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El papa Francisco habla de pobreza, pero las cuentas vaticanas atesoran más de € 4.000 millones

Luego de cinco años de silencio, la jerarquía católica presentó su balance económico del 2019. Lamentos sobre el déficit en sus arcas millonarias mientras la pobreza y el hambre hacen estragos en un mundo en pandemia.

El Vaticano presentó la rendición de sus finanzas correspondientes al año 2019, algo que Bergoglio, al asumir el mando de la Iglesia católica, se había propuesto: transparentar las finanzas vaticanas e implementar mayor austeridad pero que tardó varios años en informar públicamente. Según el documento presentado por el prefecto de Economía vaticano (similar a un ministro de Economía) Juan Antonio Guerrero, la curia romana generó 307 millones de euros pero gastó 318 durante el año pasado, por lo que tuvo un déficit de 11 millones de euros.

Los números que se dieron a conocer corresponden solo a la Santa Sede, el Gobierno de la Iglesia católica, y no a la ciudad del Vaticano. Guerrero señaló que, sumando el presupuesto del Gobernatorato (la administración de la Ciudad del Vaticano), el Óbolo de San Pedro (organismo encargado de recoger los fondos que los fieles destinan a las obras de caridad del Papa), el IOR (banco vaticano), el Fondo de Pensiones y las fundaciones que ayudan a la misión de la Santa Sede, se estaría hablando de un patrimonio neto de aproximadamente 4.000 millones de euros.

Según detalles del informe, los ingresos percibidos por la sede católica provinieron de alquileres de inmuebles y rendición de acciones (164 millones de euros), donativos de diócesis y fieles (56 millones), visitas a catacumbas y venta de libros (44 millones) y donativos de otras entidades vaticanas como el gobierno del Estado Vaticano y del banco (43 millones). Y en referencia a los egresos, el 22% se utilizó para el pago de sueldos y el sostenimiento de la Secretaría de Comunicación, un 21% destinado a las nunciaturas y diplomacias, 11% para la congregación encargada de las misiones y un 8% para la congregación encargada de las iglesias de Medio Oriente.

“La Santa Sede no funciona como una empresa o como un Estado, no busca beneficios o excedencias. Por lo tanto es normal que esté en déficit”, justificó Guerrero en una entrevista para Vatican News, en el mes de junio. “A veces debemos dar más de lo que tenemos para cumplir nuestra misión. Debemos confiar en la providencia, que actúa a través de la generosidad de los fieles”.

El balance económico se hace público en momentos en que se está investigando la compra “non sancta” de un lujoso edificio en la ciudad de Londres, y habría costado por lo menos 200 millones de euros, provenientes de las donaciones del Óbolo de San Pedro, teóricamente destinadas a la caridad. Una operación que habría sido gestada cuando el cardenal Giovanni Angelo Becciu era sustituto en la secretaría de Estado. El purpurado fue apartado por Bergoglio por malversación y favoritismo hacia los negocios de sus hermanos.

La sede de la jerarquía católica intenta “limpiar” algo de su histórica mugre (aún debe demasiadas explicaciones por su política de encubrimiento de curas pedófilos), por lo que ha decidido que todos los fondos de los distintos organismos y ministerios serán manejados por una sola entidad, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (Apsa), que gestiona entre otras las miles de propiedades inmobiliarias en Roma del Vaticano, explicó el presidente de la entidad, el obispo Nuncio Galantino, en una entrevista al diario Il Corriere della Sera.

Al mismo tiempo, el organismo de control del Consejo de Europa Moneyval está analizando la solidez de las instituciones vaticanas en materia de transparencia y antiblanqueo de capitales, en un salvataje para mantener en la senda de la transparencia a una de las instituciones mundiales más desprestigiadas y en decadencia.

No hay que olvidar que la llamada “inmobiliaria vaticana” (organismo que administra todos los bienes del Vaticano diseminados por el mundo) es administrada, por Gustavo Zanchetta, ex obispo acusado de crímenes sexuales contra seminaristas en Salta y por turbios manejos económicos y a quien Bergoglio no sólo encubre en su delitos, además premia con cargos en lugares más que estratégicos para la curia romana.

En el mes de junio, mientras el coronavirus aceleraba la crisis social, económica y sanitaria que hoy atraviesa al planeta, en un acto que podría calificarse de mínima como cínico a través de las Nunciaturas Apostólicas, Bergoglio donó un millón de euros para la crisis que atravesaba Roma en ese entonces y 35 respiradores pulmonares: 4 para Haití; 2 para la República Dominicana; 2 para Bolivia; 4 para el Brasil; 3 para Colombia; 2 para Ecuador; 3 para Honduras; 3 para México; 4 para Venezuela; 2 para el Camerún; 2 para Zimbabwe (a través de la Conferencia Episcopal local); 2 para Bangladés; y 2 para Ucrania. Una dádiva para el patrimonio que posee.

Mientras el Banco Mundial, advierte que por efectos de la pandemia, 115 millones de personas pueden caer en la pobreza extrema a nivel global, y que América Latina será la región más golpeada, los Estados, en ruinas, siguen sosteniendo a la Iglesia, financiando muchas de sus actividades; como lo marca la Constitución argentina cuando afirma en su artículo 2 que “el Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”. Un artículo vigente desde 1853 y sobre el que se apoya el financiamiento multimillonario que perdura hasta el día de hoy.

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