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El papa pecador

Mi hija acaba de empezar primero de la ESO en un colegio concertado de Talavera de la Reina. Está en clase con otros 25 chavales. Cuando comenzó el curso, hace poco más de una semana, solo tres se habían apuntado a Religión. Pues nueve días después ya se han dado de baja los tres. Ni un solo alumno asiste a Religión. Parece que las últimas palabras del papa Francisco, de corte claramente progresista, han causado un profundo efecto entre los ciudadanos, que se toman muy en serio esta  rauda y eficaz modernización de la iglesia católica.

No es para menos. Y es que el papa tiene los santos cojones, que diría uno de mi pueblo, de sugerir en una entrevista que está dirigiendo la organización equivocada: “Jamás he sido de derechas”, aseguró a La Civiltà Cattolica, una publicación de la Compañía de Jesús.

¿Jamás he sido de derechas? Imagino que nada más despedirse del periodista el santo padre, que presume de pecador e indisciplinado, buscaría un cura de guardia para confesar la mentirijilla. De no ser así, debería haber presentado la dimisión: me temo que no se puede liderar la organización más de derechas del planeta desde otra posición geográfica. Y es que últimamente el Papa habla y habla, en un alarde de verborrea sin precedentes: “Que el poder del mal penetre en el mundo interior de la fe es para nosotros un sufrimiento”, afirmó el martes, en unas declaraciones sobre la pederastia que hubiera firmado el mismísimo Darth Vader.

Francisco va demasiado rápido. Tiene prisa: el chiringuito se derrumba, no hay tiempo para medias tintas, nunca fui de derechas, jamás encubrí la pederastia, existió el Holocausto, es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia… Todo sirve, en este tsunami de declaraciones sorprendentes e innovadoras. Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, quién soy yo para juzgarla, asegura Francisco. Otra cosa es que el gay en cuestión no busque al Señor y tenga la voluntad torcida, y sea entonces un pedazo de maricón.

Las reformas verdaderas, las que se basan en hechos y no en aspavientos, requieren un tiempo del que la Iglesia no dispone. El lavado de cara que han encargado a Francisco tiene que ir a toda mecha, y va desde los gestos de humildad y sencillez más obvios a conducir un cuatro latas del 84 por las calles del Vaticano. Vaya por dios, ¡otro campechano! Apenas gestos, insisto. Puro marketing. Es demasiado pronto para ser optimistas. No se pueden borrar en apenas seis meses 2.000 años de abusos, mentiras, corrupción y atrocidades. 2.000 años dedicados a acumular poder, tanto económico como político, a ocultar asesinos y pederastas, apadrinar dictaduras y adoctrinar “en nombre de dios” a los más débiles y sugestionables.

Me temo que algo más que declaraciones efectistas, ajenas quizá al voto de obediencia, deberá hacer el papa Francisco para que los compañeros de mi hija regresen a clase de Religión.

Beergoglio en coche

El Papa Francisco, ayer, día 25, durante la audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro./ Clauidio Peri (Efe)

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