Bergoglio no para de hacer política, pero como buen populista dice que Europa debe ser laica y que dios y el césar sean distintos, aunque aclara “pero no contrapuestos”, ya que la religión y el papado debe mantener su estatus especial y sus innumerables privilegios políticos, jurídicos, económicos, educativos,… Son los hechos y no las palabras los que definen la realidad de las actitudes y los compromisos. Y lo curioso es que este discurso contradictorio sea tan bien visto por la izquierda de este país, que le ha rendido pleitesía tanto en el Vaticano, visita del Presidente del Gobierno, como ya lo hicieran también los líderes de Podemos y hoy miembros del Gobierno, en el Parlamento Europeo.
Reproducimos el artículo de Jesús Bastante que resume la carta del Papa, y cada cual saque sus conclusiones:
“Sueño una Europa sanamente laica, donde Dios y el César sean distintos pero no contrapuestos. Una tierra abierta a la trascendencia, donde el que es creyente sea libre de profesar públicamente la fe y de proponer el propio punto de vista en la sociedad”. El Papa Francisco ha escrito una interesantísima carta al Viejo Continente, azotado por la división y en riesgo por la pandemia y la crisis cultural. Y sí: también religiosa.
Y lo hace admitiendo que “han terminado los tiempos de los confesionalismos”, pero “se espera, también el de un cierto laicismo que cierra las puertas a los demás y sobre todo a Dios, porque es evidente que una cultura o un sistema político que no respete la apertura a la trascendencia, no respeta adecuadamente a la persona humana”.
Una realidad, en la que “los cristianos tienen hoy una gran responsabilidad: como la levadura en la masa, están llamados a despertar la conciencia de Europa, para animar procesos que generen nuevos dinamismos en la sociedad”. “Los exhorto, pues, a comprometerse con valentía y determinación a ofrecer su colaboración en cada ámbito donde viven y trabajan”.
La carta, escrita con motivo de los 50 años de relaciones entre la Santa Sede y las instituciones europeas, así como el 40 aniversario de la COMECE, comienza combatiendo con el secretario de Estado, Pietro Parolin (el destinatario de la misma) “algunas reflexiones sobre el futuro de este continente, que me es particularmente querido, no sólo por los orígenes familiares, sino también por el rol central que este ha tenido y pienso que todavía debe tener —si bien con tonos diversos— en la historia de la humanidad”.
“El proyecto europeo surge como voluntad de poner fin a las divisiones del pasado”, sostiene Bergoglio, que apunta cómo en nuestro tiempo, marcado por la pandemia del coronavirus, da la sensación de “estar volviendo atrás”, por lo que es preciso “hacer una elección: o se sigue el camino tomado en el último decenio, alentado por la tentación de la autonomía, enfrentando crecientes incomprensiones, contraposiciones y conflictos; o bien se redescubre ese camino de la fraternidad, que sin duda fue el que inspiró y animó a los Padres fundadores de la Europa moderna”.
“En las noticias europeas de los últimos meses, la pandemia puso en evidencia todo esto: la tentación de ir cada uno por su cuenta, buscando soluciones unilaterales a un problema que trasciende los límites de los Estados, pero también, gracias al gran espíritu de mediación que caracteriza a las Instituciones europeas, el deseo de recorrer con convicción el camino de la fraternidad que es además camino de la solidaridad, poniendo en marcha la creatividad y nuevas iniciativas”, subrayó el Pontífice, quien pidió “consolidar las medidas adoptadas para evitar que los empujes centrífugos recobren fuerza”.
“Europa, vuelve a descubrir tus ideales”
En este sentido, el Papa recuerda las palabras de Juan Pablo II en Compostela: “Europa, vuelve a encontrarte. Sé tú misma”, para añadir: “Europa: Tú, que has sido una fragua de ideales durante siglos y ahora parece que pierdes tu impulso, no te detengas a mirar tu pasado como un álbum de recuerdos”.
“Europa, ¡vuelve a encontrarte! Vuelve a descubrir tus ideales, que tienen raíces profundas. ¡Sé tú misma!”, clama Bergoglio, quien pregunta “¿qué Europa soñamos para el futuro? ¿En qué consiste su contribución original?”
“Sueño una Europa amiga de la persona y de las personas. Una tierra donde sea respetada la dignidad de todos, donde la persona sea un valor en sí y no el objeto de un cálculo económico o una mercancía”, apunta el Papa, quien pide cuidar la vida “en todas sus etapas, desde que surge invisible en el seno materno hasta su fin natural, porque ningún ser humano es dueño de la vida, sea propia o ajena”.
Para ello, invita a “proteger al que es más frágil y débil, especialmente a los ancianos, los enfermos que necesitan tratamientos costosos y las personas con discapacidad”, tutelando los derechos, pero también los deberes. “Sueño una Europa que sea una familia y una comunidad”, añade, que “sepa valorar las peculiaridades de todas las personas y los pueblos, sin olvidar que estos están unidos por responsabilidades comunes”.
Una Europa dividida y sin futuro
Porque “Europa es una auténtica familia de pueblos, distintos entre sí, pero sin embargo unidos por una historia y un destino común”, y porque “una Europa dividida, compuesta de realidades solitarias e independientes, fácilmente se encontrará incapaz de hacer frente a los desafíos del futuro”.
En cambio, añade, “una Europa comunidad, solidaria y fraterna, sabrá aprovechar las diferencias y el aporte de cada uno para afrontar juntos las cuestiones que le esperan, comenzando por la pandemia, pero también por el desafío ecológico, que no se limita sólo a la protección de los recursos naturales y a la calidad del ambiente en que vivimos”.
“Se trata de elegir entre un modelo de vida que descarta personas y cosas, y uno inclusivo que valora lo creado y a las criaturas”, recuerda Bergoglio.
“Sueño una Europa solidaria y generosa. Un lugar acogedor y hospitalario, donde la caridad —que es la mayor virtud cristiana— venza toda forma de indiferencia y egoísmo”, añade, señalando que “ser solidarios implica hacerse prójimos”, y que, en el caso de Europa, “significa particularmente hacerse disponible, cercana y diligente para sostener —a través de la cooperación internacional— a los otros continentes —pienso especialmente en África—, de modo que se resuelvan los conflictos en curso y se ponga en marcha un desarrollo humano sostenible”.
Ante la actual tesitura, el Pontífice alerta de la propensión a “cerrarnos en nosotros mismos y a vivir con miedo a todo lo que nos rodea y es diferente a nosotros”, especialmente en el caso de los migrantes. “Es evidente que la necesaria acogida de los migrantes no puede limitarse a simples operaciones de asistencia al que llega, a menudo escapando de conflictos, hambre o desastres naturales, sino que debe consentir su integración para que puedan ‘conocer, respetar y también asimilar la cultura y las tradiciones de la nación que los acoge’”.