes diplomáticas, que echan de menos que el encuentro no haya tenido continuidad a otros niveles del Gobierno o, incluso, del PSOE.

Aunque en los ocho primeros meses de la nueva legislatura no ha habido conflictos de envergadura entre la Iglesia y el Gobierno, sí se han producido choques de cierta resonancia. Se produjeron enfrentamientos tras la decisión de un juez de Valladolid de retirar un crucifijo del aula de un colegio público y con el debate de la Ley de Memoria Histórica. La petición de olvido de Rouco acarreó la respuesta de Zapatero que, tras recordar que la Iglesia beatificaba a religiosos asesinados en la Guerra Civil, reclamaba el mismo derecho para los familiares de los asesinados en el bando republicano empeñados en recuperar sus restos. La polémica la zanjó el portavoz de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino, un hombre de la línea dura que, en esta ocasión, ejerció de moderado al considerar respetables las dos opciones.

Paralelamente, según fuentes diplomáticas españolas, mejoran las relaciones, aunque sólo en pequeños detalles, entre la Embajada de España en la Santa Sede y el Vaticano. Por vez primera, el número dos del Papa, Tarsicio Bertone, celebrará mañana la misa de la Embajada española con motivo del Día de la Inmaculada en la Iglesia de Santa María la Mayor. Asimismo, la Embajada prepara un viaje de Bertone a España para 2009.

Pero continúan las diferencias de fondo. "La desconfianza hacia Zapatero sigue. En la agenda de su Gobierno están la reforma de la Ley de Libertad Religiosa, la de Igualdad y la reforma de la Ley del Aborto, que disgustan a la Conferencia Episcopal porque inciden en ese relativismo moral del que acusan a Zapatero. Pero parece que las temperaturas no se elevarán al nivel de la pasada legislatura", según fuentes diplomáticas.

La prueba de fuego estará en la convocatoria que el Arzobispado de Madrid ha realizado el 28 de diciembre con el mismo lema que el año pasado, a favor de la familia, y que generó la mayor confrontación contra el Gobierno. Fuentes diplomáticas aseguran que tienen garantías de los convocantes que "la Iglesia defenderá sus planteamientos, pero sin atacar al Gobierno". El día 28 se comprobará si este giro en las formas que anuncian unos y otros es verdad o sólo se trata de una maniobra.

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